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Miguel A. Izquierdo S.

Era el año 1985 y por varias manifestaciones del magisterio, habían cesado a cinco o seis profesores. La mayoría de los líderes acumulaban múltiples faltas laborales y estaban a su vez amenazados de cese y en la desesperación por no encontrar una vía para la reinstalación de los despedidos, un sector del Consejo Central de Lucha Magisterial, acordó solicitar una citacon el gobernador, Lauro Ortega.

El día anterior a la cita, me localizó Martha Cortés, reconocida lider sindical del CCLM y profesora depreescolar, pidiéndome la acompañara a la cita con elgobernador, pues yo, en tanto simpatizante del movimiento y no amenazado de cese, podría hacerlo, no así varios de los líderes magisteriales. Eso hice y llegamos temprano, a la mansión del gobernador en Xochitepec.

Pasamos el primer portón de vigilancia, luego un segundo control con dos guaruras, y al final un jovennos condujo directamente al desayunador, pues como dijo, íbamos a desayunar con su patrón. Nos sorprendió el giro tomado por la cita, ya que esperábamos si acaso un diálogo.

Llegamos al enorme comedor y ahí estaba al centro una larga mesa de caoba o parota, de no menos de cinco metros de largo y metro y medio de ancho, con sussillas talladas que le daban un toque antiguo. Unenorme platón de cerámica lleno de frutas muy variadas alegraba la mesa. Esperamos por lo menos veinte minutos casi en silencio, yo más nervioso que ella, más conocedora del terreno, de las circunstancias políticas y del estilo del gobernador.

Cuando llegó, fue a saludarnos de mano y nos pidiócortésmente que desayunáramos con él, pues éramos sus invitados.

Martha, muy digna y atrevida, contestó de inmediato:

– Gracias, pero no venimos a desayunar, tenemos el encargo de solicitarle a nombre del movimiento magisterial la reinstalación de los despedidos. A eso hemos venido.

– ¡Ay muchachos!, todavía no nos conocemos y yaestamos tratando problemas, ¿quiénes son ustedes? Con su permiso, pero yo debo desayunar,ustedes en cualquier momento pueden pedir que les sirvan.

Con eso tomó el control de la plática, obligándonos a presentarnos y los meseros que iban a servirnos seretiraron. Después hizo algunas preguntas distractoras

como para dejar nuestro tema para más adelante y Martha, en cada una de ellas, después de contestarla secamente, le recordaba para qué habíamos ido.

– Ay maestra, -le decía él-, es usted muy obstinada y no quiere hacer amistad conmigo. Bien, dígame de qué trata su asunto.

Ella hizo el planteamiento breve de los despedidos por manifestarse conforme a la libertad de expresión y más, hasta que llegó al punto en que mencionó que él habíadado la orden de cesarlos. Ahí se zafó él de la responsabilidad:

– Yo ni los conozco, ¿cómo voy a despedir a quien no conozco? ¿Cómo creen, muchachos?

– Pues así fue.

– ¿Y dónde están ellos?

– Algunos tuvieron que salir de Morelos pues no les dan empleo por ningún lado acá, y deben alimentar a sus familias, aquí los tienen vetados, otro está sin trabajo y sigue aquí.

– Díganle a ese que venga a verme, le voy a dar trabajo a mi lado.

– No venimos a pedirle que le dé un trabajo de ayudante, sino a que lo reinstale en su plaza de maestro.

– Eso yo no puedo hacerlo muchachos, pero con mucho gusto le doy chamba conmigo.

Estuvieron jaloneando unos minutos sin dejar sus posiciones respectivas. Con cara de enojada, Marthame hizo la seña para retirarnos y nos despedimos delgobernador, el archiconocido político nacional. Lo suyoera una treta, dijo Martha.

Al día siguiente, ella informó de lo sucedido a su organización y semanas más tarde, entraba a laborar ese profesor en el séquito del gobernador. Sabía de sobra como cooptar a quien fuera necesario.

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