Pablo Torres Burgos y el efímero inicio de la revolución suriana

 

“Tez morena, ojos regulares negros, de mirar penetrante, labios cobrizos, semiocultos bajo el espeso bigote negro; de estatura napoleónica y un espíritu de titán, templado en el yunque del dolor por la lucha de la vida”, fue como Antonio Dámaso Melgarejo Randolph describió en su libro Los crímenes del Zapatismo. Apuntes de un guerrillero (1913), a Pablo Torres Burgos, primer jefe del movimiento maderista en el estado de Morelos.

“Era un hombre sin hiel, dispuesto siempre a favorecer a sus semejantes y anhelante de su mejoramiento social y económico”, escribió a su vez Rafael Sánchez Escobar sobre el mismo Torres Burgos en su obra El ocaso de los héroes (1934). Aún más, para Sánchez, el ayalense revolucionario y férreo defensor de los desposeídos “buscaba la oportunidad de enfrentarse con los poderosos y hacerse oír cuando se trataba de la defensa de los de abajo”.

El 6 de marzo de 1869 Torres dirigió desde su prisión en Cuautla una carta al presidente de la República, Porfirio Díaz Mori, a quien suplicó encarecidamente intervenga para su liberación tras haber sido acusado de participar de una protesta, el 1 de febrero de ese año, en contra del teniente coronel Pablo Escandón y Barrón, candidato oficialista a la gubernatura del estado de Morelos, siendo su contrincante el ingeniero Patricio Leyva Ochoa.

“Pablo Torres Burgos, mayor de edad, comerciante, originario y vecino de la Villa de Ayala”, fue como se presentó el revolucionario en la misiva ante el mandatario federal. Y continuó: “he sido contratista y conductor de correos entre Cuautla y Huautla, […] músico de la banda de mi pueblo por más de diez años, […] miembro de la junta patriótica”, entre otros cargos. El ayalense destacó ser un “buen ciudadano” y encabezar una “numerosa familia”.

Torres se entrevistó con Francisco Ignacio Madero González en San Antonio Texas, regresando a Morelos con la encomienda de entregar a Leyva el nombramiento de Jefe de la Revolución en la entidad. Sin embargo, el ingeniero tenía “una ataxia locomotriz muy avanzada”, situación que le impidió cumplir con la encomienda del coahuilense, como lo consignó el ingeniero Domingo Diez en su Bibliografía del estado de Morelos (1933).

Por acuerdo de los surianos Torres fue designado líder del movimiento. Sin embargo, su posicionamiento de hacer justicia se confrontó con los añejos odios y las esperadas venganzas de parte de los alzados. Los abusos cometidos en Tlaquiltenango y en Jojutla propiciaron su renuncia. Camino a Villa de Ayala, en el paraje de Rancho Viejo, el 25 de marzo de 1911 fueron asesinados él, su hijo David y su asistente. De su hijo Alfonso no se supo más.

Imagen: Pablo Torres Burgos; Ciudad de México (fragmento);

ca. 1910. Archivo Mediateca INAH.