loader image

MAXIMINO ALDANA*

En 1982 los sociólogos James Q. Wilson y George L. Kelling publicaron un artículo en la revista The Atlantic que resultó ser un parteaguas en criminología, donde exponían lo que llegó a conocerse como “la teoría de las ventanas rotas”. La historia va más o menos así. Imaginemos una casa recién desocupada en un buen vecindario, con calles amplias y bellos jardines. Alguien, al saber que la casa está desocupada, lanza una piedra y rompe una de sus ventanas. Pasan los días y la ventana no se repara. Esto invita a otra persona a romper otra ventana. Si estas ventanas no se reparan, pronto la gente seguirá rompiendo más y más ventanas. Después comenzarán a arrojar basura dentro del jardín de la casa. Luego no faltará quien allane la propiedad y se meta a defecar allí. Pasan los días y la casa, ya de por sí deteriorada, será vandalizada aún más y terminará por convertirse en un nido de criminales.
La teoría de las ventanas rotas está ampliamente soportada por observaciones como las que llevó a cabo el psicólogo de Stanford Philip Zimbardo, quien en un experimento social dejó un coche abandonado en un barrio bajo de New York y otro en un barrio alto de California. Ambos coches fueron destrozados y vandalizados rápidamente incluso por personas de nivel socioeconómico relativamente alto que normalmente no participarían en actos vandálicos. Destruir propiedades desatendidas es divertido para mucha gente. Pero más allá de la diversión, estas observaciones muestran que después de la destrucción, viene la criminalidad.
La teoría de las ventanas rotas nos enseña que un crimen pequeño que no es atendido se convierte en un crimen más grande, el cual, si no es atendido, escala aún más, y así sucesivamente. Esto lo saben bien los criminólogos y psicólogos sociales que han estudiado el tema, y es la base de las políticas de “cero tolerancia” implementadas en países desarrollados. La “tolerancia cero” no significa encarcelar a cualquier persona que cometa alguna ofensa pequeña o grande. Significa no desatender las faltas, por muy pequeñas que puedan parecer, sino corregirlas y atenderlas, ya que dichas faltas, si no son atendidas, pueden eventualmente conducir a verdaderos actos de criminalidad y barbarie en una sociedad.
Cuerna esta desatendidaaaaa. Tirar basura en la calle es una falta cívica administrativa (no penal) contemplada y sancionada en la Ley de Residuos Sólidos del Estado de Morelos. Parecería una falta menor cuyo efecto es sólo estropear el paisaje. Pero no lo es. Una ciudad desatendida, llena de basura y baches, rápidamente se convierte en un nido de criminales (el no reparar los baches es una falta del Estado). ¿Estoy exagerando? No lo creo, sobre todo tomando en cuenta que Cuernavaca ocupa el lugar número 18 en el ranking mundial de las ciudades más peligrosas del mundo en el 2021 de acuerdo con el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal A.C. Si queremos vivir en una sociedad pacífica debemos comenzar por hacer valer la ley respecto a mantener nuestras calles limpias y en perfecto estado. El precio de acostumbrarnos a vivir en una ciudad desatendida, llena de baches y basura, es muy alto y esto deberían saberlo nuestras autoridades.    

*Investigador de las ciencias físicas de la UNAM en Morelos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *