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Palimpsestos y ciudades intangibles
(primera parte)

 

Es un lugar común asociar a las ciudades con la imagen de los palimpsestos, es decir, aquellos manuscritos que fueron escritos y borrados en numerosas ocasiones, debido a la escasez de papiros y pergaminos en el siglo VII y que ahora utilizan los estudiosos para reconstruir el significado y coherencia de las distintas capas que componen sus páginas mediante avanzadas tecnologías de óptica digital. Si bien las ciudades se reconstruyen sobre sí mismas dejando vestigios en las distintas épocas que subsisten mediante signos incrustados en la construcción (arcos rellenados, cimientos enterrados o estructuras soportantes), la historia y vicisitudes de los edificios difícilmente pueden ser reelaborados por medio de fragmentos dispersos.

Desde una visión ligada a la semiótica, las ciudades conforman sistemas de signos urbanos que oscilan entre su función territorial y lo que representan como mensaje, significado o asociación. Dado que está en la misma naturaleza de las ciudades el transformarse en el tiempo, tiene sentido pensarlas como sistemas en donde se reconfiguran sus dimensiones funcionales o formales creando asociaciones semánticas que difieren de la intención original con la que adquirieron su significado. De este modo, el entorno edificado revela vínculos y conexiones con distintas funciones, espacios y épocas que permanecen en el tiempo como parte de un código cultural y temático.

Bajo dicho enfoque, la ciudad transmite distintos mensajes o narra distintas historias, según el código utilizado. Como explica el semiólogo Umberto Eco, en sus Viajes en hiperrealidad (1987): “la cadena de comunicación asume una fuente que, a través de un transmisor, emite una señal por medio de un canal; al final del canal, dicha señal es transformada por un receptor en un mensaje para el destinatario. Dado que la señal tiene que atravesar el canal, puede ser alterada por ruido, por lo que uno debe ser redundante con el mensaje para que la información se transmita claramente. Sin embargo, el otro requerimiento fundamental en esta cadena es el código, que es compartido entre la fuente y el destinatario”.

Por lo tanto, se puede sugerir que las ciudades contienen una gran variedad de códigos que son compartidos por grupos específicos de sus habitantes. Por ejemplo, en las ciudades con fuerte tradición católica existe una multiplicidad de signos dirigidos a los fieles que comparten dicho código: cruces incrustadas en los muros, capillas posas, oratorios, santuarios e iglesias; o bien los Sacri Monti de la tradición lombarda del siglo XV que se configuraban mediante una sucesión de capillas esparcidas en determinados cerros, las cuales representaban diversos momentos de la historia sacra del norte de la Italia renacentista. Las capillas estaban destinadas a ser recorridas por los peregrinos de acuerdo con el orden de cada historia sacra y dentro de un complejo devocional cuyo recorrido procesional culminaba en el Santo Sepulcro.

El código, en este caso, demandaba el conocimiento de las señales en el territorio para comprender los mensajes; entonces, tanto el recorrido como las capillas funcionaban como canales en los que se materializa la información codificada y el mensaje se traducía en un acto de purificación y religiosidad. Pero en la cadena descrita el receptor transforma la señal en un mensaje al que, sin embargo, pueden atribuírsele distintos significados, según el código que se aplique. Por lo tanto, el sentido de dicha procesión requería necesariamente del manejo de un código específico para que la experiencia fuera significativa, en el sentido para el cual fue diseñada.

En síntesis, las ciudades, al igual que los palimpsestos, son entidades complejas que se reconstruyen sobre sí mismas, conservando vestigios de distintas épocas y significados. A partir del significado, las ciudades conforman sistemas de signos urbanos que transmiten mensajes y narran historias a través de códigos compartidos por grupos específicos de habitantes. Estos códigos pueden variar según la tradición, la cultura o la religión, pero son esenciales para interpretar y dar sentido a los espacios construidos. Así, las ciudades se convierten en canales a través de los cuales se materializan y se traducen los mensajes codificados, proporcionando experiencias significativas a aquellos que comprenden dichos códigos.

Sacri Monti en Lombardía- Imagen Elio Pallard.