Davo Valdés de la Campa*
Hace unos meses en una de mis clases de Música y Cultura en el Estudio Áureo, mientras estudiábamos los paisajes sonoros y la teoría de Murray Schafer, le pregunté a mi alumnos: ¿Cómo creen que suena Cuernavaca? La pregunta derivó en un ejercicio más amplio. Primero, tenían que compartir canciones que evocaran la identidad sonora de la ciudad, algunos trajeron piezas tropicales en alusión al clima o al cliché del fin de semana; otros, piezas más contemplativas evocando las barrancas y la tranquilidad. Después, cada uno presentó un ejercicio sonoro que aprehendiera particularidades que desde el sonido reconstruyeran su propia visión de cómo es Cuernavaca. Algunos trajeron paisajes sonoros: coches circulando en la autopista por la noche, que descontextualizados, parecían el sonido del oleaje en un mar incierto, tan solo perturbado por algún balazo, otros grabaron una mañana cualquiera en el zócalo; las campanas de la catedral repicando, los gritos de vendedores ambulantes, el silbato de los policías dirigiendo el tráfico y otros decidieron crear una canción. Conforme escuchaba sus creaciones yo mismo me preguntaba cuáles son los sonidos que yo relaciono con Cuernavaca, la eterna primavera, la ruina tropical, bajo el volcán, en Cuauhnáhuac, la ciudad de los baches, las albercas, los colgados y las bugambilias.
Al buscar la palabra Cuernavaca en Spotify, específicamente en la sección de canciones, aparecen 301 resultados. Un vistazo rápido muestra que tan sólo 40 o 50 canciones llevan el nombre de nuestro terruño en su título. Las restantes aparecen porque el artista o grupo utiliza el sustantivo Cuernavaca en su nombre, por ejemplo, el Centro Cristiano de Cuernavaca o el perfil de los estudiantes de Esperanza de Cuernavaca. También aparecen resultados de discos en vivo o álbumes que se grabaron en Cuernavaca, o antologías que también incluyen la palabra en su título. Por mencionar algunos: Cuernavaca Ciudad del Rock, un compilado que reúne a importantes bandas de la escena local como Bronson Orquesta, Monodram, Ella & the Robots, La Bolonchona, Seres Lunáticos, Ádada y Los Pápalos; o el disco En vivo desde Cuernavaca de Merenglass.
De las canciones que llevan el título de Cuernavaca destacan la de Plastic Revolutions, que es la canción más popular con este nombre, alcanzando hasta el momento 3, 876, 561 reproducciones. La perspectiva de Cuernavaca en la canción es la imagen de un sitio de fin de semana, como un lugar de escape para los habitantes de la Ciudad de México, especialmente para las parejas amorosas. Algo similar se cuenta en “Cuernavaca” de El San Juan, que desde Pachuca invita a huir y perderse en las carreteras de Cuernavaca. Por supuesto no puede faltar “En Cuernavaca fue” de la Rondalla Bugambilia, una serenata clásica que con nostalgia rememora un enamoramiento en la ciudad de la eterna primavera, con “sus noches de luz, con la noche de amor y de quimera” (me intriga y me fascina por igual que ese verso lleve la palabra quimera, por cierto). Un descubrimiento sin duda es “Cuernavaca” del Trío Los Hidalguenses que al ritmo del son huasteco describe a la ciudad diciendo: “Cuernavaca no es todo lo que tú ves,/ no todo es el Jardín Borda, / ni el Palacio de Cortés, / aquí hay mucho que admirar / que a otras ciudades dan celos”.
Quizá una de mis piezas favoritas con el nombre de esta ciudad es la pieza de Hypnotic Brass Ensemble, un conjunto de metales de ocho piezas con sede en Chicago que está formado por ocho hijos del icónico trompetista de jazz Phil Cohran. Éste último compuso una pieza con el nombre de Cuernavaca y tuve la fortuna de escucharla en vivo en el Teatro Ocampo cuando el ensamble se presentó en 2014. Lo que nunca he podido encontrar es la razón del nombre. Si es que Cohran vivió aquí o si tuvo un viaje significativo que lo llevó a bautizar a su pieza con esa palabra. Algo similar me pasa con la pieza “Cuernavaca Choo Choo” del cantante de rock Freddy Cannon, cuya letra está compuesta por Frank Slay y Bob Crewe (la misma dupla que compuso “Silhouettes”, famosa por su versión doo-wop de The Diamonds) y que canta que no hay nada como el viejo tren que pasaba por este territorio.
Algo constante entre las canciones que llevan por nombre Cuernavaca es que han sido escritas (en su mayoría) por extranjeros o visitantes que lo describen como un paraíso, un sitio de añoranza al cual siempre se desea volver. Pienso que esta manera de pensar Cuernavaca también se refleja en dos figuras que han moldeado de cierta manera la forma en cómo se construye la identidad de este lugar. El primero es Alexander von Humboldt que en su breve paso por aquí acuñó uno de los epítetos que más nos representa: “la ciudad de la eterna primavera”. Es curioso que la otra figura es Malcolm Lowry, un viajero y escritor inglés que se sintió atraído por Cuernavaca, pero de la cual terminó por representar como una suerte de infierno. Un contraste con la idea idílica del explorador alemán o quizá una de las verdaderas caras de esta tierra. Y si pienso desde el sonido a veces me parece un Edén que disfruto con el sonido del viento moviéndose entre las palmeras o las bandadas de pericos volando hacia el Este o el eco cantor que se produce en la profundidad de las barrancas; pero otras veces, el sonido de las sirenas y los helicópteros, las balaceras o el silencio de angustia de los toques de queda, me oprimen el corazón.
*Escritor y crítico de cine. Ganador del Segundo Concurso Nacional de Crítica Cinematográfica, fundador del colectivo Ruina Tropical y actualmente estudiante de la maestría en Producción Editorial de la UAEM.