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La conciencia de nuestro propio envejecimiento va tomando forma a lo largo de la vida. Mientras en la niñez y juventud vemos la vejez en un sentido abstracto y lejano, a todos nos llega el momento de hacer fila en instituciones de la senectud. En el capítulo final de la “La insoportable levedad de ser”, Milán Kundera narra como Teresa cae en cuenta del envejecimiento de Tomás, su pareja. Escribió: “Tomás, estaba agachado y desmontaba la llanta de un vehículo. Tomás tenía un aspecto avejentado. Su pelo era canoso y la torpeza con la que actuaba no era la torpeza de un médico que se ha convertido en chofer, sino la de una persona que ya no es joven”. Nuestro envejecimiento visto por otros es una forma de nostalgia.

El envejecimiento es un proceso biológico que inicia prácticamente al nacer. Cambios paulatinos en el tono del pelo, en la piel, en la visión, son preludio de señales mucho más serias al aparecer la hipertensión, cambios hormonales, diabetes, que reflejan lo que está sucediendo en las células, tejidos y órganos del cuerpo durante nuestro desarrollo. Más tarde, aparecen otras alteraciones de orden gastrointestinal, muscular, esquelético y uno que otro olvido.

Hasta ahora nadie sabe ¿por qué envejecemos? Los censos de población y de salud de varios países estiman que la esperanza de vida hoy es mucho mayor que la de hace un siglo. En promedio un ser humano contemporáneo podría vivir ochenta años o más. En gran parte se debe a las mejoras en la salud pública que han contribuido a disminuir el número de muertes al nacer y por enfermedades infecciosas, pero también gracias a que la medicina moderna ha desarrollado mejores medicamentos, esquemas de vacunación e intervenciones hospitalarias que prolongan la vida de pacientes aún con enfermedades crónicas. Desde luego, conocemos individuos naturalmente longevos, a veces hasta un familiar, extraordinariamente mayor y más sano que nosotros mismos. Una longevidad excepcional se ha atribuido a una alimentación de origen vegetal y bajo consumo de carbohidratos y grasas, complementada con actividad física y relaciones afectivas constantes.

Seguramente, más de uno de ustedes estimados lectores, ha escuchado que la restricción energética y la limitación del potencial oxidativo del organismo son favorables para la salud y prolongar la vida. En efecto, un tipo de moléculas oxidativas llamadas radicales libres pueden provocar daño celular y senescencia. Comúnmente estas moléculas se generan durante metabolismo de los alimentos, pero también por contaminantes químicos del ambiente, el tabaco y el consumo de alcohol. Cada célula tiene también moléculas como algunas vitaminas y cofactores metabólicos antioxidantes que anulan el efecto de los radicales libres. Sin embargo, aunque la teoría de la oxidación como causa del envejecimiento es una idea soportada en algunos aspectos, no ha sido probada cabalmente.

Lo mismo sucede con el papel atribuido a una enzima celular llamada telomerasa, descubierta en 1985 por Elizabeth Blackburn, quien después ganaría el Premio Nobel. La función de la telomerasa es de suma importancia para mantener sanos los cromosomas de las células. Las células humanas se reproducen un número finito de veces, y cada vez que lo hacen pierden una porción de los extremos de los cromosomas llamados telómeros. Una célula sin telómeros ni telomerasa prácticamente está expuesta a un daño irreparable en sus cromosomas y eventualmente muere. Se ha observado, que las células de individuos de mayor edad tienen telómeros mucho más cortos y poca actividad de la telomerasa por lo que se ha sugerido su relación con el envejecimiento. Aunque esta es una idea muy atractiva para explicar el envejecimiento, los experimentos llevados a cabo en ratones modificados genéticamente con telomerasas muy activas indican que la enzima podría estar asociada no solo al envejecimiento sino también al cáncer.

Con todas estas observaciones aún discordantes, no es de extrañar que el entendimiento del envejecimiento sea todavía un tema confuso. Múltiples factores participan en el proceso de tener una vida sana y prolongada. La adopción de un estilo de vida saludable sin duda es un buen paso hacia ella, aun cuando factores genéticos y metabólicos influyan en nuestras expectativas. Mientras tanto, el uso de fármacos y terapias antienvejecimiento aún debe esperar un buen tiempo.

*vgonzal@live.com