Sin duda el sistema de salud pública que halló el actual gobierno era muy malo en comparación con el de Dinamarca. Por ello, cuando el ciudadano presidente anunció por primera vez que una de las transformaciones de su llegada al poder sería tener un sistema de salud como el del país de los danés, los usuarios del IMSSS y el ISSTE y los mexicanos que por diversas razones no tenemos ese beneficio, saltamos de alegría esperando que el mes de marzo del año que transcurre sucedería por fin aquel sueño porque el primer mandatario de la Nación no faltaría a su palabra por tercera vez. Y faltó.

El pasado viernes 8 de marzo se me botó la cauterización que me hice con un otorrinolaringólogo en una vena interna de la nariz y tuve la necesidad de acudir al Hospital General de Cuernavaca que tiene el nombre del doctor José G. Parres porque en Tepoztlán no hay esa especialidad y la doctora que me hizo la curación se va la ciudad de México los fines de semana.

Como periodista he visitado en tres ocasiones Dinamarca de manera que lo primero que me llamó la atención fue la cantidad de gente que estaba frente y a los lados de la puerta de EMERGENCIAS del hospital. La sala de espera correspondiente estaba llena pero no saturada y para mi sorpresa -respecto a otras ocasiones que he acudido a una institución pública de salud-, los tramites de ingreso fueron rápidos y con buen trato del personal médico y de apoyo. Gracias a esa diligencia a los 15 minutos de mi llegada ya iba caminando al otro extremo del hospital para ver al especialista en nariz y garganta. Ahí comenzó la realidad mexicana.

Resulta que la doctora no estaba y nadie sabía de ella, así que aproveché la espera de su llegada para preguntarle a la joven internista que me condujo al consultorio qué pensaba de la promesa del presidente de que tendríamos un sistema de salud ya no como sino mejor que el de Dinamarca. Antes de responder la joven volteó a todos lados para ver si no había moros en la costa y aun así fue precavida.

– Yo sólo tengo dos días en este hospital.

La otorrino llegó a los 10 minutos, pero sólo para decirle a mi anfitriona que no podría atenderme porque tenía una operación urgente. A partir de ahí la distancia entre México y Dinamarca se hizo oceánica. Me llevaron a la antesala de curaciones, un pequeño cuarto en el que había diez personas agónicas, algunas de ellas conectadas al suero y sentadas de tal forma que parecían esperar la muerte. Aquella imagen y el intenso calor de la sala me hicieron abandonarla para sentarme en uno de los pasillos hasta donde llegó una mujer de vigilancia para decirle a mi hija que no podía estar ahí y que yo debería volver con los agónicos. Le expliqué que las altas temperaturas eran fatales para una hemorragia en la nariz y me dejó en paz…50 minutos en los que nadie sabía a qué hora podrían ver mi caso y ante mis reclamos me dijeron lo evidente: hay personas esperando más graves que usted.

La cuestión de fondo es que pese a la buena voluntad de buena parte del personal el sistema de salud pública está rebasado por la cantidad de pacientes que revelan la falta de espacios adecuados y de atención médica, y no lo digo solamente por mi experiencia sino por los testimonios que he visto en la televisión y los que me han dado directamente amigos y parientes, Finalmente, una doctora con muchos años ahí dirigió a la joven internista para que me taponearon la nariz con algodón rociado de Collifrin y al terminar me llevó a su oficina para darme de alta. Ahí la doctora me dejó en claro que yo no era un hipertenso cualquiera sino un hipertenso crónico que nunca debió dejar de tomar las pastillas solo porque el cambio de altura entre la meseta hidalguense y las montañas de Tepoztlán es de 500 metros. Me explicó, además, que me había tocado el cambio de turno en el que la saturación de pacientes se agrava y la atención médica se dilata. Antes de retirarme le hice la misma pregunta que a la internista:

– ¿Qué piensa usted de la promesa del presidente de que tendremos un sistema de salud como el de Dinamarca?

– Me parece una burla para el personal de sanidad y sobre todo para la gente enferma. Por eso ya no vemos sus mañaneras, porque subleva que desde ahí engañen a la gente de tal manera, cuando aquí no tenemos las medicinas necesarias para curar a los pacientes ni las condiciones para dar un servicio eficiente y completo.

Por obvias razones no pongo el nombre de la doctora que a diario se enfrenta con una certeza: no somos ni la sombra del sistema de salud de Dinamarca. Lo que no entiendo como ciudadano sin partido ni otra causa que la de mi oficio periodístico, es que sólo en el extravió de la mente se puede seguir afirmando que lo que no se hizo en 5 años se puede lograr en siete meses, cuando millones de enfermos pueden desmentirlo. Así las cosas, en pejilandia.