Un lenguaje desnaturalizado o una naturaleza lingüística

(Tercera y última parte)

 

Si el lenguaje importa en nuestra relación con el mundo, para delimitar la realidad, referir objetos, comunicar situaciones o construir una visión que dé sentido a la existencia, entonces, en nuestra relación con la naturaleza, el tipo de lenguaje que adoptemos, precisamente por lo que no delimita, no comunica o no nos permite ver, resulta de fundamental importancia.

En la primera y segunda parte de la presente colaboración, dos tipos de lenguaje fueron señalados, el objetual y el conceptual; el objetual abstrae de la naturaleza los rasgos medibles o cuantificables; el conceptual abstrae del sujeto los rasgos que le permiten medir y cuantificar la naturaleza; pero, no olvidemos que la naturaleza también está en nosotros.

Como puede apreciarse, prevalece de fondo un modelo de conocimiento que, si bien se pretende dual, resulta, más bien, dicotómico. Me explico: la dualidad supone que un mismo conjunto, o modelo en este caso, se compone de dos elementos; mientras que la dicotomía supone que, los dos elementos que en la dualidad componen un mismo conjunto, son, más bien, dos diferentes por lo que, entre ellos, no hay unidad.

El modelo de conocimiento, entre sujeto y objeto, presupuesto por los lenguajes antes señalados, no plantea una unidad, sino una separación, pues deja fuera o excluye aspectos del sujeto y del objeto fundamentales, a saber, su principio de acción y movimiento; su naturaleza.

Es decir, plantean, en todo caso, una unidad mínima, reducida o simplificada, que, a lo sumo, expresa sólo una de sus posibilidades de interpretación o determinación. Y, por consecuencia, los lenguajes conceptual y objetual presuponen un modelo de conocimiento que divide y separa al sujeto y al objeto en su constitución; su separación no es horizontal: sujeto y objeto se comunican, sino vertical: separa, respectivamente, al sujeto y al objeto; el sujeto subsume al objeto y le separa, en sí mismo, o, el objeto subsume al sujeto y le separa, en sí mismo.

Reformular un dualismo, sin que alguno de los elementos involucrados, sujeto u objeto, subsuma al otro, es, cabe mencionar, y como este escrito ha pretendido establecer, congruente con el principio de acción o movimiento: naturaleza, que sujeto y objeto comparten.

Por ello, si se busca modificar la relación hombre-naturaleza, dicha modificación, desde el ámbito lingüístico, no parece estar dentro del concepto mismo, como una palabra que sustituye a otra, sino, más bien, en la modificación o reformulación de nuestro modelo de conocimiento sujeto-objeto.

La naturaleza hoy día plantea un desafío al lenguaje. “¿Por qué se va a decir que el color blanco de un papel es un blanco imperfecto? Querrá decirse más bien que el blanco perfecto, el concepto blanco perfecto es imperfecto para presentar ese papel. La imperfección no queda a cargo del color de papel sino de la idea” (Xavier Zubiri, Sobre la realidad).

Mientras el lenguaje subsuma su objeto, la convivencia e interacción entre sujeto-objeto consistirá más en un dualismo dicotómico, si se me permite la expresión, en lugar de un dualismo interactivo; es decir, consistirá más en un dualismo que plantea separación y división en la constitución misma del sujeto y del objeto, anulando así las posibilidades de interpretación y determinación por su convivencia e interacción.

* Profesor de Tiempo Completo de El Colegio de Morelos.