loader image


Por Julián Vences


Desde Buenos Aires, Argentina, la jojutlense Claudia Gabriela Espín —cantora del folclore mexicano y chef profesional— nos compartió una añeja y maltratada foto enviada a su bisabuela igualteca por el general zapatista Ygnacio Maya Herrera; la imagen, en el reverso, dice: “Dedico esta foto a mi estimada prima Josefa Herrera. Ygnacio Maya”.
El pasado 17 de noviembre, de Viena, Austria (allá reside desde hace años), el también jojutlense Bogar Salgado Villanueva nos envió una carta de puño y letra del general Ygnacio Maya. La misiva, redactada en el Campamento Revolucionario el 6 de abril del año 1913, va dirigida a otra igualteca, la señorita Engracia Sandoval, bisabuela de Bogar. La carta fue escrita mes y medio después del 22 de febrero, día en que Victoriano Huerta mandó asesinar a otro Ygnacio, don Francisco Ygnacio Madero. En esos días el ejército federal arrasaba e incendiaba pueblos del estado de Morelos.
En el breve texto el general Maya le dice a su “estimada Chata: “…pídele a dioz que nos preste bida para yevar a cabo nuestros deseoz…”. Deseos que no se pudieron realizar. El general Maya murió un año y cuatro meses después, el 13 de agosto de 1914, al intentar capturar, en combate, al cuarto general enemigo.
Entre la tropa zapatista se hablaba de la valentía, audacia y arrojo del general Ygnacio Maya quién, con esas cualidades, ganó un mérito especial: aprehender, en el campo de batalla, a Benítez, Luis G. Cartón y Flavio Maldonado, tres despiadados generales federales especializados en aterrorizar pueblos zapatistas.
—Tú, Maya, sal inmediatamente con tu gente, veremos si con Pedro Ojeda, son cuatro los generales que me traes vivos —ordenó, retador, el jefe Emiliano Zapata al joven Ygnacio Maya quien catorce días antes, el 31 de julio, había cumplido 28 años de edad y apenas cinco meses atrás había sido ascendido a general de brigada.
Así es la vida, las personas valientes viven a ritmo intenso y acelerado, no miden el peligro ni se detienen en cálculos convenencieros, actúan con arrojo, son intrépidos y suelen morir demasiado jóvenes, como si les apurara encontrarse con la muerte. Tal es el caso de Ygnacio Maya.
Terminada la revolución, Josefa Herrera Catalán formó familia con el tehuixteco y coronel zapatista Aniceto Espín Mariscal, el dos veces presidente municipal de Jojutla, una por interinato y la segunda por elección en 1936.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *