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JETLAG

Hélène BLOCQUAUX*

Fabián tocó a la puerta con insistencia. Su regreso por la vía aérea perturbado por el extravío de una maleta lo tenía todavía descontento, sentimiento duplicado por el jetlag e incrementado por el olvido, voluntario, del reloj en el duty free para su amada. Es por muchos sabido que el señor Figueroa se pasa la mitad de su vida recorriendo el país o el mundo, repartiendo por doquier las versiones de sus estancias. Para Ximena, la número uno en su lista amorosa, a decir verdad sigue sin conocer el amor, acaba de regresar de Bruselas; para Carolina, la dos, fue más fácil porque en esta ocasión fungió como acompañante en Minneapolis; y para la número tres, quien acostumbra pedirle videollamadas en los momentos menos adecuados para él, fue más complejo el asunto porque….

Estrella abrió la puerta de su casa, inconforme por la visita no anunciada de Fabián. De hecho, había tardado en abrirle por trocar el control remoto de la televisión por la escoba. Sin dejar de mascar su chicle de menta para pensar mejor, exclamó: “¿Qué tal tu viaje a Irlanda? Oye Fabián, vienes con bronceado invernal ¿Apoco hay pistas de esquí por allá?”

Fabián la abrazó, disculpándose por no traer el reloj que sin duda yacía en el fondo de la maleta sin desempacar. Estrella le ofreció un café, disculpándose por no haber concluido de limpiar su casa. Él se sentó en la silla que el gato acababa de abandonar. “¿Qué estabas haciendo?” preguntó Fabián, “creo que te interrumpí”. “Lo de siempre, sacudir, recoger y bueno escuchando las noticias” contestó Estrella sirviéndole una taza de café humeante con dos cucharadas de azúcar. Estrella prosiguió un poco nerviosa. “Con eso de que el presi tiene otra vez el bicho, le dio como un vahído en Yucatán”. “Si, recuerdo que hace dos días escuché algo al respecto, el comunicado oficial decía que estaba en perfectas condiciones pero que aun así decidieron suspender la gira de supervisión del Tren maya. Viste en la tele como algunos reporteros especularon con otras enfermedades…”

Estrella alejó su café de la mesa y miró detenidamente a los ojos a Fabián. No podía esconder más su enojo. “¿Qué te pasa mi amor?” preguntó “¿Y todavía me preguntas?” gritó la mujer sin importarle los vecinos. “Pasa que por lo menos hace dos días, si no es que más, estabas de vuelta en México. O dime entonces que tenías todos los canales de televisión mexicana en tu hotel de Dublín”. “Bueno, bueno, mujer, a lo mejor me lo contó mi vecino de asiento en el vuelo de regreso.”

“A ver, el presi fue a festejarle a su hijo o no”, lo desafió Estrella.

“Por supuesto, cómo iba a faltar a la fiesta de su amado retoño”, aseveró Fabián, dudando al mismo tiempo de su respuesta.

El calor de ese día primaveral se encargó de afectar los ánimos de ambos protagonistas, subiéndolos de intensidad. A ella porque estaba quedando en el papel de la tonta que se cree que las palabras dulces pueden encubrir los actos más desvergonzados y a él porque sus mentiras estaban surtiendo el efecto contrario al deseado.

Estrella le indicó la puerta de la salida agregando que no deseaba más saber de él ni sus cuentos absurdos, pero que sí esperaba su reloj en el buzón al día siguiente.

Nota: Los sucesos y personajes retratados en esta historia son ficticios. Cualquier parecido con personas vivas o muertas, o con hechos actuales, del pasado o del futuro es coincidencia, o tal vez no tanto. Lo único cierto es que no existe manera de saberlo y que además no tiene la menor importancia. Creer o no creer es responsabilidad de los lectores.

*Escritora, guionista y académica de la UAEM

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