Afra Citlalli Mejía Lara*
Recientemente se publicó Redescubriendo el Archivo Etnográfico Audiovisual (Elefanta Editorial-UAM), premiado por la CANIEM y con la mención honorífica del García Cubas. El libro se aproxima al acervo Alfonso Muñoz del Instituto Mexicano de Pueblo Indígenas (IMPI), el cual comprende alrededor de 50 películas de diferentes duraciones y material fílmico sin editar, realizado entre los años 1978-1995 por parte del entonces Instituto Nacional Indigenista (INI). El Archivo Etnográfico Audiovisual (AEA) contiene la producción de cine sobre los pueblos indígenas realizada desde el gobierno, y este libro la explora, analizando el proceso de transición de una política pública indigenista —que dominó gran parte del siglo XX y en un inicio pretendió modernizar a los pueblos para “civilizarlos” (sic). En aquella época indigenista, el cine tenía la función de reforzar el discurso oficial del proyecto de país al que se había apostado. Por ejemplo, en el libro, Aleksandra Jablonska analiza películas donde se mira a los niños indígenas de los albergues infantiles del INI con lástima, y se describe a los “pueblos originarios como atrasados, sumidos en la pobreza y carencias culturales”. Una de las características de estas películas era que los indígenas no hablaban, y las acciones gubernamentales eran narradas en voz en off.
Pero como decía antes, la política indigenista tuvo proceso de transición que desde el punto de vista meramente antropológico se conoce como “la nueva antropología” de la década de 1960, la cual se pronunció contra la política integracionista de los pueblos indios y defendía el reconocimiento de su valor cultural. No huelga decir que esto generó una crisis al interior mismo del INI.
Este libro, pues, evidencia la gran paradoja de la política indigenista y del papel de la fotografía y el cine en esa transición, ya que si en las primeras décadas la política indigenista buscaba integración de los pueblos indios a la cultura mestiza, pareciera que en los años 70 fue al revés, sobre todo cuando algunas de las autoridades del INI se alarmaron de que lo estaban logrando… y corrieron por las cámaras de foto y cine para filmar lo que todavía quedara de las culturas indígenas, de sus tradiciones y lenguas. Pareciera entonces que la creación en 1977 del Archivo fue parte de ese impulso. Tal y como menciona Antonio Zirión, coordinador del libro, la creación del Archivo fue “motivada por un espíritu de rescate o salvamento de culturas en peligro de extinción”. Esta tradición de etnografía folclorista puede observarse en el texto Eréndira Martínez Almonte, quien analiza documentales como el de Cruz Ochurte Kilihua, cuyo material, de enorme importancia etnográfica, contiene a los últimos hablantes de esta lengua.
Pero además del cine etnográfico, este libro da cuenta de otros procesos de esa transición: el cine de autor y el cine crítico e incluso militante. El cine crítico se dio en una generación de cineastas invitados a colaborar con el AEA. Por ejemplo, las películas de Luis Mandoki —que aborda Claudia Arroyo— registran la miseria y el desplazamiento forzado del pueblo mazateco. Hay, en estas películas, una disposición distinta: se escucha a los sujetos en su lengua y ya no hay una voz en off.
Finalmente el último proceso de esta transición fue el lanzamiento del proyecto de Transferencia de Medios Audiovisuales a Organizaciones y Comunidades Indígenas que tenía como objetivo lograr que las organizaciones indígenas produjeran sus propios programas radiofónicos y audiovisuales. De acuerdo al el texto de Alberto Cuevas Martínez, “entre 1990 y 1994, se repartieron 37 unidades de video a 19 grupos originarios de 14 estados de México, con lo cual se produjeron 120 programas y 1,512 horas de material de registro”.
El libro nos muestra que el proyecto indigenista afortunadamente no logró integrar a la cultura mestiza a todos los indígenas de nuestro país. En su texto Eréndira Martínez Almonte menciona que a 25 años de aquella grabación de los últimos hablantes kiliwa, ahora hay toda una generación de jóvenes que se asumen como kiliwa y que aquel documental se ha convertido en parte de la memoria visual de estos jóvenes “quienes pese a la pérdida de su lengua aún están, existen y resisten”.
Hoy en día existe una creciente generación de cineastas indígenas y muchos de ellos mencionan como antecedente de su quehacer al proyecto de Transferencia de Medios en sus comunidades, sobre todo en Oaxaca, Chiapas y Yucatán, con lo cual me parece que además de su valor etnográfico, este libro es fundamental, al mirar la semilla de un fenómeno creciente. Para estos cineastas indígenas, que ahora ya producen sus propias películas y que las llevan a festivales , el cine ya no es solo una herramienta para atrapar la vida cultural de los pueblos antes de que desaparezca, sino es una herramienta de vida, de dignidad y de resistencia.
Afra Citlalli Mejía Lara es codirectora de Documental Mexicano y miembro de la Red de Estudios Visuales Latinoamericanos. Recientemente, presentó Redescubriendo el Archivo Etnográfico Audiovisual en la FIL de Guadalajara. Emiliano Becerril la invita a reflexionar sobre el libro.