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Aunque el término correcto para referirse en plural a los monarcas en el México antiguo es Tlatoque, me tomo la licencia de modificar la gramática náhuatl para referirme a ellos como Tlatoanis, por ser esta forma más ampliamente conocida por todos.

La raíz indígena en Morelos, es muy honda, parte desde la mitología precortesiana situando a Tamoanchan, el paraíso terrenal en nuestro actual territorio. De ahí se suceden la milenaria presencia olmeca en Cuernavaca y al oriente del estado, la acrópolis de Xochicalco hoy patrimonio de la humanidad por la UNESCO, y el señorío de Cuauhnahuac, gobernado por los tlahuicas una de las tribus que partieron de Aztlán al centro del Anáhuac y que, en vez de establecerse en el valle de México, cruzaron el Ajusco para asentarse en estas tierras. La presencia tlahuica con los mexicas no fue cosa menor, Cuauhnahuac fue el proveedor de algodón para el imperio y una princesa tlahuica fue a su vez madre del Tlatoani Moctezuma Ilhuicamina.

Tras la conquista, la evangelización que tuvo uno de sus puntos de partida en lo que hoy es Morelos devino en un fuerte sincretismo que incorporo la cosmovisión indígena al nuevo orden, los ejemplos son incontables. Aun así, subsistió una fuerte raíz indígena y la lengua náhuatl prevalece hasta nuestros días. Muchas comunidades morelenses dan cuenta de ello, partiendo desde la franja norte del estado que corre de Huitzilac hasta los altos, donde la presencia indígena es constante. Son icónicas muchas comunidades indígenas morelenses como Cuentepec, Tetlama, Santa Catarina, Hueyapan, Tetelcingo, Tetelpa, Coatetelco y Xoxocotla. En el Morelos rural persiste la presencia indígena, la encontramos en el cuexcomate, la troje que ahora también en reproducciones a escala es nuestra orgullosa artesanía, en los tecorrales que delimitan las parcelas o en los apantles y achololes que riegan los cultivos. La influencia indígena también está presente en la rica gastronomía morelense.

Incluso la cuestión indígena no fue ajena al zapatismo, principal referente de identidad local, Zapata antes de ser caudillo fue Calpuleque, título de reminiscencia precortesiana que proveía de autoridad moral y efectiva a un miembro de la comunidad. A su vez, Zapata también dirigió manifiestos en náhuatl a los pueblos indígenas, los cuales fueron traducidos y publicados en su momento por Don Miguel León Portilla. Recientemente el mapa político y administrativo de Morelos se modificó con la creación de los municipios indígenas de Xoxocotla, Tetelcingo, Hueyapan y Coatetelco.

Por lo anterior, hablar sobre los indígenas y sus ancestrales comunidades en Morelos no es cosa menor, hay que tomar con seriedad todo lo referente a ello, si bien es cierto que la raíz indígena nutre el nacionalismo mexicano, y lo hemos visto reflejado en el arte, las letras y la arquitectura, también lo es el reprobable surgimiento de falsos Tlatoanis que buscan hacer de la cuestión indígena un trampolín para aspiraciones y ambiciones personales.

Fue prácticamente ridícula la postura de quienes, amparándose en los cruentos episodios de la conquista, vandalizaron y provocaron el retiro de la estatua ecuestre de Cortés en la colonia que lleva su nombre en Cuernavaca, pero en cambio no se rasgan las vestiduras cuando personajes locales, sin una gota de sangre originaria, se invisten como caballeros águilas. Lo anterior no pasaría de lo chusco. Si estos neos pipiltín no hubieran llegado a la actual contienda electoral.

Pareciera que ya nada parece impresionarnos ante una devaluada clase política, a la omisión o comisión que suele ser el acento de sus actores, se suma el agravante de un proceso rebasado por la violencia, donde ser candidato ya es una actividad de altísimo riesgo y como si lo anterior no fuera suficiente, ahora surgen actores que se postulan para una diputación haciéndose pasar por indígenas o representantes de dichas comunidades. Ahí destacan el intento de Oscar Daniel Martínez Terrazas quien se ostentó como indígena guerrerense, o el caso actual de Jonathan Márquez presidente del desprestigiado PRI morelense que aspira a ser diputado plurinominal bajo la figura indígena. Flacos favores hacen a la oposición con estas pretensiones alejadas de toda ética y moral, pero lo más grave aún es que estas posturas nos muestran que después de poco más de 500 años de la caída de Tenochtitlán, aún no hemos aprendido a respetar a nuestros indígenas.

*Escritor y cronista morelense.