La presentación en La Habana, Cuba

(Tercera y última)



Cuando visité en 2008 al escritor Eliades Acosta Matos, entonces jefe del Departamento de Cultura del Comité Central del PCC, como el último requisito para la presentación en La Habana de mi libro “Los Volcanes de Cuernavaca”, avancé tímida rumbo a su oficina por un oscuro pasillo sin luz natural. En ese momento no imaginaba que ahí tendría, minutos después, una fascinante plática de tres horas con un hombre muy culto, de amplia apertura intelectual y encantador.

Luego de ofrecerme una pequeña taza del delicioso café cubano, espeso y azucarado, platicamos de todo. Me hizo un repaso histórico de cuando Cuba era destino social obligado del más alto Jet Set internacional. Y a pesar de que cada vez aumentaba el glamour de los cubanos adinerados y su forma sofisticada de vivir ante el mundo, al interior de Cuba se iban acentuando las diferencias sociales. Me narró cómo Cuba se fue convirtiendo en sitio preferido de la mafia norteamericana en inversiones hoteleras y de todo tipo, hasta llegar a su clímax, de ahí el triunfo revolucionario de Fidel Castro Ruz.

Hablamos de mi pasado familiar cubano por parte de mi abuela paterna, plática que condujo a mi tío, el diplomático y político Óscar Gans, primo hermano de mi padre que fue Embajador de Cuba en la Argentina de Perón y Premier de la Isla con el Presidente Carlos Prío Socarrás hasta su derrocamiento por el golpe de estado de Fulgencio Batista. En fin, hablamos de tantos temas que al final salí cargada de libros que me regaló Acosta Matos y sobre todo ya lista para presentar allá también “Los Volcanes de Cuernavaca”.

El día llegó. Viajaron conmigo desde Cuernavaca, el sacerdote José Luis Calvillo, Alicia Puente Lutteroth reconocida académica de la UAEM. La hermana dominica Aline Usell y el periodista Jaime Luis Brito entonces subdirector de La Jornada Morelos -quienes editaron mi libro-, mis hijos y amigos. Fue tal mi emoción de estar en la tierra familiar que al empezar mi presentación diciendo: “La Habana, Cuba”, se me cerró la garganta. Fueron breves instantes que quiero pensar que nadie notó y seguí. Todos participaron de manera estupenda. Presente, entre el público, la subdirectora de la Biblioteca Nacional José Martí, la Lic. Teresita Morales Martínez, quien al término informó a los asistentes, que ya se encontraban uno o dos libros de “Los Volcanes de Cuernavaca”, en cada una de las bibliotecas de Cuba (previamente nos habían pedido lleváramos 60 libros) y que podía volver a presentar otro libro en Cuba.

Luego de la presentación, entre los saludos, etc., un científico cubano Premio Nacional de Ciencias, don Orlando Licea, se me acercó y preguntó: “¿Por qué fue tan polémico don Sergio?”. Le respondí más o menos lo que a continuación les comparto. De don Sergio destaco lo siguiente:

Fue polémico tal vez por asegurar que no había que esperar la justicia divina como remedio a los males humanos, sino que había que buscarla en la tierra. El “Obispo Rojo” como le llamaron luego de que un grupo de estudiantes de extrema derecha le vaciaran un frasquito de tinta roja sobre su alba sotana, fue un revolucionario de la Iglesia que, en las décadas de los años 50, 60, 70 y 80 siempre defendió su libertad de abogar por los grupos que le pedían apoyo para mejorar su situación: magisterio, obreros, entre otros grupos.

En las mesas de diálogo para resolver problemas, don Sergio advertía: “Con ellos, nunca seré juez sino parte”. Y tuvo la valentía de tener amigos de todas las ideologías. Estuvo cerca y asesoró a líderes guerrilleros centroamericanos y nacionales que confiaban en él, pero a la vez, también fue un gran amigo del entonces presidente don Luis Echeverría Álvarez a través del cual logró la liberación de varios guerrilleros detenidos, entre ellos el del buen amigo Simón Hipólito, luego reportero del periódico 1+1.

Con Echeverría y con el periodista republicano español Luis Suárez, viajó a Cuba. En esa ocasión salieron a pescar los tres con Fidel quien arrojado como era, se echó a nadar en pleno mar abierto, claro estaba cuidado a su alrededor a cierta distancia por agentes que lo protegían. Anécdota que me contó don Luis Echeverría y que publiqué en vida del expresidente de México en otro libro de mi autoría: “Zapata: Voces y Testimonios”. Toda esa labor que lo fue radicalizando sucedió en plena Guerra Fría (de 1947 a 1991), por lo que Cuernavaca durante esas décadas se volvió un foco rojo para el FBI. A don Sergio, esa vigilancia lo tenía sin cuidado, además nunca dejó su trabajo de modernizar litúrgicamente la Iglesia, tanto, que se anticipó desde Cuernavaca al Concilio Vaticano II, lo que hizo que el Papa Juan XXIII una vez que inició el histórico cónclave (1962-1965), comenzara a apoyar acuerdos que acercaron la Iglesia al pueblo, mismos que ni su muerte, poco después, pudo impedir.

¿Quién, que haya vivido en esta ciudad o en ese tiempo no recuerda a esos tres volcanes? Durante la presentación del libro en la Catedral de Morelos, asistió gente de todos los estratos sociales, desde los más altos, hasta los más radicales, todos felices de volver a escuchar hablar de esos años inolvidables. Y sin temor a equivocarme opino que Cuernavaca no ha vuelto a vivir una época de fe tan interesante como la de esos personajes y de quienes los acompañaron que, en conjunto, hicieron vibrar los cimientos del Vaticano para bien. Saludos amigos.

Un hombre en frente de un espejo

Descripción generada automáticamente con confianza baja En la Biblioteca Nacional de Cuba, Jaime Luisa Brito, Alicia Puente Lutteroth, Lya Gutiérrez Quintanilla, P. José Luis Calvillo y arriba hablando la Hna. Aliñe Ussel. Fotos: cortesía de la autora