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LA VIVIENDA ES DE QUIEN LA VIVE



Comentamos en la entrega anterior que el principio zapatista de que “la tierra es de quien la trabaja” da para reflexionarla y aplicarla en otros ámbitos del quehacer humano y social, más allá de lo tratado por el intelectual alemán Karl Marx (1818-1883) en torno al tema de la plusvalía.

Hay dos factores claves en el modo de operar de nuestra sociedad, esto es, el trabajo y la propiedad. Pensadores occidentales que fueron claves para la conformación del pensamiento moderno hablaron sobre la naturaleza, fundamento y uso de la propiedad privada. Baste señalar como referencias a Thomas Hobbes (1588-1679) en su obra Leviatán (1651); a John Locke (1632-1704) en sus Dos tratados sobre el gobierno civil. (1690), en especial el Segundo tratado, capítulo V, de la propiedad; así como a Jean-Jacques Rousseau (1712-1778), en su Discurso sobre el origen de la desigualdad (1755), y primordialmente en su Contrato social (1762).

Por desgracia, no han existido mecanismos sociales que permitan divulgar y dialogar las tesis centrales de estos tres importantes pensadores, y de otros. La reflexión sobre el vínculo trabajo/propiedad ha quedado en uno de los tantos “compartimentos disciplinarios” en los que se estructura el conocimiento del nivel universitario. En los hechos, sin embargo, las leyes que rigen a las distintas sociedades reflejan una postura sobre este tema, aunque la inmensa mayoría de los ciudadanos no sea consciente de ello.

De ahí, que el principio zapatista nos motive a extrapolarlo a otros ámbitos, y bordar sobre sus implicaciones. Tomemos un ejemplo: “la casa es de quien la habita” o “la vivienda es de quien la vive”. Según la Encuesta Nacional de Vivienda levantada por el INEGI en el año 2020, 57.1 de los habitantes de México tienen vivienda propia pagada, y 10.7 tienen vivienda propia por pagar. De un total de 35.3 millones de viviendas, hay 8 millones con no tienen las condiciones para ser habitables. Esto impacta a 33 millones de personas.

Si el principio de que “la casa es de quien la habita” fuera hipotéticamente posible y exigible, ¿de qué tipo de sociedad estaríamos hablando?, ¿cómo se organizaría una sociedad en la que la propiedad privada universal en materia de vivienda familiar fuera un propósito central?, ¿es posible organizar una sociedad sujeta a la norma de que nadie tiene derecho a poseer más de una casa habitación, mientras existan personas que no tengan un lugar propio y digno en donde vivir?

Pensar en un escenario como este ¿responde a un pensamiento socialista, o más bien, a un pensamiento “auténticamente capitalista”, que defiende y promueve la propiedad privada como bien universal, como eje del pacto social, y que determina que la función central del gobierno es estimularla y protegerla?

Se supone que vivir en sociedad es condición para que, por la vía de la complementación, todos los que en ella viven puedan atender sus necesidades básicas y vivir con dignidad y seguridad. Pero eso es un mero supuesto, ya que la evidencia muestra que vivimos en una sociedad profundamente desigual e inequitativa. Entonces ¿de qué realmente se habla, cuando desde organismos internacionales y plataformas políticas nacionales se reitera discursivamente que debemos buscar la justicia y la equidad, para que todos podamos vivir en paz?

Después de satisfacer las necesidades básicas personales y familiares, la acumulación del capital genera por necesidad excedentes y esos excedentes deben tener un uso. Hay dos claras opciones: reinvertirlo para que ese dinero, produzca más dinero, o bien, invertirlo directamente en bienes y servicios que construyan una verdadera economía sustentable. Esta segunda opción podría delinear en el futuro una nueva forma de capitalismo. Por cierto, hace ya mucho tiempo que, al menos en los decadentes países del Occidente liberal no se hace economía, sino especulación financiera, a diferencia de lo que ha sucedido en la República Popular China.

Pero, sigamos preguntándonos: ¿qué condiciones harían posible el que cada persona individual y/núcleo de personas poseyeran el lugar en donde habitan? ¿cómo se transitaría a ese estado de cosas? ¿se prohibiría en verdad poseer más de una casa habitación? ¿qué pasaría con las rentas? ¿cómo se atendería la construcción y financiamiento de la vivienda? ¿qué reglas normarían la operación de compra/venta entre particulares? ¿el gobierno jugaría a la vez el papel de promotor, constructor, regulador e intermediario en el mercado de vivienda?

Las condiciones actuales en México y de otros países respecto a la falta de vivienda nueva, por problemas de inflación y, sobre todo, por las altas tasas de crédito, no favorecen hacer realidad el derecho a la vivienda digna y decorosa, señalado en el artículo 4 de la Constitución Política de los Estados Mexicanos, así como en el artículo 25 de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, y en el artículo 11.1 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de 1966.

¿Qué hacer en una sociedad como la nuestra, para qué la gente no renuncie a poseer una vivienda digna, habitable, con servicios básicos, con seguridad en su tenencia, bien ubicada, adecuada culturalmente, y con estándares éticos de calidad en su diseño, materiales y técnicas constructivas? Creo que la respuesta está en la forma de regular y estimular la propiedad privada, no en la lógica de un capitalismo acumulativo, sino en la de generador de auténtico bienestar colectivo.

*Interesado en temas de construcción de ciudadanía.

Foto: Redes sociales