Yo sólo sé que no sé nada de café

No recuerdo exactamente cuándo comencé a tomar café, pero sí recuerdo que siempre pensé que el café era una bebida de élite. De alguna manera te daba estatus. No porque sea caro, o porque resulte difícil de conseguir. Por el contrario, sabemos que el café es la segunda bebida más consumida en el mundo después del agua, y los restaurantes o bares-cafés abundan en cada esquina.

Pero todos sabemos que al café lo envuelve un halo pretencioso, sobe todo asociado con la cultura y la intelectualidad. Se toma café cuando llueve, o mientras leemos un libro. El café por la mañana nos ayuda a espabilarnos y a estar más alertas. Se llega a la oficina con un café en mano, y los profesores llegan a sus aulas, listos para dar clases, con un vaso de café para iniciar. ¿Cuántas personas no posan para las fotos sosteniendo una taza de café, o teniéndola al lado?

No sé muy bien por qué, ni cuándo, ni de dónde, pero sé que hemos adoptado esa representación social del café como una bebida de intelectuales, o de gente productiva, interesante, que luce bien con una taza de café como un accesorio más. Y lo que es peor: hemos investido al café como un producto de cultura. Se habla de él, se le presume, se critica en función de él. “El café se toma sin azúcar”, “¿Tomas café soluble?, el verdadero café es de grano”, “el mejor café es de un tueste alto, mientras más oscuro mejor”, “lo que importa a la hora de hacer un expreso es que tenga espuma, si no, no es un buen café”, “el café filtrado es mejor”.

Pero lo más irónico y chistoso de todo, es que la mayoría de esos mitos son falsos. Por ejemplo, un tueste alto no garantiza que ese sea un buen tueste. Por el contrario, el café sobre-tostado en realidad puede estar quemado, y producir sabores desagradables (¡a quemado!), y, además, si el gano trajera consigo algún defecto, precisamente el sabor podría esconder esos defectos, y difícilmente sabríamos que estamos consumiendo un grano defectuoso.

Lo mismo pasa con la espuma del café en una taza de expreso o en un café americano. Es verdad que la espuma es un indicador de que el café sea fresco, pero el sabor de la crema puede resultar desagradable al paladar.

Además, existen muchos otros factores que pueden determinar que una taza sea buena o no: el cultivo y el cuidado de la planta, la variedad del arbusto, si el tiempo de la pizca fue el adecuado o se cosechó antes de tiempo, ¿fue la manera adecuada de cosechar la cereza, o se la lastimó al hacerlo?, si el fruto, el grano, o la planta padecieron de alguna plaga; desde luego: la zona donde se produjo. Y a la hora de procesarlo, ¿qué proceso fue? Tal vez fue un proceso natural, o lavado, o quizá un honey. Hay quienes “juegan” o “experimentan” con los procesos: hay quienes guardan al café al vacío, hay quienes lo fermentan, o quienes lo sumergen en otros productos, que van desde dulces, mieles o jaleas, hasta la champaña.

Además, el tostado: dependiendo del tamaño y el tipo de grano, de la cantidad que se vaya a tostar, y del tostador con que se cuente, puede resultar un buen café, o por el contrario algo calamitoso. Y no olvidemos, desde luego, la preparación final del café: dependiendo de las notas de cada café, a algunos les vendrá bien acompañarse con leche, otros resaltarán mejor sus notas si se les prepara mediante un método filtrado, y eso también depende del tipo de molido, del tiempo de extracción, del método con el que se cuente, y, por supuesto, de la información con la que contemos respecto de cada grano que consumamos.

Existe una cantidad impresionante de desinformación y mitos que convierten al café en una bebida elitista, pero ¿saben qué? No se trata de presumir, sino de disfrutar de una buena taza de café. Partamos del hecho de que el mejor café es el que a ti te guste: si te gusta con azúcar, ponle azúcar, o leche. Si prefieres el expreso, o el filtrado, está muy bien, pero que el increíble y maravilloso juego de café no sea secuestrado por pretensiones de ningún tipo.

*Licenciado en Psicología por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM). Contacto: freudconcafe@gmail.com