Un lenguaje desnaturalizado o una naturaleza lingüística

(Primera parte)

 

La burbuja del mundo ha de hincharse antes de explotar.

Alexandre Koyré

La problemática aquí planteada repercute en todo nuestro conocimiento y en todas nuestras actividades cotidianas. Bueno, quizá sea mejor decir que su repercusión dependerá de la valía y la importancia que para cada uno de nosotros tiene, en nuestras vidas, la presencia del lenguaje y la naturaleza.

El planteamiento de la problemática, entonces, consiste en preguntarnos, y caer en cuenta quizá, cómo el lenguaje con el que nos comunicamos y referimos hechos, situaciones o cosas, o, como J. L. Austin refiere, con el que hacemos también cosas, impacta en la concepción de la naturaleza en la que vivimos.

Dicho de otro modo: qué tipo de naturaleza el lenguaje nos permite concebir y expresar, así como, qué tipo de lenguaje la naturaleza nos permitiría concebir y expresar. Como podemos observar, la importancia del planteamiento radica, por un lado, en los límites de nuestro lenguaje, y por otro, en la apertura de la naturaleza; o, parafraseando a Wittgenstein, en que los límites de mi lenguaje no son los límites de mi mundo.

Para ello, llamo su atención entre dos tipos de lenguaje. Uno es el objetual, el cual se caracteriza por cosificar la realidad, esto es, por apreciar de lo real solamente aquellos rasgos que puedan ser medibles o cuantificables. Podemos decir que la naturaleza, para este lenguaje, es una cosa, como una silla, con un tamaño, un peso y dimensiones que se ajustan, incluso, al tamaño y al peso de un cuerpo humano, estándar además.

Y, sí, aunque una silla es un objeto que puede ser apreciado desde muchas otras perspectivas, como las sillas de Van Gogh, por poner sólo un ejemplo, nos resulta más fácil aceptar que la silla es una cosa a que la naturaleza lo es, no solamente por la establecida diferencia (aunque cada vez más cuestionada) entre lo vivo y lo inerte, la Bios y la Physis, sino porque, como Aristóteles dice, “la naturaleza propiamente dicha, [que] es la esencia de los seres […] tienen en sí y por sí mismos el principio de su movimiento”.

Cosificar la naturaleza, nuestra naturaleza, desde el lenguaje objetual, esto es, apreciarla solamente por los rasgos que son medibles o cuantificables, presupone estatificar o volver estático el movimiento que le y nos sustenta. “Como el cine -dice Bergson- cuya sensación de movimiento es la irreal yuxtaposición de fotogramas estáticos”; es decir, los ‘fotogramas estáticos’ corresponden a la cosificación de lo real/natural y el movimiento o la sensación de movimiento, en tanto que proviene de dichos fotogramas, es irreal/no natural; se estatifica.

Hasta aquí, hemos visto que el lenguaje importa en la concepción que tengamos de la realidad, la realidad natural en este caso. Hemos visto también que, incluso en su vertiente pragmatista o de uso, el lenguaje trae consigo, como W. Quine dice, un compromiso ontológico, esto es, un compromiso respecto al modo de concebir lo real. El compromiso del lenguaje objetual, según lo dicho hasta aquí, desnaturaliza nuestra condición humana y las posibilidades de acción que tendríamos si asimiláramos, abiertamente, las propiedades del movimiento. Veremos, más adelante, el segundo tipo de lenguaje, el conceptual.

* Profesor de Tiempo Completo de El Colegio de Morelos.