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En la entrega anterior se dio cuenta de la personalidad del general Carlos Pacheco, segundo gobernador constitucional de Morelos en 1876, prominente militar, político y administrador público. Narré la anécdota épica de como a pesar de su condición de invalido de guerra, sin un brazo y una pierna, Pacheco se desplazó a la zona del Cañón de Lobos y conferenció con los Plateados, evitando que saquearan Cuernavaca, acción con la cual salvó a la capital del estado de una catástrofe de proporciones mayores.

Francisco Rubí oriundo de Tétela del Monte, uno de los pueblos originarios de Cuernavaca, es un personaje querido y apreciado en su ciudad. Destaca como Notario Público, pero también como un reconocido hombre de a caballo, conocedor de la figura del general Emiliano Zapata y la historia morelense. A propósito de lo publicado alrededor de Carlos Pacheco, Pancho Rubí como lo llamamos sus amigos, me recordó una página olvidada pero trascendente en torno a la historia de Cuernavaca y al fervor popular, la batalla y el Cristo de la Cazahuatera.

Las cazahuateras son los campos donde abundan los cazahuates, árbol característico de los parajes secos morelenses, sobresalen por su corteza amarilla, pero sobre todo por sus bellas flores blancas también conocidas como la flor del venado. Cuando florecen, las cazahuateras, parecen a lo lejos estar cubiertas de nieve, lo cual entraña un espectáculo visual que contrasta con lo agreste del campo morelense.

Resulta que tras negociar con los plateados y salvar a Cuernavaca, Pacheco no se quedó de brazos cruzados, era un hombre enérgico y de acción, sabia también que no se podía confiar en la palabra de los bandidos. Si bien ante la falta de tropas, logró contener el ataque conferenciando, se dedicó de inmediato a reclutar una fuerza suficiente para poder hacer frente a una futura incursión de los bandidos. Los acontecimientos dieron la razón al gobernador y los Plateados amagaron de nueva cuenta Cuernavaca, pero entonces fueron repelidos y derrotados por los soldados y voluntarios del general Carlos Pacheco.

La batalla se dio en una cazahuatera en los campos donde ahora se encuentran el Seguro Social de Plan de Ayala y el entronque con el Boulevard Cuauhnahuac. Entre los defensores de la ciudad se encontró un vecino del pueblo de San Juan Chapultepec de oficio carpintero, quien fue herido en el fragor del combate. El carpintero entonces se abrazó al tronco de un árbol para protegerse, en medio de los disparos imploró a Cristo que lo salvara. Salió con vida del enfrentamiento y asombrosamente sanó sus heridas, entonces en agradecimiento regresó al lugar, corto una rama del árbol al cual se había aferrado, con ella elaboró un cruz que depositó en la iglesia del pueblo de San Juan Chapultepec, en el templo se le añadió una talla de un Cristo y que a partir de entonces fue conocido como el Cristo de las Batallas o el Cristo de la Cazahuatera, al pie de la cruz se colocó una placa que decía “Cristo de la batalla de la Cazahuatera, donde se salvó Cuernavaca de la toma de los Plateados”

Previó a escribir estas líneas, fui a la mencionada iglesia buscando fotografiar la cruz y la escultura, el templo virreinal se encuentra en buenas condiciones, con algunas pinturas y tallas de valor, pero desafortunadamente no encontré ni el Cristo ni la placa. Entonces consulte al cronista Juan José Landa, quien conoce bien la historia y me contó que, en 1998 unos ladrones entraron a robar al templo y se llevaron la afamada cruz con la talla del Cristo de las Batallas, nunca se recuperó. Landa a su vez, cree que la cruz fue hecha con el tronco de un guayabo o algún otro árbol, pues la madera del cazahuate no es de consistencia dura.

Cuernavaca cuenta con piezas de arte sacro que son entrañables para los fieles y patrimonio de la comunidad en general, como la Virgen de Guadalupe del Calvario o bien el primitivo relieve en piedra también de una Guadalupana en el sotocoro de la catedral. El Cristo de las Batallas, también lo es, aunque ahora desafortunadamente solo en la memoria. Agradezco y reconozco a Pancho Rubí y Juan José Landa mantener viva nuestra identidad y memoria histórica con el recuerdo de las acciones de un gran gobernador como lo fue el general Carlos Pacheco, pero también de la cruz y el Cristo de las Batallas, manifestación de devoción local y único testimonio que existió de la Batalla de la Cazahuatera.

*Escritor y cronista morelense.

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Cristo de las Batallas / Imagen cortesía del autor