Andrés Uribe Carvajal
“Uno se recoge de un sueño como de un trabajo visible. Nunca se ha vivido tanto como cuando se ha pensado mucho. Quien está en el rincón de la sala baila con todos los bailarines. Lo ve todo y, porque lo ve todo, lo vive todo. Como todo, en resumidas cuentas, es al final una sensación nuestra, tanto vale el contacto con un cuerpo como su visión e incluso su simple recuerdo. Bailo, pues, cuando veo bailar” (Fernando Pessoa, el libro del desasosiego, fragmento 373).
Una forma de liberación es posible a través de la contemplación del arte. El alimento del alma puede verse discernido en entradas de todo tipo; dispersiones, arte, entretenimiento, ocio, y en todas ellas contener una actitud pasiva- pasajera, pero sólo echamos un vistazo hacia el vacío de nuestros adentros, cuando algo externo realmente nos toca, cuando por un momento el alma se asienta, como un edificio después de un temblor, y valoramos los daños para saber qué tanto nos ha afectado lo que acaba de pasar, para ver si rompió en nosotros algunos ventanales, o no.
Escuché decir a varios amigos míos: ¡Qué buena película!, y yo que en mis pocas veces en tierra que voy al cine le comenté a mi amiga Mar, ¿Vamos? y echamos a andar. Sala 9, Cinepolis D10, para nuestra sorpresa y en tono agridulce la pieza que nos asignan solía ser la VIP en tiempos más amables, pero ante la crisis, el cine ha decidido por donar esa sala como cualquier otra al mismo precio. (Por ahí el tip por si quieres aprovechar los reclinables, mientras sigan). Sálvese quien pueda.
Aquí algunas lecciones que me ha dejado el filme:
No emitías juicios tempranos.
La película empieza. Nos ponemos serios (intentaré no hacer spoiler de qué va, más allá de lo que puedas encontrar en una reseña o en un corto). Por 120 minutos siento angustia, congoja, rabia, pero sobre todo un sentido de empatía por todos los personajes. Porque aquí acierta de manera magistral el director Aronofsky, y es que en los personajes, como a menudo sucede en la vida real, no existen los “buenos o malos”. Somos una combinación de nuestra obscuridad con momentos de luz, aunados a un contexto que nos califica según nuestras condiciones. Como sucede en el departamento del protagonista (Charlie), somos un piso desolado hasta que de vez en vez alguien toca a nuestra puerta para que podamos recoger un poco de luz del exterior. Es común que en nuestros tiempos las opiniones y posturas estén polarizadas, y tendamos a ver al malo, cómo un ser digno de desprecio, pero si algo nos enseña el filme es que todos somos un cúmulo de experiencias, y circunstancias. Y que muchas veces ser bueno o malo, no depende enteramente de nosotros. Cada quien tiene una historia, y como en este filme quizá sería bueno conocerla antes de engullirlos en nuestro juicio o cómo sucedió con Jonás (figura bíblica), que fue tragado por una ballena por haber decidido que ciertas personas no eran dignas de salvación.
Sé honesto, lucha por no diluirte.
Charlie es un profesor de literatura on-line, que lucha consigo mismo mientras come hasta la muerte, y que tiene por condena final y redención la sentencia de decirnos: ¡No importan muchas cosas en la vida, mientras puedas ser honesto! Eso es lo único importante, decir lo que piensas, lo que realmente piensas. Aquí otra gran lección con la que resueno: ¡No dejes diluir tu esencia! que a menudo sucede en cuanto juegas las reglas del mundo y en cuánto estás en el, es común que nos disminuyamos en un mar de normas y parámetros, que callemos nuestra voz y lo que teníamos por decir, y esto puede aniquilarnos mentalmente y físicamente.
En un apartamento cabe todo el mundo.
La película está basada en un guion para teatro, por lo que en cuanto a escenarios, se resume sólo al departamento del protagonista Charlie, revelando en cada cuarto una faceta pasada o una tarea titánica que presupone asuntos cotidianos, como tomar un baño. Otros dilemas en la epopeya sentimental que propone el filme tienen que ver con temas como: la sexualidad, la religión, la rendición, el alcoholismo, la paternidad, la violencia, la obesidad, la culpa, la salvación, el arrepentimiento, la autodestrucción, la amistad, el perdón. Como puedes ver, un sólo departamento puede ser suficiente para mostrarnos la complejidad humana y sus relaciones, inclusive un repartidor de pizzas, o un pájaro que se acerca por un poco de comida a la ventana, puede revelar en nosotros una muestra de empatía, un poco de luz en nuestra vida.
Ve a verla.
Sin hacer más spoiler, te invito a que visites este filme, que es más una reflexión de la complejidad humana y sus relaciones. Las actuaciones son brutales, especialmente por el protagonista y su hija. El hecho de que el pasado sea descrito por los personajes, y no tenga que flashbackear me parece también otra victoria sobre el guion bien escrito.
Como te decía al inicio algunas obras contemplativas tienen el poder de hacer mirar nuestros vacíos, y como indica Pessoa, una vida plena tiene que ver con también explorar – contemplar.
“Nunca se ha vivido tanto como cuando se ha pensado mucho”. Pessoa.