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Redes de mujeres: brillar en sororidad

 

¡Marzo Violeta! Ya sabemos que este mes, todo es morado. Diferentes ciudades han convocado a movilizaciones en todo el país. Aunque la lucha feminista ha conquistado terreno en la promoción de los derechos de las mujeres en diversos ámbitos, no podemos ignorar que aún persisten entornos patriarcales, siendo la academia y la ciencia no excepciones.

El término “sororidad” ha cobrado relevancia, invitándonos a adoptar posturas éticas, políticas y prácticas para potenciar el empoderamiento mutuo. La sororidad se refiere al apoyo mutuo entre mujeres, basada en el reconocimiento de las experiencias compartidas y la búsqueda de la equidad. Es un concepto que promueve la colaboración, empatía y unión entre mujeres para enfrentar los desafíos y luchas comunes, especialmente en un contexto donde persisten desigualdades y discriminación de género.

La sororidad va más allá de una simple camaradería; implica una conexión profunda que reconoce las experiencias únicas de las mujeres y busca construir relaciones basadas en el respeto, la comprensión y el apoyo mutuo. Este concepto es fundamental en los movimientos feministas y en la lucha por la igualdad de género, ya que destaca la importancia de trabajar juntas para superar obstáculos y transformar estructuras sociales que perpetúan la desigualdad. Sin embargo, la realidad demuestra que enfrentar estos desafíos no es tan simple, ya que la cultura de rivalidad está arraigada, olvidando las dificultades compartidas en el camino hacia el éxito.

Ann Friedman y Aminatou Sow, autoras y creadoras del popular podcast “Call Your Girlfriend,” introdujeron la “Teoría del Brillo” como un enfoque innovador para abordar las dinámicas de competencia entre mujeres. Esta teoría, presentada en su libro “Big Friendship,” es una respuesta reflexiva y proactiva a la narrativa cultural que ha fomentado la rivalidad y la comparación entre mujeres.

La Teoría del Brillo parte de la premisa de que el éxito de una mujer no disminuye el brillo de otra. En lugar de ver la vida como una competencia constante, Friedman y Sow abogan por la colaboración y la celebración mutua de los logros. La idea central es que cuando una mujer brilla, ilumina el camino para otras, creando un entorno en el que todas puedan alcanzar su máximo potencial.

Además de la sororidad y la formación de redes, es crucial reconocer nuestra vulnerabilidad y abrazar la “ternura radical”. Frente a la violencia, esta ternura se presenta como una respuesta subversiva al sistema patriarcal, fomentando la autoreflexión, el autoconocimiento y la reconciliación con nosotras mismas y con los demás.

En los espacios de trabajo, la ternura radical debería ser una política implícita que nos permita construir redes desde el amor y comprender de manera respetuosa nuestras experiencias. Desaprender prácticas patriarcales, coloniales y capitalistas, y compartir para sanar, son pasos esenciales en este proceso.

La clave está en cómo decidimos relacionarnos con otras mujeres, basándonos en valores fundamentales como la sinceridad, el cuidado mutuo y el respeto a las diferencias. La ternura radical, como propone el manifiesto de Dani d’Emilia y Daniel B Coleman: […] ternura radical es hacer del temblor un baile y del suspiro un mantra es disentir con el máximo respeto…transitar en espacios que no entiendes […]

Incorporar la ternura radical como práctica cotidiana no implica tolerarlo todo, sino mirar las situaciones con cariño y abrazar lo desconocido para transformarnos mutuamente. En este Mes Violeta, recordemos que la unión y la ternura son herramientas poderosas para construir un futuro más equitativo.