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(Parte II)

 

José Antonio Gómez Espinoza

 

Para comprender por qué se usa el diminutivo en México con la intención de calificar personas, cosas y hasta la dimensión del tiempo, es necesario contextualizar esta práctica desde nuestra historia y el sincretismo lingüístico del náhuatl con la lengua hispana. Solo así se puede entender y comprender el uso del diminutivo no solo como una costumbre sino más bien como un elemento identitario.

 

Algunos estudiosos del tema consideran que el uso cotidiano que hacemos del diminutivo tiene su origen en la lengua náhuatl por lo que me di a la tarea de investigar bajo esta línea.

 

En esta búsqueda, encontré que, en la lengua náhuatl, el diminutivo se usaba con diferentes sentidos y significados, para lo cual se valían del uso de sufijos tales como “tzin” o “ton”.  El uso del sufijo “tzin”, denota reverencia, aprecio, y respeto. Así por ejemplo “Cuahutemotzin”, se traduce como querido o respetable Cuauhtémoc.

 

Al incursionar más en el tema, encontré evidencias de que el diminutivo como sustrato de la lengua náhuatl se mantuvo casi resiliente durante los 300 años del coloniaje español, sincretizándose con la lengua castellana.

 

Ignacio Dávila, estudioso de la lengua náhuatl, menciona que el diminutivo podía tener diferentes significados. Uno era el de cariño y de veneración. Así por ejemplo mazatl (venado) en su forma de veneración seria maztzintli (venadito). Según este mismo autor y Tonatiuh Higareda, el diminutivo también se podía usar para mostrar menosprecio, así, “mazatl”, (venado) con el sufijo “ton” “mazantontli” (Venadito) adquiere una connotación de menosprecio.

 

En español, no se usan sufijos para diferenciar el sentido o significado del diminutivo, por lo cual, al españolizarse el diminutivo con los sentidos de menosprecio, de ternura, de veneración o respeto de la lengua nahual, se acude al contexto y al tono de hablar para darle los significados de la lengua náhuatlal usarse la lengua castiza. 

 

Un ejemplo muy claro, lo dio AMLO casi a inicios de su gestión cuando usó el ya viral “ternuritas” para referirse a un grupo social que le hacía algunas críticas y señalamientos. El contexto y el tono del “ternuritas” usado por AMLO fue tan obvio que la mayoría de los mexicanos lo entendimos muy bien.

 

Buena parte de nuestra cotidianidad responde a una historia e identidad en las que se contextualiza esta manera cariñosa, respetuosa y significativa de nuestro decir.  Me permito citar un par de ejemplos para aclarar esta afirmación. 

 

El general Emiliano Zapata, en sus manifiestos se dirigía en especial a los pueblos originarios, por lo que sus manifiestos los hacía en el lenguaje náhuatl toda vez que en esos tiempos los habitantes del campo en su mayoría tenían como lengua materna dicha lengua. En esos manifiestos, Zapata usaba un lenguaje cariñoso propio de su lengua original, Así, por ejemplo, para hablarles del concepto abstracto de “patria”, usaba el término muy concreto de la “Tonantzin”, cuya traducción sería: “Nuestra Madrecita Tierra”.

 

El otro ejemplo del uso de este lenguaje cariñoso, afectivo y respetuoso que usaban nuestros ancestros y que aún se conserva en comunidades rurales e indígenas del país, se evidencia en el “Nikan mopohua” que es el texto en el que se narran los diálogos de la Guadalupana, con el indio Juan Diego:

“Juanito, Juan Dieguito.”

– “Oye, hijo mío, Juanito, el más pequeño de mis hijos, ¿a dónde vas?” …

…” Mi señora y Reyna mía, muchachita mía, allá tengo que llegar a taltilolco” …

En ese tono se dan los diálogos narrados en el “Nikan mopohua” que es la narrativa en el lenguaje original de las apariciones de la Guadalupana con el indio Juan Diego. La investigadora Ana Paula de la Torre asevera que el uso del diminutivo en náhuatl es una muestra de cariño y respeto que esta cultura ha impreso milenariamente a las cosas, a los otros, al mundo.

El uso del diminutivo entre los mexicanos tiene sus orígenes en la forma de ver el mundo, de relacionarse con los otros y con la naturaleza que tenían los abuelos de los abuelos. Por eso usamos el diminutivo para referirnos a las cosas, a la naturaleza, incluso al tiempo. El diminutivo forma parte de nuestra cosmovisión. En síntesis, podría concluir con lo que dicen en mi rancho, “los mexicanos somos muy cariñosos y querendones”.

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