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Megamáquina: el complejo capitalista: científico, militar e industrial

Braulio Hornedo Rocha*

A finales del siglo XIX e inicio del XX, con opiniones a favor o en contra, algunos de los más destacados científicos en el mundo: Boltzmann, Gibs, Planck, Einstein, Heisenberg, De Broglie y Schrödinger, entre otros, van dando origen a la Mecánica cuántica que explica la naturaleza y comportamiento de las partículas elementales que conforman nuestro microcosmos. Dicha naturaleza se comporta de forma probabilística actuando a “saltos cuánticos” imprevisibles. La evolución creadora, no solamente en el sentido del tiempo histórico propuesto por Henri Bergson, sino que también en el sentido demostrado por la física del microcosmos, se entiende que se rige por el azar donde el esquema de causa efecto resulta insuficiente.

Ironías de la Historia, mientras el cientificismo positivista languidece, en las ciencias físicas surge un nuevo paradigma que da cabida al azar. Lo que hoy denominamos ciencias de la complejidad, surgen en la segunda mitad del siglo XX sobre tres caudalosos afluentes: 1. Las ciencias físicas y matemáticas, 2. Las ciencias cognitivas (neurofisiología, psicología, filosofía, lingüística), 3. La cibernética y sus derivadas ciencias de la computación, la comunicación, la robótica, la inteligencia artificial y la creación y control de servomecanismos y conductas animales.

Vannevar Bush, quien fue el director de la Oficina para la Investigación Científica y Desarrollo, del Gobierno de los Estados Unidos [1] a partir de julio de 1945 después de dirigir el “Proyecto Manhattan” para crear la bomba atómica. Bush encabezó la oficina que da origen a la más reciente etapa de la Megamáquina del complejo capitalista, militar, científico, industrial de nuestros días. Un sector significativo de la comunidad de los “científicos universitarios” del mundo capitalista contemporáneo trabaja directa, o indirectamente, al servicio de estos nefandos intereses.

El núcleo duro del poder del capitalismo en los Estados Unidos está conformado por esta Megamáquina que garantiza, bajo el garlito de la seguridad nacional, las condiciones materiales para la extinción de la civilización. En complemento encontramos el capitalismo digital comercial industrial GAMMA (Google, Apple, Meta, Microsoft, Amazon). Google satisface la demanda y Facebook la crea. Apostando por un mercado global con sus productos y servicios, optimizando al mismo tiempo la tasa de retorno por dólar invertido en todas sus mercancías, abatiendo los costos de producción al maquilarlos en otros países con mano de obra barata y condiciones fiscales favorables. Ganar más en el menor tiempo posible es la meta de la productividad capitalista. En ambos casos el capital tiene como lema y principio: “optimizar la tasa de retorno por dólar invertido”, para cumplir con el proceso de acumulación. Digitalizar para ganar más es la clave.

Noam Chomsky [2] lleva años advirtiendo el auge de la Megamáquina que reivindica por todos los medios la supremacía de los intereses del complejo capitalista militar industrial, y que siempre cuenta con aspirantes a presidentes y gobernadores que además, lo representan legal y “democráticamente”, en el tormentoso y pandémico amanecer del siglo XXI. La incultura del progreso capitalista ha sabido inculcar entre la población escolarizada, la creencia infame de que el progreso derivado del desarrollo económico capitalista es necesario y eterno.

La educación escolar se ha encargado de convencernos que el desarrollo económico significa aceptar que lo que uno podía producir por si mismo, hasta hace pocos años, mediante herramientas apropiadas (conviviales), como valores de uso fuera del mercado, ahora resulta políticamente incorrecto hacerlo, pues nuestro deber de consumidores bien escolarizados es comprar mercancías ¡en los supermercados, a precios ultra rebajados!

De este modo, se justifica la afirmación neoliberal: “la producción de más mercancías y empleos es mejor, siempre y para todos”. Tal creencia se convierte en un dogma de fe y lema de campaña de los políticos de todo signo. El fetiche controlador de la mercancía previsto por Marx se ha convertido en objeto de culto religioso por las masas de consumidores. El crecimiento sin fin del capitalismo, mediante políticas neoliberales o socialdemócratas supone, para sus guionistas y perpetradores, que el capitalismo no tiene fin.

[1] Bush, Vannevar, Science the Endless Frontier, 1945, https://www.nsf.gov/od/lpa/nsf50/vbush1945.htm

[2] Chomsky, Noam, El nuevo humanismo militar, Siglo XXI, México, 2002

* Lector desescolarizado, obstinado en no volverme especialista.

Imagen: https://www.computing.es