A partir del surgimiento de Morelos, como una entidad integrante del Estado Mexicano, los militares han prestado grandes servicios a este territorio, pequeño en extensión, pero de abultada memoria histórica y de preponderante protagonismo en los grandes momentos nacionales. Sus aportaciones han sido cruciales en el campo de la política y del desarrollo, pero particularmente destacadas en el sensible rubro de la seguridad pública. De los gobernadores del periodo porfirista, sobresalen el General Francisco Leyva quien combatió a la intervención y el imperio, pero también al bandidaje que asoló al naciente estado. El general Carlos Pacheco, héroe del 2 de abril de 1867, no solo fue un buen gobernante, sino que salvó a Cuernavaca al derrotar a los plateados que pretendieron saquear la capital de Morelos, hecho del cual recientemente se dio cuenta en este espacio. El coronel Manuel Alarcón, cuernavacense, nacido en la hacienda de Buenavista en 1851, cuyo casco es hoy coincidentemente el cuartel general de la 24 zona militar, se unió en su adolescencia a las tropas republicanas para combatir a franceses e imperialistas, una vez restaurada la república y erigido el estado de Morelos, Alarcón al igual que Leyva también combatió al bandidaje, fue particularmente eficaz organizando y mandando Cuerpos de Rurales de la Federación que trajeron paz al campo y caminos morelenses.

Durante la Revolución, fue destacada la presencia del general Felipe Ángeles como Jefe de Operaciones Militares, Ángeles se ganó el respeto y consideración de los zapatistas, y aunque en la historia no caben los “hubieras” es probable que, de no haber estallado la Decena Trágica, el artillero de la revolución hubiera alcanzado la concordia con los soldados-campesinos. En un hecho inusual en la época, Ángeles también se reunió con Manuel Fulcheri y Pietra Santa, III Obispo de Cuernavaca.

Tras la cruenta etapa revolucionaria y al restablecerse el orden constitucional en Morelos a partir de 1930, los militares abonaron a la paz social que perduró, salvo incidentes aislados, hasta la llegada del siglo XXI. Han sido actores de primer orden en la vida cotidiana de los morelenses, por ejemplo, fue recurrente por décadas ver a la partida de soldados acuartelada en Zacatepec y que dieron seguridad a las instalaciones del ingenio azucarero. Tampoco se puede olvidar al famoso 13 Regimiento de Caballería en Cuautla, una unidad muy querida por la población. En 1957, el joven Jorge Garrigos, fue asesinado por un par de policías de tránsito, el crimen detonó la mayor protesta ciudadana en Morelos, la sangre no llegó al rio gracias a la prudencia y tino del comandante de la 24 Zona Militar, el general Julio Pardiñas Blancas, quien medió entre enardecidos pobladores y autoridades locales.

De los tiempos recientes existen los referentes del general Leopoldo Díaz Pérez, de extraordinaria energía, pero también de gran ascendente social en todos los sectores, se reunía lo mismo con empresarios que campesinos y el general Agustín Vallejo Silva, que combatió en dos frentes: el de la inseguridad y el de la pandemia.

Hoy Morelos vive las jornadas más difíciles desde el periodo de la Revolución del Sur (1911-1919), la inseguridad ha rebasado a las autoridades estatales, las últimas semanas han sido particularmente críticas no solo en los que respecta a los delitos de alto impacto, sino a los del fuero común. Incluso en Temixco, rutas de transporte público han tenido que suspender sus corridas al no existir condiciones para la prestación del elemental y necesario servicio.

Se ha anunciado también en días recientes el arribo a Morelos de 900 elementos del ejército y de la Guardia Nacional para coadyuvar en las labores de seguridad. Un refuerzo que no es cosa menor, tomando en consideración que el estado de fuerza de la policía estatal ronda los 1,200 efectivos. Si tomamos en cuenta los antecedentes históricos, la llegada de estos elementos castrenses es un respiro para los morelenses. Sin embargo, la presencia de las tropas no se puede entender sin una guía de inteligencia, investigación y policía científica, la sola presencia en las calles no será suficiente.

Lo anterior debe ser ponderado como una prioridad por la próxima gobernadora, debe tener presente que al igual que ha ocurrido en otros momentos de nuestra historia como entidad federativa, la seguridad pública y la paz social en Morelos, solo se podrán alcanzar de la mano de nuestros soldados.

*Escritor y cronista morelense.

El general Ángeles y el Obispo Fulcheri en Cuernavaca. Foto archivo del autor.