Desde hace no tanto que me levanto pensando en lo que será mi día. Es una forma de alinear el perímetro de mis acciones.

Casi siempre hay un plan trazado, una lista de tareas, porque toda vida acaba por ser eso, una lista de pendientes; escuela, vida, hijos, algunos triunfos, unas cuantas derrotas y con suerte una muerte silenciosa, quietita en medio de la noche que no moleste a nadie.

Por naturaleza no soy muy diferente a cualquier otra persona, ni por tanto especial, me despierto amodorrado en medio de la mañana, miserable como cualquiera con la luz bajita, a ritmo forzado me tiro una ducha en la cabeza para accionar o prender la chispa que me haga sentir vivo, la que me haga arrancar con la lista de vida que me he creado.

Aún así, siempre dejo un hueco en el itinerario para dejarme sorprender por algo, algo que no esté escrito en esa sucesión de tareas, y que es una especie de magia que revolotea allá donde la poesía se encuentra, donde la vida susurra cosas que después se vuelven un motivo de vida, o tu pareja, o un trabajo que harás por años, pero no lo sabes, porque si la vida te dice algo, nunca te lo dice gritando, te lo dice bajito, por eso hay que estar despierto, tirarse agua en la cabeza para poder escuchar.

Por azar, estos últimos meses me he envuelto en la cultura española. Todo empezó por suscribirme al boletín semanal de Pedro Ramos que me llevó a otro, y a otro, y a otro. Hoy día me leo cinco a la semana, todos de autores españoles.

Me gusta su forma de pensar, y me hace recordar mis cortas estancias en España, en el calor abrazador del mediterráneo, en sus terrazas y su comida de mar, en el puerto de Bilbao y en su playa donde nadé con Sebastián y Vera. En las ostras frescas que eran como comerse el mar en el mercado de Cádiz, en el jamón de avellanas, en la forma violenta de hablar de los españoles pero llena de cariño, en mi tío y su amor por Barcelona, en Lidia la mujer madrileña que se volvió mi tutora online mientras descifrábamos a Miyazaki juntos, en Rarefolk, en Luis y Nardi, en Jorge, en todo ello y sonrío para mis adentros.

Todas esas personas se guardan en mi corazón como memorias de un locker sagrado, celebro su vida como la llegada de las estaciones, su tiempo conmigo es agua fresca en mi memoria.

Mi tío fue el primero en hablarme de España, se hizo un posgrado en Barcelona y desde entonces volvía continuamente a esa ciudad. Había quedado enamorado del país que lo cobijaba como si fuera suyo.

No lo llegué a conocer en mi vida adulta, le robaron la suya antes de que yo empezara a viajar cómo él solía hacer.

Conocí Cadiz, Oviedo, y Madrid por los platos de porcelana que le llevaba a mi abuela al final de sus viajes como promesa de regresar siempre a ella sano y salvo y con un puñado de historias que contar.

La colección de platos de porcelana de mi abuela rebasaba los ochenta, estaban por toda la pared de la sala, de niño me gustaba mirarlos e imaginarme algún día en esos lugares. Ahora pienso que debo empezar a comprar los míos para mi madre, con la misma promesa de volver a ella, sano y salvo.

La vida es curiosa, te pasas un día de turista en un lugar como Barcelona o Bilbao, y te invade un pensamiento que te atraviesa la cabeza. ¿Y si me quedara aquí?

Qué más daría volver a casa, hacer la maleta y empezar de cero, en otro lugar, en otra vida, lejos de lo que uno es. Es como otra oportunidad.

El problema es atreverse, no tener tanto miedo.

Hace unos días me miré Vicky y Cristina en Barcelona de W. Allen. La trama relata un lío amoroso entre Juan Antonio, María Elena, Cristina y Vicky. La historia avanza en los paisajes increíbles de España y sus callejuelas. Una de las actrices tiene la oportunidad de cambiar su vida y entrar en el caos de la aventura. Salirse de la ruta planeada, de la lista que le tocó cumplir. Y aunque por un momento se debate y se desliza un poco bajo de esa sabana, al final no puede y decide salir de ella.

El problema es atreverse, no tener miedo. Brincar a una vida que no es la escrita.

Yo no sé si algún día podría abandonar mi casa, y hacer otra como mi tío lo hizo. Pero pienso que quizá España sería un buen lugar para volver a empezar de cero, en realidad creo que mucha gente se la pasa fantaseando con hacerlo, y a menudo justo mientras está metida de lleno en sus problemas, y en la vida que quiere dejar atrás.

Pronto estaré en España y habrá tiempo de pensar en ello. Quizá lo haga mientras mire un plato de porcelana entre las manos.

Humo sobre el mar de Lissando Aristimuño suena bajito en mis audífonos …“De nubes hermosas me dejé sin duda enamorar” .

 

Si tú pudieras. ¿Dónde empezarías de cero? ¿Qué lista de vida escribirías de nuevo?

*Publicado el 9 de julio de 2023