(Continuación de ¿Vivir peor que nuestros padres?)

 

Para la generación del milenio, la vivienda y el empleo son el problema número uno. No hay prácticamente empleos estables, la mayoría son de estos son eventuales, sin porvenir y mal pagados. Pensar en el retiro y el acceso a una pensión se han convertido en espejismos. Es casi imposible de imaginar el “mudarse” y ya ni se diga comprar o construir un hogar. De tal forma que tenemos jóvenes adultos con veintimuchos y treintaipocos que acaban viviendo en casa de sus padres con sus hermanos adolescentes, esperando, en el mejor de los casos heredar el hogar familiar.

Coneval en su documento “Principales retos en el ejercicio del derecho a la vivienda digna y decorosa” define a una vivienda como digna no solo por las dimensiones de esta y por los servicios con los que debe contar, como agua, drenaje y luz, sino que una vivienda digna también debe de ser accesible en precio por todos los perfiles socioeconómicos y culturales de una ciudad.

La clase media comienza a diluirse, los profesionales y los técnicos calificados, incluyendo a individuos de mediana edad, se ven afectados por la “reducción de tamaño” de las empresas y la subcontratación outsourcing. El trabajo eventual y la escasa o nula protección sindical, afectan cada vez más a los empleados de clase media. (James Petras, El Informe Petras: padres e hijos, dos generaciones de trabajadores españoles, España, 1995, p. 16.)

En 1995 el sociólogo estadounidense James Petras realizó un informe sobre las políticas económicas de liberalización en España durante el gobierno de Felipe González. Entre las muchas conclusiones a las que llegó el informe es que, todos los nacidos en ese país en el último cuarto del siglo XX serían la primera generación que vivirá peor que sus padres, con empleos precarios, salarios bajos, escasa protección laboral y sin prestaciones de ley.

Con todas las diferencias que existían entonces y que existen hoy en día, tanto España como México en las últimas décadas del siglo pasado, vivieron un periodo de neoliberalización feroz que implicó la reducción de la calidad de vida, precarización del empleo, bajos salarios, desregulación financiera, venta de empresas públicas estratégicas, especulación inmobiliaria y con esta última, la imposibilidad de acceso a la vivienda para las generaciones más jóvenes y el desplazamiento de sectores de la población que no pueden pagar los altos alquileres orientados a clientes extranjeros.

¿Qué tanto ha cambiado la situación social, política y económica de nuestro país de 1995 a la fecha? Muchos de los estragos del neoliberalismo, así como las constantes crisis del capitalismo siguen afectando a mi generación y no hay señales claras de que las condiciones sean más favorables en esta misma materia para las dos generaciones más jóvenes los Z y los Alfa. Hasta ahora la luz al final del túnel no parece visible.

*Historiador