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DERECHOS Y DEBERES CIUDADANOS

Vicente Arredondo Ramírez *

A partir de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas, proclamada el 30 de diciembre de 1948, a tres años de terminada la segunda guerra mundial, el interés por el tema de los derechos humanos ha venido en incremento. Hablo del interés por el tema y no necesariamente de que se hayan hecho realidad. Desde el punto de vista conceptual, se ha ampliado la dimensión de este campo del saber, lo cual queda ejemplificado con la formulación de hasta cinco “generaciones de derechos humanos”.

Hablar de “generaciones de derechos humanos” hace referencia a momentos en el tiempo en donde se ha expresado de manera gradual el entendimiento, naturaleza, alcance y reconocimiento de ellos.

De esta forma, se habla de una primera generación en la que se planteó la necesidad de reconocer los derechos civiles y políticos de cada persona, como el derecho al sufragio, a la libertad, a la integridad física y a la igualdad frente a la ley.

En una segunda generación quedan incluidos los derechos económicos, sociales y culturales de las personas, como el derecho al trabajo, a la educación, y a la salud, los cuales ya configuran la necesidad de que las sociedades y sus gobiernos se organicen de una determinada manera, si en efecto se quiere instaurar un estado de bienestar generalizado.

Los derechos reconocidos en una tercera generación perfilan una serie de situaciones que deben construirse más allá del ámbito nacional y que exige la concurrencia de la comunidad internacional para hacerlos realidad, como por ejemplo el derecho a un desarrollo nacional sostenible, a un medio ambiente sano y el derecho a vivir en paz.

Los derechos de cuarta generación buscan asegurar la inclusión de todas las personas en el mundo de las modernas tecnologías de la información, y finalmente, se habla también de una quinta generación que iría más allá del actual paradigma jurídico antropocéntrico, para incluir también los derechos de los animales como seres sintientes.

Entre otras características, se ha convenido que todos los derechos humanos tienen el carácter de universales, interdependientes e indivisibles.

Vista en su conjunto esta gran gama de derechos humanos, hay que reconocer que es inmenso el desfase, entre una imaginaria sociedad nacional o mundial en donde todos estos derechos son efectivos, al menos con unos mínimos básicos, y lo que realmente está sucediendo en el mundo real. Pero, ¿qué puede explicar tal desfase? Creo que habría dos líneas explicativas:

La primera es que en gran medida ese incumplimiento generalizado de los derechos humanos, y las trabas para hacerlos exigibles, se debe a que la responsabilidad de que sean una realidad depende de lo que hagan o dejen de hacer los gobiernos con sus aparatos, sus leyes y sus presupuestos. El problema estriba en que el modelo liberal de hacer política y de hacer economía no está diseñado para que de manera natural se construya una sociedad en donde tengan vida simultánea todas esas “generaciones de derechos humanos”. Dicho de otra forma, pareciera que el cumplimiento de los derechos del individuo es incompatible con el cumplimiento de los derechos del colectivo. Ejemplo actual de ello, al nivel internacional, es la incapacidad de las naciones de atender necesidades de salud y paz pública, fuera de las reglas que imponen los poderes fácticos y hegemónicos que controlan países y gobiernos.

Sumada a la explicación anterior, es evidente que el avance conceptual que se ha alcanzado sobre la naturaleza de los derechos humanos no ha sido proporcional al avance en la comprensión y práctica de las “obligaciones y deberes humanos” a los que estamos sujetos por vivir en sociedad. Es comprensible el rechazo natural que sentimos cuando se nos habla de la necesidad de cumplir obligaciones hacia los demás. Es más fácil ponernos en condición de exigirle al gobierno que respete y haga efectivos nuestros derechos, aunque sepamos de antemano que no existen condiciones objetivas que puedan hacer realidad lo que reclamamos.

Se puede afirmar que el auténtico, sustancial y progresivo avance en materia de derechos humanos está en proporción directa, no a la creación de tratados, leyes e instituciones, sino al cambio de actitudes, expectativas y conductas de todos y cada uno de los miembros de la comunidad local, nacional e internacional.

En este sentido es urgente una “Declaración Universal de los Deberes Humanos”, lo cual permitiría que como seres humanos tuviéramos una visión integral del significado de vivir en sociedad. Con ello, sería más fácil imaginar normas, políticas públicas y diseños institucionales acordes con ese propósito. Lo que en esta materia existe es simplemente una acumulación y sumatoria de instrumentos normativos e instituciones que operan de manera desintegrada y que se han venido agregando a medida que se firman acuerdos internacionales.

Hay que entender que la relación entre derechos y deberes es inseparable, si queremos avanzar. Habrá que llegar al punto en donde para exigir un derecho, debamos probar que cumplimos el deber que lleva como correlato.

*Especialista en temas de construcción de ciudadanía.

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