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INSOMNIO

Hélène BLOCQUAUX*

Sin telescopio, en la noche oscura de luna temporalmente escondida detrás de las nubes, Arturo Villalobos escrutaba el cielo con tal de observar el cometa verde y sacarle fotografías al objeto celeste mediático en boca del público conocedor y amateur desde la fecha de su descubrimiento el año anterior. Había subido a la azotea del edificio nuevo donde habitaba con Valentina Arias su compañera de trabajo y de vida. El aroma intenso de las flores que se abren de noche flotaba airoso desde la terraza de los vecinos del último piso, acompañando su estancia solitaria distraída sonoramente por el canto de lagartijas besuconas.

Acostumbrada a un sueño por episodios, Valentina imaginaba la nueva campaña publicitaria de Vitrox mirando el techo de su habitación donde una cuija corría hacia el rincón para atrapar un mosquito. Tenía la impresión que la lagartija emitía sonidos para aprobar la mejor idea que brincaba en su mente. Soñaba con un tiempo largo de desconexión de sus aparatos electrónicos. Se percibía abierta a un mundo inmenso de posibles en el que el Vitrox quedaba obsoleto de inutilidad.

Arturo bajó, teniendo cuidado de no despertar a Valentina caída en sueño profundo. La noche ya fragmentada – se había quedado adormilado, hipnotizado por el cometa cada vez más brillante- tenía que culminar en un descanso reparador. Antes de apagar la luz, vio a la cuija. Hubiera podido jurar que el animal verde le había guiñado el ojo.

Esta noche, no podía conciliar el sueño así que decidió ir a ver una película en la sala de estar. “Alarma en el expreso”, la única obra de Hitchcock que no había visto Arturo. Se sirvió una copa y una botana ligera pensando dejarse llevar por las imágenes y sobre todo por la trama de la mujer desaparecida. Soñó lúcidamente que se encontraba en un vagón del tren actuando él también como protagonista de otro tiempo.

La llamada que Valentina escuchaba en el asiento trasero se estaba perdiendo a falta de contestación. Intrigados, los pasajeros creativos sentados en el vagón detenido volteaban a preguntarse en voz inaudible donde había quedado el dueño del artefacto anacrónico.

Valentina se levantó de golpe de la cama, dejando los brazos de Morfeo para apagar el sonido creciente de su alarma telefónica no sabiendo a ciencia cierta qué estaba ocurriendo. El riesgo era sin duda despertar a Arturo al no eliminar la tonada orquestal acto seguido. Encontró a su compañero tendido en el sofá con la televisión aún encendida y la cámara en la mesa de centro. El noticiero matutino reportaba la noche del cometa verde mostrando las mejores fotografías. Con precaución, Valentina preparó café y pan tostado, se sentó junto a Arturo para esperar su despertar.

Nota: Los sucesos y personajes retratados en esta historia son ficticios. Cualquier parecido con personas vivas o muertas, o con hechos actuales, del pasado o del futuro es coincidencia, o tal vez no tanto. Lo único cierto es que no existe manera de saberlo y que además no tiene la menor importancia. Creer o no creer es responsabilidad de los lectores.

*Escritora, guionista y académica de la UAEM

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