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SINTONÍA

 

Axel afinó su violín estando en uno de los escenarios más improbables para tocar música clásica. Con ingenio, el muchacho de ojos dulces y cabellera ondulada conectó las bocinas arriba de la montaña extendiendo cables kilométricos para conseguir la conexión. La historia sinfónica que aún no existía estaba por comenzar con la llegada de Elsa acompañada de su oboe y en particular de muchos deseos de interpretar las piezas que ambos habían ensayado día y noche durante los últimos meses. Escalas, arpegios y ejercicios con el arco para él, mientras que ella buscaba perfeccionar precisión y fluidez con su instrumento de aliento.

La mirada verde agua de Elsa volcada hacia el cielo le provocó un momento incierto de apertura del espacio, mismo que permaneció flotando en el aire, tal vez suspendido por alguna magia. Fue entonces cuando algo tan real como las notas musicales esparcidas en la naturaleza empezaron a convocar a los turistas y lugareños congregándolos en un lugar de ensoñación en el que todo parecía posible, incluso lo inalcanzable: “La retórica de las cuerdas y alientos de Bach”. Yair se sentó frente a la pareja de músicos, conectado a la frecuencia del amor de Helia, ambos con las manos entrelazadas, imaginando que los sueños si se pueden volver realidad en la música. De hecho, la ilusión más grande de Yair remontaba a su niñez cuando acudía con su padre a la tienda de instrumentos musicales, nada más para contemplarlos como piezas de museo inaccesibles e intocables debido a su corta edad. El tiempo pasó. El niño se convirtió en hombre. No obstante, la música seguía presente en su vida, aunque sin ejercer ningún papel en concreto. Él quería formular ideas musicales para hablar de mil formas por el mundo. Pedir la paz en el idioma universal, tan distinto del idioma de la guerra que no sabe de humanidad. Más que el violín, Yair escuchaba la sonoridad penetrante, mordente y algo nasal, incluso dulce y muy expresiva, del oboe a sus oídos. Por su cercanía con la voz humana, era sin duda su instrumento preferido. Helia adivinaba los pensamientos de su amado, no porque él fuera predecible, sino que lo conocía tan bien que no precisaba las palabras para entenderlo. Con el silencio bastaba. Después del concierto, quedó el aire sutil que seguía inmiscuyéndose entre las hojas de las plantas y escasos arboles alrededor, intentando reproducir las melodías aprendidas para seguir difundiendo sus vibraciones. Alex y Elsa de regreso cada uno a su casa planeaban en sintonía el concierto por venir en la ciudad, preguntándose si el mejor escenario no era precisamente aquel que no separa los músicos del público.

Yair despertó sudando. Se sentó para tomar una bocanada de aire y en un mismo movimiento regresar al sueño musical del que hubiera querido no salirse para seguir al infinito interpretando música con Helia a su lado.

Nota: Los sucesos y personajes retratados en esta historia son ficticios. Cualquier parecido con personas vivas o muertas, o con hechos actuales, del pasado o del futuro es coincidencia, o tal vez no tanto. Lo único cierto es que no existe manera de saberlo y que además no tiene la menor importancia. Creer o no creer es responsabilidad de los lectores.

*Escritora, guionista y académica de la UAEM