¿Ocaso del Centro Cultural Borda?

 

El Palacio de Cortés, hoy Museo Regional de las Culturas de los Pueblos de Morelos, y el Centro Cultural Jardín (de la) Borda, son los máximos recintos culturales y escénicos de la entidad. Su puesta en valor ha sido, la mayor de las veces, desafortunada e inconsistente, unas veces a consecuencia de fenómenos naturales como el sismo del diecinueve de septiembre de 2017, y otras como resultado de la ausencia de políticas culturales públicas poco asertivas, por falta de presupuesto, pero también por falta de visión de algunos de sus directivos.

Durante siglos, y especialmente en las últimas décadas, ésos inmuebles, cuya vocación original estuvo destinada a la habitación y a la administración de los bienes de sus propietarios originales, el polémico conquistador Hernán Cortés y el rico minero de la plata José de la Borda, han albergado obras y actividades en sus salas, galerías, lagos, jardines, escenarios, corredores y patios.

Hace unos días, en un escueto comunicado, la Secretaría de Turismo y Cultura de Morelos anunció el cierre por un año del Centro Cultural Jardín Borda. La noticia no sorprende, durante la anterior administración de Graco Ramírez, a través de la titular de la recientemente creada Secretaría de Cultura, Cristina Faesler, gestionó el proyecto de “Rehabilitación y Equipamiento del Centro Cultural Jardín Borda”, junto con la “Rehabilitación y Equipamiento del Cine Morelos”, y la “Rehabilitación y Equipamiento del Museo Casa Zapata”, cofinanciados con recursos otorgados por el Programa de Apoyo a la Infraestructura Cultural de los Estados (PAICE) y el Gobierno del Estado de Morelos a través de la Secretaría de Cultura, cuyo monto ascendió a $27,075,000.01 (Veintisiete Millones Setenta y Cinco Mil Pesos 01/100 M.N). Para entonces el Borda ya había sido intervenido en varias ocasiones, durante las administraciones de Mercedes Iturbe y Martha Ketchum, en las que se rehabilitaron salas, techumbres, aplanados, pisos, corredores, jardineras y equipó la sala Manuel M. Ponce entre otros espacios museográficos y escénicos como El Foro del Lago.

El proyecto del graquismo fue un fiasco y hoy salta a la vista. En su momento lo denuncié y documenté en 2016, cuando formé parte de la Contraloría Social y presenté mi renuncia debido a lo que advertí como un caótico y despilfarrador proyecto sin pies ni cabeza. Entonces señalé que, al ser un proyecto vivo, la rigurosidad técnica y el acompañamiento del INAH era algo imprescindible. Siempre objeté la falta de claridad entre el proyecto planteado y autorizado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia y el desarrollo cotidiano de la obra, acciones interpretativas diletantes de rehabilitación, reconstrucción, construcción, restauración, remodelación. Para ejemplos la reapertura de famoso vano preexistente en el muso sur del callejón Borda, la ausencia inicial de cédulas de obra, y de una unidad informativa para la socialización del proyecto, así como la demolición-reconstrucción-demolición-reconstrucción del arriate sureste, sin dejar de mencionar el colapso en diversos tramos del muro poniente.

Esas controversias, sobre las anomalías en el proceso de ejecución de los trabajos del Proyecto Estratégico “Rehabilitación y Equipamiento del Centro Cultural Jardín Borda”, por parte de la empresa Distribuidora SUME MG S.A de C.V (Licitación pública Número SOP-SSES-DGN-LP-F.-00122015) las observé en diversas reuniones con el entonces personal técnico de la Secretaría de Obras Públicas, el área de infraestructura cultural de la Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado y del jurídico y Departamento de Monumentos Históricos del INAH-Morelos.

Rememoro aquella experiencia desastrosa porque al paso del tiempo, nuevamente ese proyecto de restauración hoy se pone a prueba, ante situaciones verdaderamente ridículas, como el desconocimiento de las ingenierías, específicamente del sistema de drenaje del espacio, una de las razones por las que se cierra al público. En una década, entre el cierre por aquella cuestionable restauración y el confinamiento de la pandemia, así como su carácter acéfalo, y sobre todo por la falta de presupuesto para actividades evidencian un abandono institucional por parte del Gobierno del Estado de Morelos

Todo lo anterior me lleva a pensar que, a pesar de algunos trabajos, como Espacio y Tiempo del Museo Regional Cuauhnáhuac. Palacio de Cortés del historiador José Luis Martínez, 60 Artistas plásticos en el Borda de la crítica de arte María Gabriela Dumay, y El Jardín de la Borda. Una historia con herencia novohispana del cronista Heberto González de Matos, y algunos catálogos de exposición, o el libro jardín Borda, presentado a finales de 2018, con la colaboración de diversos cronistas y escritores, resulta penoso que no contemos con un centro de documentación de la infraestructura cultural estatal, especialmente con el espacio que ha sido el epicentro de las artes plásticas en Morelos, testimonio del desarrollo cultural de creadores nacionales y extranjeros, algunas veces elitista, otras simplemente un cementerio que parece negarse a morir. Sus historias son una historia aún no narrada.

La relativa juventud de espacios como el Museo Robert Brady (Fideicomiso privado), el Museo de la Ciudad de Cuernavaca (Municipal), el Museo Morelense de Arte Popular, el Museo de Arte Indígena Contemporáneo, el Museo Morelense de Arte Contemporáneo Juan Soriano (Fideicomiso público), o incluso lugares como el Teatro Ocampo o el Auditorio Teopanzolco (Fideicomiso público), nos deben alertar. En el futuro, resulta imprescindible la articulación del sistema cultural estatal. El Borda bien podría ser la residencia de una nueva museología social que articule el sistema estatal de museos, para su investigación, estudio y documentación. Es imprescindible.

Si no es cultural, no es transformación.