DES-TIEMPO

 

Reconfigurando a pinceladas seguras el interior de unas oficinas open space para un cliente, Aitana sentada en la orilla de la alberca dibujó por instinto a un hombre sentado en la silla ejecutiva.

Vicente salió escurriendo el piso y avanzó unos pasos sin calzar sus chanclas de plástico para ver los bocetos de su madre. La opinión infantil de tan solo una década solía ser importante por sus aciertos. Sécate bien, hijo, ahora te muestro mis avances dijo Aitana. Vicente revisó detenidamente las hojas. El retrato completo del hombre retuvo su atención pues su madre acostumbraba trazar siluetas humanas, no a detalle como hoy. ¿Por qué le pusiste barba al señor si te gustan los hombres bien rasurados, preguntó el pequeño terminándose de secar el pelo? Aitana no supo que alegar porque ni siquiera recordaba haberle puesto tanto empeño al personaje de papel. Eso sí, se encontraba muy satisfecha de los muebles y decorado minimalista logrado en la propuesta. Mandó un mensaje de voz a su cliente para fijar una fecha de presentación.

Dylan daba vueltas por el lobby de su agencia automotriz esperando a la clienta que no llegaba a firmar el contrato de compraventa. Desde inicio de año, no se habían cumplido sus objetivos y su socio inversionista le había participado de sus inquietudes en cuanto al cierre de año. Estrella, su sobrina y ayudante general se acercó a decirle que la cliente que se iba a llevar la camioneta azul estaba en camino. Estoy con los nervios de punta, le confesó Dylan, mejor atiéndela tú y yo te alcanzo al final para la firma. El hombre cruzó la calle para irse a tomar un café en la terraza de la cafetería. Siempre ocupaba la misma mesa y silla, aquella orientada al horizonte de las montañas. Ahí era donde disfrutaba de sus momentos de ocio más que en su casa, donde nadie lo esperaba después de que se hubiera ido Carmen, luego Mariana y finalmente Cecilia su tercera esposa quien se había llevado hasta su risa. Pidió un express doble a sabiendas de que le iba a alterar el sueño. Su celular tocó las primeras notas de una canción romántica. La mujer sentada enfrente sonrió, Dylan se sonrojo. Era una llamada de Estrella: tío, está llegando la clienta del coche azul. Le puedo regalar un llavero con el coche de colección a su hijo mientras llegas. Voy enseguida. Me vas a hacer el favor de quitarme “Eres para mí” de mi teléfono. Es muy incómodo, comentó con la voz más baja que logró para ser escuchado solo por su sobrina. La mujer pasó cerca de Dylan dejando la presencia de su perfume francés y le dijo: no quite la canción de su celular, es muy dulce. Los hombres ya no quieren ser románticos, terminó la mujer antes de cruzar la calle seguida por Dylan quien regresó a su agencia. Estrella ya no lo esperaba así que fue directo a su oficina donde seguramente se encontraba su clienta. Dylan tomó asiento. Vicente se lo quedó viendo largo tiempo. Dylan, bromeó. A lo mejor, no te gustan los hombres con barba. A mí no me molesta mi mamá siempre dice que los hombres que llevan barba son… No pudo terminar su frase por el codazo que le propinó Aitana sonriendo al mismo tiempo a Dylan, cruzando su mirada por un instante de eternidad.

Nota: Los sucesos y personajes retratados en esta historia son ficticios. Cualquier parecido con personas vivas o muertas, o con hechos actuales, del pasado o del futuro es coincidencia, o tal vez no tanto. Lo único cierto es que no existe manera de saberlo y que además no tiene la menor importancia. Creer o no creer es responsabilidad de los lectores.

*Escritora, guionista y académica de la UAEM