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Un lenguaje desnaturalizado o una naturaleza lingüística

 

“A la naturaleza le gusta esconderse”.

Heráclito

(Segunda parte)

La vida de la naturaleza o la naturaleza de lo vivo es tan movible. Por ejemplo, hoy día, hemos optado, hoy día, aunque es porque no nos queda ya de otra: ¡al fin tendimos nuestro lecho de Procusto!, cuestionar la realidad de los conceptos sobre lo natural que la realidad de lo natural. Cada vez se duda más que lo natural sea aquello que en sí mismo tiene, primaria y no accidentalmente, un principio o causa de movimiento; como Aristóteles contraargumenta: “porque la naturaleza es un principio y causa del movimiento” (Física), y, “[porque] principio significa capacidad de mover o ser movido” (Metafísica).

La hoja de un árbol, la gota de lluvia, la tierra de la montaña, el oxígeno que respiramos; nuestro cuerpo; en sí mismo, cada uno tiene el principio de su movimiento y debido a que en ellos está, primaria y no accidentalmente, la capacidad de cambio, decimos que son por naturaleza. En cambio, una silla, una mesa, una cama, no son por naturaleza, sino que son por la forma o, incluso podemos decir, por el concepto; por supuesto, importa el material con que están hechos, si es piedra, madera, bronce o hierro, pero sólo secundaria o accidentalmente ya que no le es esencial a la cosa u objeto, mientras que, como Aristóteles señala, “la naturaleza es un principio y causa del movimiento o del reposo en la cosa a la que pertenece primariamente y por sí misma, no por accidente” (Física).

Y es este aspecto conceptual-formal con relación a lo natural lo que, cada vez más, se pone en duda, a saber, si acaso podemos seguir considerando accidental a lo natural o continuar priorizando la forma o el concepto por encima de lo natural; si los objetos que no son por naturaleza, sino por forma, excluyen realmente todo principio o capacidad de movimiento o cambio; en fin, si actualmente lo natural, en cualquier objeto, le resulta accidental.

El desplazamiento conceptual exige, primero, tomar en cuenta una tradición. Por ejemplo, para Kant, el concepto brinda unidad a la multiplicidad que se recibe de la experiencia, “una síntesis según conceptos, porque ocurre según un fundamento común de unidad… [y] es pues necesaria la unidad en la síntesis de lo múltiple” (Crítica de la razón pura). Dicho de otro modo, primero se presenta lo múltiple, previa a toda conceptualización, y después, mediante la unidad que otorga el concepto, la multiplicidad presentada se representa.

Es decir, la unidad que el concepto nos brinda, otorga identidad y permite con ello señalar o referir entre toda esa multiplicidad, presentada en la experiencia, un objeto cualquiera; pero, a costa de qué: como Kant nos comparte, “es lo que significa la expresión: ‘un objeto está contenido en un concepto’” (Ibidem).

Dicho desplazamiento conceptual, al aceptar la presencia de lo natural en el objeto, al que, por tradición, ha pretendido subsumir, si pretende dar cuenta de ella, tendrá que incluir su principio de movilidad, y no en un rol secundario, sino prioritario, pues, al parecer, la naturaleza ha optado por dejar de esconderse.

* Profesor de Tiempo Completo de El Colegio de Morelos.