loader image

Septiembre 29 de 1965 * febrero 22 de 1987

Julián Vences

 

Por órdenes de don Fernando, su padre, al mozalbete MiguelMontiel Dirzo, octavo de trece hermanos, de un tobillo lo ataban en la troje, por no acatar la prohibición de montar becerros. Nunca faltó un alcahuete que lo liberara. Ni golpes paternos ni ruegos maternos consiguieron alejar a Miguel de los mortales lomos. Muy su gusto, quizá herencia genética de su abuelo materno que montaba a la usanza de antes, con espuela charra.

Niño de corta edad, presumió a su padrino de bautizo la camisa de retazos coloridos que llevaba puesta.

“Mire padrino, me la hizo mi madrina”.

“Arajo, ahijado, pareces una liebre, mejor dicho, un liebro”;quienes oyeron, se carcajearon. Así nació “El Liebro”.

“El Liebro” terminó la primaria y en lugar de ir a la secundaria ingresó a los corrales de toros. Le urgía montar para vivir. En la realidad vivía para montar.

Quince años ha de ver tenido cuando empezó a darse a conocer; al principio él iba donde había jaripeo, pero pronto lo empezaron a llamar, pues tenía carisma: atraía gente. A su apodo le nació apellido: “De Quetzalapa”. Que su apodo figurara en los carteles significaba que el jaripeo estaría perrón. Ni siquiera aparecía su nombre. Llenaba plazas. Brindaba montas espectaculares. Le quedaba a toros que otros no.

Llegó a la cima del éxito en 1985, el mismo año en que se había casado y un toro le había tumbado varios dientes. Veinte años tenía cuando ganó el campeonato nacional de jinetes celebrado en Iguala. Recibió, además de las codiciadas “Espuelas de Plata”, una cantidad considerable de billetes de alta denominación. Compró un terreno en Puente de Ixtla y arrancó la construcción de una casa.

A fines de 1986, en La Guadalupana de Cuautla, un toro le fracturó la espinilla. Se arrancó el yeso el día 21 de febreroporque ya se sentía bien. Al otro día se fue a montar en la Feria de Iguala. Solía viajar en el taxi de su cuñado Álvaro,“La Rabia” Manjarrez, pero como ese día éste trabajó en el Ingenio, lo llevó Lorenzo “El Chicol”.

“El Liebro” celebraba con su palomilla que le había ido bien con su monta. En eso le avisan que “El Canguro”, toro de la corrida de Juliantla no tenía jinete. Y como “El Liebro” nunca se rajaba, dobleteó. Después de todo, era guerrerense, aunque hacía años vivía en Jojutla.

“Uno, dos, tres…” contaba los reparos el narrador. Al caer de un brinco, el animalazo de quinientos kilos resbaló. La cabeza de “El Liebro” se estrelló en el suelo. El torazo lo aplastó. Cuentan que sangraba de oídos y nariz. Iba grave, muy grave. Manos canallas lo despojaron de sus preciadas “Espuelas de Plata”. Camino al hospital murió.

La madrugada del 23, “El Chicol” arribó a la colonia Pedro Amaro. Golpeó la puerta con insistencia. Fernando, el hermano mayor, abrió angustiado. La cara desecha del mensajero de dos metros de alto lo decía todo, entendió que su presagio de horas antes era real.

El cuerpo lo trajeron hasta las cuatro de la tarde. Don Beto Galarza, el ganadero, se hizo presente; donó la caja más un toro para barbacoa.

Las “tineras” arrimaron cerveza para el velorio y obsequiaron una lápida con el siguiente mensaje: “Este recuerdo se lo dedican sus amigas y compañeros del jaripeo. Tan dulce fuiste para todos nosotros en esta vida que al dejarnos sentimos el vacío profundo de la soledad, pero al resignarnos a tu ausencia vivirás en nuestros corazones una eternidad”.

Tres bandas de viento acompañaron el cortejo multitudinario. La gente ya había entrado al panteón y otros apenas iban saliendo de la iglesia de San Miguel.

Sepultado “El Liebro”, nació la leyenda. La leyenda agarró fuerza cuando al poco tiempo el ingeniero Andrés López Velazco compuso el corrido al valiente y joven jinete. La leyenda cogió vigor y se extendió desde que la otrora jovencita Norma Beatriz cantó el corrido por primera vez.

Ya pasaron 36 años. La leyenda perdura. Hoy por hoy, según “Jaripeo Rebelde”, en los jaripeos el corrido más solicitado es el de “El Liebro de Quetzalapa”, sea en plazas de la república mexicana o de los Estados Unidos.

* Relato escrito después de conversar con Enriqueta y Fernando, hermanos de “El Liebro” y Álvaro “La Rabia” Manjarrez, su cuñado, quienes amablemente facilitaron las fotos que aquí aparecen. Gracias.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *