POSROMANTICISMO

 

MI COCHE SE VENDE (pero yo no) MODELO 2020 (el coche, no yo) TODO PAGADO (no de mí mismo) PRECIO (a tratar conmigo).

Desde el taxi que la transportaba de regreso a su casa después de vacacionar unos días en la montaña, la mujer anotó riéndose el número de teléfono, aprovechando el semáforo en rojo, agregando la mención de auto cómodo con un dueño bien dotado en sentido del humor en su lista de prontas adquisiciones.

Ni Salvador ni Mía apuntaron la fecha de su encuentro en el calendario, no por descuido, sino que porque así sucedió. Su relación empezó con tropiezos y miedos compartidos en cantidad, pese a la atracción mutua, debido al trasfondo antirromántico de noticias sexuales violentas, denuncias de abusos y acosos con el movimiento #MeToo que desencadenó un fenómeno mediático mundial persistente. Víctima de momentos incómodos en su vida profesional, Mía estaba suscrita al hashtag, aunque no había reportado los hechos con su jefe para no recibir, en el mejor de los casos, una sonrisa que significaba en pocas palabras: debiste sentirte halagada por tanta insistencia de Omar, es muy atractivo, cualquier mujer quisiera merecer su consideración… Esta anécdota siendo la más fácil de contar en comparación con otras de las cuales sus mejores amigas ni siquiera estaban enteradas.

Mía se sentía segura con Salvador, pero al mismo tiempo tenía algunas reticencias en involucrarse sentimentalmente con un caballero tan perfecto. Qué tanto escondería su amabilidad y chistes tan divertidos que lograban sacarles carcajadas a Mía en cada una de sus salidas. Por su parte, Salvador se refrenaba en mandar mensajes explícitos a su nuevo amor por temor a ser rechazado, tal como había ocurrido con su novia anterior quien nunca soportó sus atenciones, mismas que ella solía calificar de machistas.

Una tarde después de una serie de muchas más, la conversación que giraba en trivialidades sin implícitos entre ambos – “¿Cómo decirte algo, sin decirte tanto, sin arriesgarse a un: ‘¿qué te importa?’- mientras saboreaban unos cacahuates enchilados sentados en la banca de una plaza comercial criticando a la gente que pasaba frente a ellos, tomó de pronto un tono más serio y molesto, en particular para Mía. Es posible que el chile de los cacahuates haya jugado un papel más que secundario en esta escena, aunque sus protagonistas no lo hayan reportado.

Salvador empezó comentando que Mía lucía tan atractiva al punto de provocar las miradas con su falda corta y su croc top de moda, que le gustaría reemplazar la ida al cine por unas copas en su casa. Mía volteó a verlo con ojos que disparaban ira. “lo mismo me dijo mi ex jefe el año pasado… pena ajena me das Salvador ¿acaso te crees romántico?” Mía se levantó dejando su bolsita de cacahuates en la banca. “Hasta aquí llega lo nuestro”. Salvador la siguió en el estacionamiento profiriendo disculpas vanas.

Mía se acercó al coche. Salvador le abrió la puerta, Mía tomó asiento. “Tu coche cambió de propietario ¿lo recuerdas?” dijo Mía antes de arrancar dejando a Salvador en la banqueta. Cualquier explicación hubiera sobrado tal como apuntar una fecha de ruptura en el calendario de la cocina.

Nota: Los sucesos y personajes retratados en esta historia son ficticios. Cualquier parecido con personas vivas o muertas, o con hechos actuales, del pasado o del futuro es coincidencia, o tal vez no tanto. Lo único cierto es que no existe manera de saberlo y que además no tiene la menor importancia. Creer o no creer es responsabilidad de los lectores.

*Escritora, guionista y académica de la UAEM