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Prudenzio Mochi Alemán

 

Mi anterior columna quedó abierta para definir las características de los trabajadores, los valores, modalidades de organización que se encuentran en la economía social y solidaria, así como algunas propuestas que ayudarían a promover, regular y asegurar sostenibilidad y sustentabilidad del sector. 

Estos trabajadores, denominados informales por la economía capitalista por no entrar dentro de las normas del sistema laboral, a diferencia de los valores que rige la economía privada, tales como el lucro, la competencia y la acumulación, configuran un modo de vivir, producir, comercializar y consumir más vinculado a valores como la dignidad del trabajo, la recuperación de oficios, la reciprocidad, la confianza, el compromiso familiar y de la comunidad. Se expresa en modalidades de una “asociatividad difusa” en el territorio, que van desde el ámbito de la producción familiar a la comunitaria, de los ejidos y comunidades a los emprendimientos mercantiles y no mercantiles, agricultores vinculados con la agroecología, redes de consumidores, mercados y ferias auto gestionadas, finanzas solidarias, entre muchas otras. Se suman las cooperativas y otras formas reconocidas por la economía social tradicional. 

En todas estas formas la asociatividad es un requisito de pertenencia. Si bien el desarrollismo en nuestra América ha pensado que el crecimiento económico resolverá el problema del trabajo digno, ya van más de cuarenta años que esto no sucede ya que solo han existido pequeñas oscilaciones de aumento y decrecimiento del trabajo decente. Cabe entonces interrogarnos si es posible alcanzar un reconocimiento y una institucionalidad que visibilice a todo este abanico que forma parte de la tercera esfera, mejor conocida como otra economía. ¿Se podrá conformar como nuevo modo de vivir o producir? Desde certezas cimentadas en estadísticas, en México, con un sector de la economía de mercado formal del 44,2%, y de los llamados informales del 55,8%, queda clarala urgente necesidad de vislumbrar y reconocer esos trabajos que dejaron de ser atípicos desde hace tiempo para ocupar amplios sectores de la población. La falta de institucionalización y regulación del sector dejan margen para procesos especulativos de caciques territoriales patriarcales, de políticos sin escrúpulo y del crimen organizado. La posibilidad del cambio de dicho proceso, es el reconocimiento de estos trabajadores y sus derechos, estoserá posible en tanto logremos no tratar a esta “otra economía” con políticas asistenciales sino haciendo políticas de co-creación con dichos actores y el Estado e integrando algunos de estos aspectos: (i) Crear instituciones de la Economía Social y Solidaria para que deje de ser un sector subalterno y periférico o de subsistencia, y logre la autonomía necesaria respecto a la economía propiamente capitalista; (ii) garantizar un rédito mínimo que otorgue seguridad a los trabajadores; (iii) fomentar procesos de organización en función de gestar mayor contractualidad, respecto al sector público y al sector privado; (iv) facilitar el acceso a créditos, a redes de comercialización y asesoría tecnológica que les permita superar los límites de productividad para mejorar sus condiciones de vida; (v) garantizar la sustentabilidad. 

 

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