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Los vecinos de por lo menos diez pueblos del sur de Morelos están angustiados pues el manantial “Chihuahuita”, del que dependen para su abastecimiento de agua, está dando muestras de agotamiento.

Más allá de la temporada de estiaje, en donde pozos y manantiales disminuyen su descarga, el “Chihuahuita” ya lleva varios años de disminución constante y este año, dicen los vecinos, ha alcanzado una baja histórica y creen que, de seguir como va, el manantial ubicado en el municipio de Emiliano Zapata, ya no podrá entregar líquido a las comunidades de San Miguel 30 y Santa Rosa 30, en Tlaltizapán, ni a la cabecera municipal de Xoxocotla, lo que implica una afectación de por lo menos siete mil personas.

El manantial aporta prácticamente la totalidad de agua que usan por lo menos otras siete comunidades y su actual cauce de tres litros por segundo ya es insuficiente para todas ellas que, en conjunto, necesitan por lo menos cinco.

El problema no es nuevo, y las angustias de los vecinos tampoco. Desde hace por lo menos un par de años, han percibido que el flujo de agua ha ido a la baja y hasta detectaron varios problemas que aún no han solucionado: uso del agua del manantial de manera indiscriminada para la agricultura y una serie de fugas en las tuberías que trasladan el líquido a los usuarios.

Sin embargo, la morosidad de muchos vecinos para pagar las cuotas por el servicio de agua que permitirían evitar el desperdicio, no soluciona el hecho de que, en realidad, el “Chihuahuita” se está agotando.

Resulta que los manantiales “perennes” -como el “Chihuahuita”- no lo son tanto pues no solo la tierra está viva -recuérdese que el terremoto del 2017 secó varios manantiales y redujo el brote de muchos más; también ha influido la acción humana, que se ha obstinado en sobreexplotar los mantos acuíferos, extrayéndoles más líquido del que logran recuperar de manera natural, proceso que también ha afectado el hombre con la deforestación y la urbanización.

Dos de los cuatro acuíferos de Morelos ya presentan estrés hídrico, es decir, sus niveles de agua ya están en números rojos pues sale más de la que entra, y la disposición del líquido se complica con el tiempo. Según la Comisión Estatal del Agua (CEAGUA) en la actualidad el 80 por ciento de la población del estado necesita, temporal o permanentemente, el servicio de tandeo para acceder al agua.

Pero hay soluciones. En otros países -como en España- han logrado conservar sus manantiales regulando su aprovechamiento en la agricultura y estableciendo sistemas de uso de agua depurada para tales fines; también se han impedido y cancelado pozos irregulares y, en medidas de largo aliento, han emprendido grandes tareas de recuperación de zonas boscosas y hasta han buscado alternativas de pavimentación permeables.

La situación del “Chihuahuita” nos sirve de ejemplo de lo que podría suceder con otras fuentes de agua en el estado y, lejos de atestiguar el fenómeno como algo inevitable, deberíamos tomar cartas en el asunto no solo para evitar que tal situación se generalice, sino, también, para que se revierta.

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