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Desde la llegada de Vicente Fox al poder en el año 2000, a partir de esa fecha se inició el tránsito hacia una democracia real. Los gobiernos subsecuentes hasta la llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador han presumido en el contexto internacional nuestra democracia porque tiene virtudes y a través del ejercicio democrático llegaron al poder. Destaco algunas de las siguientes virtudes: un sistema electoral robusto que propicia la participación partidista; otorga dinero a los partidos y evita desigualdades; cuenta con un marco normativo muy evolucionado producto de la lucha de diferentes fuerzas políticas y de la sociedad; los ciudadanos cuentan los votos.

Desde que llegó a la Presidencia Plutarco Elías Calles en el año de 1924 hemos tenido elecciones continuas sin interrupciones y sin vacíos de poder. Muchos países del mundo eso no lo han vivido.

Dice el Dr. José Elías Romero Apis que “Nuestro sistema ha propiciado la estabilidad, pero no la democracia. Hemos logrado fuertes dosis de alternancia y de representación proporcional en nuestros poderes gubernamentales. Pero no hemos logrado un verdadero equilibrio de poderes. Más aún, éstos están deliberadamente diseñados para ser débiles frente al Presidente. Las debilidades del Congreso son su tamaño, sus largos recesos, su renovación integral y su no reelegibilidad, apenas atenuada”.

Los tiempos han cambiado y con desilusión está sucediendo el desmantelamiento de nuestras instituciones electorales, de los organismos autónomos que son garantes de la transparencia y la rendición de cuentas, pero, sobre todo, de la consolidación democrática y de los pesos y contrapesos. Nuestro intento de democracia puede resultar en una democracia chafa.

A mi pesar hay una regresión política y transitamos peligrosamente hacia unas elecciones que rompan la estabilidad y la paz social, frente a ese precipicio se encuentra el autoritarismo o una dictadura disfrazada de democracia.