La preocupación de Iván Illich era el desarrollo físico, espiritual e intelectual del hombre: Erich Fromm

(2ª. Parte)

 

Iván Illich, el gran pensador de origen un tanto incierto, aunque varios coinciden en que fue austriaco, no tuvo una infancia fácil. De madre judía, lo ocultaron de jovencito cambiándole el nombre para protegerlo del nazismo. Esto no le impidió dedicar toda su vida a estudiar idiomas (hablaba 14) y los cambios que tanto la Iglesia católica como la sociedad moderna requerían para crecer y poder sobrevivir. Aquí, concluimos uno de sus espléndidos estudios, llamado: La Elocuencia del Silencio que me proporcionó Miguel Ángel Rubí Díaz, quien laboró en el CIDOC cuando joven. Así, leemos en Monseñor Iván Illich lo siguiente:

 

“Si clasificáramos los silencios el primer lugar lo ocuparía el silencio del mero oyente, es un silencio mediante el cual el mensaje de los otros se hace ´él con los otros´ o sea es el silencio del profundo interés. Pero éste puede ser amenazado por otro silencio, el silencio de la indiferencia, que asume que no hay nada que yo quiera o pueda recibir de la comunicación del otro porque ya lo sé todo. Este es el silencio ominoso de la esposa que, como si fuera una figura de palo, escucha a su marido relatarle fervorosamente una serie de pequeñeces”.

“Es el mismo silencio del cristiano que lee el Evangelio con la actitud de conocerlo de cabo a rabo. Es el silencio de la piedra –que está muerta porque no se relaciona con la vida. Es el silencio del misionero que nunca comprendió el milagro de ser un extranjero oyente, lo cual es un mayor testimonio de amor del que meramente habla. El hombre que nos muestra que conoce el ritmo de nuestro silencio está mucho más cerca de nosotros que aquel que cree que sabe hablar”.

“Mientras mayor sea la distancia entre los dos mundos, mayor muestra de amor será este silencio del interés en escuchar al otro. Es fácil para la mayoría de los norteamericanos escuchar comentarios sobre futbol; pero un gran signo de amor…es el silencio con que el cura urbano escucha con atención, por ejemplo, los casuales datos de la enfermedad que le cuenta un compañero ocasional de asiento en el autobús”. Para Illich que formaba misioneros norteamericanos antes de enviarlos a su destino final, sabía que el fruto verdadero que impartía de formación misionera requería de un largo entrenamiento y paciencia”.

Y créanme queridos lectores, que no es fácil entender, realmente comprender a don Iván. Vean si no. Illich opinaba que “no hay distancia más grande que la que existe entre un hombre que está rezando –mecánicamente- y Dios. Solo cuando esta distancia asoma en la conciencia puede desarrollarse el silencio agradecido de la disposición paciente. Ese debe haber sido el silencio de la Virgen ante el Ave, que le permitió convertirse en el modelo eterno de la claridad ante la Palabra. Fue debido a ese profundo silencio que la Palabra pudo recibir la Carne”.

“Únicamente en la oración de quien escucha silenciosamente puede el cristiano adquirir el hábito de este primer silencio a partir del cual la Palabra nace en una cultura extranjera. Esta Palabra, concebida en el silencio, crece también en el silencio”.

Cuando le pregunto a Rubí Díaz, cómo le hacía él para entenderlo, me contesta que de alguna manera “platicaba continuamente con Iván y con Valentina Borremans su asistente más cercana a él, encargada tanto de su agenda como de la investigación de la religiosidad en América Latina, tema que le apasionaba a Iván. Y así veíamos que se requiere más esfuerzo, tiempo y delicadeza para aprender el silencio de un pueblo que para aprender sus sonidos”.

“Lo que también era formidable en Illich, es que era un gran apoyador de todo aquel que manifestara su interés por estudiar o trabajar en algo en específico, cuando vio mi afición a la fotografía, sin decirme nada, me tramitó una beca para irme a tomar un curso de Fotografía y Publicidad a Alemania y me lo informó con estas palabras que por supuesto no admitían réplica: “Tienes un mes para arreglar tus asuntos y poder viajar a Alemania”.

Pero no solo la gente que se formó al lado de este singular sacerdote opinaba sobre él, también el gran psicoanalista Dr. Erich Fromm que vivió durante años en Cuernavaca escribió en la introducción de su libro Alternativas, lo siguiente: “Veo el gran valor en los escritos del Dr. Illich precisamente en el hecho de que representan el radicalismo humanista en su aspecto más pleno e imaginativo”. El autor (Illich), añade Fromm, “es un hombre de particular coraje, gran vitalidad, erudición, brillo extraordinario, fértil imaginación y todo su pensamiento está basado en su preocupación por el desarrollo físico espiritual e intelectual del hombre”. ¿Qué tal eh? Y seguimos.

Imagen en blanco y negro de un hombre sonriendo

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Ivan Illich en Múnich, Alemania en 1976. Foto: Miguel Ángel Rubí Díaz.