(Primera parte)

 

Fíjense queridos lectores que a Monseñor Iván Illich, en vida, solo lo vi una vez. Fue en el funeral del obispo Sergio Méndez Arceo en la Catedral de Cuernavaca, él estaba en profunda oración con una flor entre sus manos juntas frente a su rostro, así que ni pensar en interrumpirlo para pedir una entrevista. Luego ya no lo vi. Pero el CIDOC, su obra cumbre, siempre ha permanecido en la mente de muchos, incluida en la de quien esto escribe.

Cuando este personaje fundó en 1961 en Cuernavaca el Centro Intercultural de Documentación, más conocido por el acrónimo CIDOC, era yo casi una niña, pero al crecer tampoco lo pude conocer porque antes de cerrar más tarde sus puertas, Iván Illich, pensador polifacético y polémico, clasificado como brillante anarquista y autor de una serie de críticas a las instituciones claves del progreso en la cultura moderna, a la par, ya era requerido en Roma por la Congregación de la Fe -la moderna Inquisición-, para juzgarlo.

Pero antes de cerrar sus puertas, lo que ocurrió en 1976, al pedir licencia dio a sus maestros que impartían español un año de plazo para que abrieran ellos mismos sus escuelas, lo que así sucedió. Por lo que a decir de varios maestros que imparten español, a Iván Illich se le debe prioritariamente el esplendor de Cuernavaca como centro de enseñanza de nuestro idioma, auge que terminó con la creciente violencia que impera en la entidad.

Pero al cierre del CIDOC, a llich, ya famoso internacionalmente, se le requería en varias partes del mundo, sobre todo en Europa central, para impartir cursos y conferencias. De hecho, al morir el 2 de dic. de 2002, pese a su avanzado cáncer cerebral que se le reflejaba también en uno de los lados de su rostro, se encontraba en Bremen, Alemania, dando un curso. Y a decir de muchos de sus seguidores, que piden guardar su anonimato, su tumba en Ocotepec, al norte de Cuernavaca y que cuidan con esmero, se encuentra vacía.

A Illich en su momento se le acusó de ser un crítico de la educación escolar, de la medicina profesional y de patente, así como del trabajo ajeno y no creador y sobre todo del consumismo voraz de energía necesaria para el desarrollo económico como una negación de la equidad y la justicia social, entre otros temas por lo que su obra se inscribe dentro de las corrientes anti industriales. Y su auge, que surgió a partir de 1970, cayó luego en un aparente olvido, pero su lectura que está ligada al surgimiento de diversos movimientos sociales ambientalistas, equidad, minorías, etc., se anticipó al Club de Roma, al vaticinar que de seguir la sociedad a ese ritmo, pondría en riesgo la vida en la tierra.

En su época de fama, aunque CIDOC fue visitado por numerosas personalidades y pensadores de la época de los 60 y 70s. del siglo pasado que buscaban a Iván Illich (1926-2002) por sus pensamientos de avanzada, su origen curiosamente es un tanto incierto, de manera oficial se dice que era austriaco, nacido en Viena, otros aseguran que era croata.

La realidad es que, -a decir de Jean Robert brillante discípulo suizo de Iván con quien platiqué al respecto, en Cuernavaca donde radicó gran parte de su vida con su esposa Silvia Marcos-, me confió que “Illich fue hijo de madre judía y de padre un tanto aristócrata y que, dado que desde temprana edad destacó por su inteligencia y su capacidad de aprender idiomas, fue ocultado por su padre en instituciones católicas para salvaguardarlo del nazismo (nacionalsocialismo). Con el tiempo se hizo sacerdote y al llegar a E.U. después de ocupar muy altos cargos en la jerarquía vaticana, se dio cuenta que los misioneros que enviaban a América Latina desconocían los lugares a los que los destinaban y ni siquiera hablaban español”, termina la cita de Jean Robert QEPD.

Así es que cuando recibí una invitación para asistir a un desayuno por parte de la doctora Guadalupe Ángeles Chimal del Grupo Amigos de Cuauhnáhuac, en donde habría un orador que había sido cofundador con Illich del CIDOC, brinqué del gusto. Anunciaban al Prof. Hermilo Brito Cerón. Era un sobreviviente de esa formidable época que acompañó a Iván desde su fundación en el Hotel Chulavista, primera sede del CIDOC y quien lo trató a lo largo de su vida activa en Cuernavaca.

Al llegar a la tradicional Posada Tlaltenango me llevé la sorpresa de encontrar a otros dos sobrevivientes del CIDOC. Así es que más allá de la breve plática, les pedí una posterior entrevista. Lo cual sucedió, pero antes, le pregunté a la Dra. Ángeles Chimal, cómo los había conocido a lo que me respondió: “Fíjate Lya que cuando estudiaba yo el séptimo semestre de Medicina en la UAEM, era yo una estudiante rebelde y crítica, no me conformaba con solo las clases, así que busqué trabajar y di con Brito Cerón que era director de Ideal Spanish Institute, ahí ingresé a trabajar como instructora de español. Así, en ese plantel, legado de Iván Illich, entré en contacto con ese formidable mundo”, Y yo con ella de la mano queridos amigos. Y seguiremos.

Diversas imágenes de Iván Illlich en el CIDOC. Fotografía de José Luis Castillo.