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Itinerario, trayecto, ruta, travesía -sinonimia de cocuyos al caer la tarde en la testa del hijo del librero que prosigue principiante su camino. MRG

El título de este libro, Dos granujas contra Revueltas, me recuerda algunos nombres de películas mexicanas de culto: Santo y Blue Demon contra los mounstros, de Gilberto Martínez Solares, y Los misterios del hampa, de Juan Orol. Pero no, ni el humor ni el surrealismo involuntarios de estos artífices de la edad dorada de nuestro cine tienen lugar en este poderoso cartucho de 623 páginas. La continuación del título aclara su pertenencia: Dos granujas contra Revueltas y otros ensayos político-literarios. Esos son los territorios que recorre el pensamiento crítico y la elegante y fulminante prosa de Mario Raúl Guzmán.

El libro abre con una cita de Witold Gombrowicz: “Yo no era nada, por lo tanto podía permitírmelo todo”, escribió ese polaco irreverente que en su Argentina del exilio con gracia desdeñó el reinado de Jorge Luis Borges. Y vaya que Mario Raúl se permite todo. No deja títere con cabeza, diría ese otro irreverente que fue Don Quijote. Su crítica es implacable, sobre todo contra la impostura, y se adhiere a esas palabras de Carlos Marx: “Si la construcción del futuro y el resultado final de todos los tiempos no es asunto nuestro, es todavía más claro lo que debemos lograr en el presente: me refiero a la crítica despiadada de todo lo que existe, despiadada en el sentido de que la crítica no retrocede ante sus propios resultados ni teme entrar en conflicto con los poderes establecidos”. El talante del poeta y periodista Mario Raúl elude la ´crítica constructiva´. Eso lo tiene muy claro. No cree en ella, cuando se trata de desenmascarar a tantos granujas que infestan nuestra realidad. ¿Cómo se puede ser constructivo con ellos?

Dos granujas contra Revueltas y otros ensayos político literarios es una cartografía de la realidad mexicana de los últimos 75 años. Mario Raúl Guzmán nos lleva a una expedición por las comunidades indígenas, la guerrilla, la depredación de nuestros recursos naturales, los cristeros, el canto rebelde de Judith Reyes, la práctica evasiva del rigor histórico en Fernando Benítez, Jorge Ibargüengoitia y Carlos Montemayor, la degradación como emblema del periodismo carroñero, la amargura de ser migrante y cruzar por los caminos del horror, la ciudad y sus pálpitos populares y festivos. Pero también la luz de la pasión en la obra de Cecilia Mancera, Dr Atl, Best Maugard, Inocencio Burgos, Carlos Coffin Serpas, Zalathiel Vargas, entre otros. Enumerar el contenido de Dos granujas contra Revueltas sería un ejercicio cuasi infinito, pero conviene detenerse en dos momentos que son ejes de esta obra.

No es casual que un libro como este tenga a José Revueltas como una presencia luminosa. El poder de su obra literaria y sus reflexiones sobre la realidad política de la segunda mitad del siglo XX mexicano, pero sobre todo su coherencia intelectual y humana, son una hermandad de la prosa contundente de Mario Raúl Guzmán. El texto que le da título al libro es una minuciosa disección de uno de los episodios más sórdidos y vergonzosos de la izquierda mexicana: cuando sus propios camaradas “le echaron montón, y él, a un tris de excomunión, retiró de la circulación su novela Los días terrenales y canceló las representaciones de El cuadrante de la Soledad, con lo que dio por terminada la puesta en escena de su pieza teatral justo al llegar a las cien representaciones”. Dos granujas, “periodistas militantes de aquel medioevo estalinista”, Enrique Ramírez y Ramírez y Juan Almagre, son pasados por la cuchilla filosa, precisa y muy reveladora de una época oscurantista, donde la conciencia y el proceder de un hombre a todas luces digno y sabio fueron vilipendiados. El tiempo se ha encargado de poner las cosas en su lugar. En el texto final de su libro, Mario Raúl Guzmán cita a Hegel: “El espíritu sólo conquista su verdad cuando es capaz de encontrarse a sí mismo en el absoluto desgarramiento”, y concluye así: “Si un escritor mexicano ha sido capaz de encontrarse sin miedo en semejante callejón sin salida, ese es José Revueltas”.

Hacia el final de esta enciclopedia de la crítica despiadada de todo lo que existe, se manifiesta una sucesión de textos que cuyo título es elocuente: “Cajón desastre. Notas para un análisis: el obradorismo, fase superior del priismo”. El autor rinde homenaje a Miguel Ángel Granados Chapa y su columna Plaza Pública, que siempre concluía con un Cajón de sastre. Se trata de una sucesión de textos breves, productos de la inmediatez, donde diversas acciones y decisiones del obradorismo son fustigadas, en un ejercicio que este país necesita, desde una independencia que de ninguna manera se afilia a ese esperpento horrendo y deprimente que es esa maloliente oposición política. La lectura que Mario Raúl Guzmán hace de nuestro presente convoca a un dialogo sin concesiones, con toda la pasión que pueda entrañar un sentido crítico que nos lleve a refundar este país.

Dos granujas contra Revueltas es un libro que nos revela la biografía de su autor. Entre líneas se va configurando su caminar. “Nacido en los cincuenta e hijo de un comunista desencantado”, Raúl Guzmán, un librero excepcional y muy querido, Mario Raúl es el reflejo de sus lecturas y de ese espíritu que, seguramente, le contagió su padre, y que desde muy joven le hizo decirle No a la autocomplacencia.

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