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López Valle – Plascencia – Zamora

 

El pasado viernes 12 de abril, en la sala Siqueiros del Jardín Borda, el máximo recinto cultural de Morelos, la Dirección General de Museos y Exposiciones de la Secretaría de Turismo y Cultura, inauguró la exposición Tres de Tres, con la obra pictórica y escultórica de Ismael López Valle, Armando Plascencia Orendain y Pedro Zamora Sánchez, artistas plásticos de Yautepec. Esto fue posible gracias a las gestiones del museógrafo Luis Jiménez. A los tres artistas los conozco desde hace tiempo, y he tenido el privilegio de realizar proyectos de difusión artística. Comparto un par de reflexiones anotadas por quien esto escribe en el texto de sala de dicha exposición.

A la periferia del centralismo cultural, que ha signado el desarrollo de las artes plásticas y visuales en Morelos, junto a Cuautla, Tepoztlán y Tlayacapan (las exclusiones son a falta de espacio), Yautepec es territorio de inspiración para la creación artística. Durante las últimas cuatro décadas, desde la heterodoxia y la multidisciplina, en las tierras surianas se gestó una generación de artistas-promotores, de academia y autodidactas, convencida del poder transformador de las artes para la vida de las personas y de las comunidades.

Más allá de sus ámbitos de creación, la pintura, la escultura y la instalación, luego de una larga y sinuosa trayectoria de activismo cultural, López Valle, Plascencia Orendain y Zamora Sánchez, son integrantes de esa generación que, en y desde Yautepec, ha contribuido a la apropiación de espacios públicos, la cooperación con espacios privados, y a la creación de infraestructura como la Plaza del Arte Jorge Cázares Campos, la Casa de la Cultura Virginia Fábregas y el Museo Centro Cultural del Chinelo (MUCECCH) en Yautepec.

Desde hace 30 años, Ismael López, heredero del Instituto Regional de Bellas Artes de Morelos, ha hecho de la música y la plástica una simbiosis, un estilo de vida, que define su vocación como artista comprometido con diversas causas culturales, entre ellas la creación de festivales y exposiciones colectivas, así como a la apertura de espacios para las artes plásticas y visuales y la participación política de su gremio. Ismael le canta al pueblo y le pinta a la tradición. En la actualidad colabora en la formación de nuevas generaciones de artistas a través de sus talleres dominicales en la Casa de la Cultura de Yautepec.

Plascencia Orendain, egresado de la Escuela de Diseño del Instituto Nacional de Bellas Artes, es un prestidigitador que a través de su obra expresa sus afanes que rondan la ciencia, pero también el misterio: la búsqueda de la espiritualidad a través del fenómeno de la muerte y sus ensoñaciones, la observación de la naturaleza y el universo (materia y energía: “la materia -nos dice-, tiene ritmo porque siempre está en movimiento”). Esto es visible en los significados y en la pulcritud de sus esculturas o picto-esculturas.

Formado en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “LA ESMERALDA”, Pedro Zamora se destaca como un artista cuya obra es el reflejo de su vocación, espejo de reflexiones existenciales, pero también de exploraciones formales, a partir de la mixtura de técnicas -empleo de materiales y soportes-, de búsquedas formales -trazo, matiz, talla, paleta de color, manejo de luz, veladuras-, y rejuegos de esas tradiciones de ruptura y continuidad en las que se inscribe inevitablemente su trabajo, una obra honesta, íntima, festiva, heroica y de bronce, alegórica por sus metáforas de la identidad.

Resulta un acto de justicia cultural que una las salas del Borda haya abierto sus puertas para reconocer el talento y la trayectoria de tres creadores de la “provincia interior” morelense, cuya obra ha sido expuesta y colocada lo mismo en ferias, bienales de arte, museos comunitarios, y galerías de México y el extranjero, que en plataformas virtuales, canchas deportivas, parques, corredores de oficinas, restaurantes, plazas públicas, ayudantías, zoológicos, carreteras, atrios y claustros de exconventos. Se trata pues de una obra que ha asumido siempre una vocación social; es decir que, a pesar de las adversidades, la ceguera o ignorancia institucionales, siempre ha contribuido a garantizar a las personas y comunidades el derecho de acceso a servicios culturales, a la belleza.

Pero faltan muchos y muchas artistas y creadores de otros municipios. Pienso en algunos: un homenaje póstumo a la magnífica obra de Luis de Antuñano y otro al querido Adalberto Ríos Szalay, cuyo acervo es Memoria del Mundo-México-Unesco, pero también en el extraordinario fotógrafo Fernando Soto Vidal, que está celebrando cuatro décadas de trabajo, y cuya obra ha sido multipremiada. Incluso una magna exposición que haga homenaje al talentoso trabajo de quienes hacen fotografía en Morelos.

La creación artística en Morelos es profusa y poderosa entre la selva baja caducifolia, detrás de las montañas, más allá de Cuernavaca. No se la pueden perder.

Sí, si no es cultural, y comunitaria, es decir colectiva, no es transformación.

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Foto: Cortesía del autor