¿Qué es el psicoanálisis?

 

Resulta muy difícil explicar o definir qué es el psicoanálisis. Tanto para quien nunca lo ha experimentado, como para quien sí ha atravesado uno. Lacan dice algo lindo y fácil: «El psicoanálisis es una praxis para sentirse mejor». Es decir que se trata de una práctica. Una praxis. Lo cual implica que sólo puede entenderse desde ahí.

No estoy diciendo que la teoría no importe, pero es cierto que el psicoanálisis sólo puede entenderse desde la experiencia misma de un análisis. Quizá por eso sea tan difícil dar con una explicación satisfactoria sobre lo que es, porque esas experiencias son, en cada caso, únicas y singulares. Aunque podemos recurrir a los diarios de quienes se analizaron con Freud, Lacan, Lou Andreas-Salomé, o Winnicott, disculpen la obviedad: no somos ninguno de ellos. De modo que la cuestión sigue en el aire: ¿cómo explicar la experiencia de un psicoanálisis para quien no la conoce?

Encontré la respuesta más cercana a ser satisfactoria en un libro de Karen Armstrong que nada tiene que ver con el psicoanálisis. A propósito de los Misterios Eleusinos —ritos de iniciación al culto de la diosa Deméter y Perséfone, que se celebraban en la Grecia antigua— Armstrong explica que el «Misterion» (iniciación) no era algo que se pensaba o se dejara de pensar, sino algo que se hacía.

Los misterios, para los antiguos griegos, no tenían que ver con la credulidad. No se trataban de «creer». La «revelación» tenía sentido sólo cuando culminaba la intensa experiencia ritual. Para Aristóteles, por ejemplo, los «mystai» (iniciados) no iban a Eleusis a aprender (mathein) sino a tener una experiencia (pathein) y un cambio radical de conciencia (diatethenai).

Algo similar pasaba con los diálogos socráticos. Para Sócrates, el diálogo podía transformar a la persona que participaba de él. Al igual que los mystai en Eleusis, quienes iban a conversar con Sócrates no iban a aprender algo, sino a vivir una experiencia y un cambio. Sócrates no buscaba la mera información; el racionalismo ateniense derivaba de ejercicios prácticos, y de una vida disciplinada; por eso, cuando le pidieron a Sócrates una definición de Justicia, él respondió «En lugar de hablar de ella, hago que se comprenda en mis actos». Sólo cuando una persona decidía comportarse de manera justa, podría formarse una idea de una existencia completamente justa.

Pero luego de haber vivido los misterios eleusinos o el diálogo socrático, existía una imposibilidad de expresar finalmente en palabras la experiencia directa de lo discernido. Para los griegos, estas experiencias en vez de alcanzar una certeza intelectual valían más porque su logos riguroso se había puesto al descubierto.

Creo que esto se acerca a describir lo que una experiencia analítica es. El psicoanálisis no es algo en lo que se pueda o se deba «creer». No es cuestión de fe. Tampoco es una pedagogía; uno no va a un psicoanálisis a aprender (mathein). No es algo que se piense o se deje de pensar. No es un ejercicio intelectual. Es algo que sólo tiene sentido en la praxis, como advirtió Lacan.

Del mismo modo que Sócrates, un analista no busca la mera información. En la antigua Grecia, la sabiduría tenía más que ver con la intuición que con la acumulación de datos. Sócrates se acerca a una noción trascendente de la virtud absoluta que nunca podrá ser adecuadamente concebida o expresada, pero que podía intuirse mediante la disciplina. Para él, la experiencia tenía que ver con poner en acto, más que en palabras.

Las semejanzas me parecen esclarecedoras e ilustrativas. La experiencia de un psicoanálisis también es imposible: nunca podrá ser adecuadamente concebida o expresada, pero puede intuirse mediante la praxis. Sabemos que un fin de análisis implica dar cuenta en acto que un cambio ha ocurrido en nosotros. No se trata de cuánto podemos decir de él, o cuánto podemos hablar o escribir al respecto (de hecho, se trata más de lo que no podemos). La «revelación» tiene sentido sólo cuando culmina la intensa experiencia analítica (aunque también, muchas veces, en el proceso mismo).

*Licenciado en Psicología por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM).

Dibujo animado de un personaje animado

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