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Por Raúl Silva de la Mora

“Mi querido maestro:

¿Qué le puede decir la subscrita? ¿Que estoy prendida de las lámparas? No es rigurosamente cierto, porque las lámparas que están a mi alcance son de mesa y el gesto no resulta muy estrepitoso. Pero, en general, licenciado, me siento bastante triste y bastante dada al cuás”.

“La subscrita” es Rosario Castellanos, confiándole a Raúl Ortíz y Ortiz uno de sus momentos de frustración. Cada vez que la desolación la abrumaba, ella recurría a esa frase, desdichadamente premonitoria. Rosario Castellanos murió electrocutada el 7 de agosto de 1974 en Tel Aviv, Israel, donde era embajadora de México. Las especulaciones en torno a la veracidad de este hecho incluyen la sospecha de suicidio, e incluso la posibilidad de que fue víctima de un atentado terrorista. La escritora Tanya Huntington indagó al respecto en “La verdadera historia de la muerte de Rosario Castellanos”, que está a la mano en el portal de la revista Literal: https://literalmagazine.com/la-verdadera-historia-de-la-muerte-de-rosario-castellanos/ Pero este no es el motivo que me lleva a evocar la memoria de una escritora que dejó una huella profunda en la literatura universal, a través de libros maravillosos como la novela Balún-Canán.

El centro de estas reflexiones es un libro que reúne la correspondencia que sostuvieron Rosario Castellanos y su gran amigo, Raúl Ortíz y Ortíz. Cartas encontradas (1966-1974)* es una publicación del Fondo de Cultura Económica, y apareció en noviembre de 2022, con prólogo del mismo Raúl Ortíz, y edición del poeta Alfonso D´Aquino.

Katún es el título de ese prólogo, un vocablo en lengua maya que quiere decir “periodo de 13 años”, precisamente el tiempo que duró la amistad que cultivaron Rosario y Raúl. Katún es un recorrido por la vida y la obra de Rosario Castellanos, como preámbulo a la colección de cartas: “Desde muy temprana edad se sabe poseedora de un universo en el que conviven fuerzas secretas y contradictorias, que ella analiza y deslinda ágilmente con su aguda inteligencia”. Una inteligencia que se hizo cómplice del sentido del humor. Rosario Castellanos sabía reírse de sí misma y de la realidad. En el documental “Descubriendo a Rosario Castellanos” (producción del Centro Cultural Rosario Castellanos y Zarape Films), una de sus alumnas, la escritora y profesora universitaria Carmen Galindo, la recuerda “atacándose de risa” en sus clases sobre Balzac y Proust.

Una muestra de ese vivir el mundo con un buen humor a flor de piel, abunda en Cartas Encontradas, como la fechada en Tel Aviv, 28 de agosto de 1972: “Hola, corazón, aquí su monstruo de la Laguna Negra reportándose. ¿Por qué no te había yo escrito? Si lo pienso bien a bien, no sé. Razones de trabajo las tienes más tú que yo y me paso mi tiempo libre imaginándome grandes conversaciones contigo, las cuales me dejan siempre de lo más satisfecha y sin conciencia de culpa por el silencio real”.

Cartas encontradas es un testimonio de amistad y hermandad, en nombre de la vida y de la literatura, esa otra manera que tiene la existencia para evocar profundidades. Es también el recuento de una época, el registro chismoso de las intrigas en el mundo intelectual mexicano. En una carta del 15 de febrero de 1972, Ciudad de México, Raul Ortíz le cuenta a su “querida Madame” sobre la visita a México de la escritora norteamericana Susan Sontang, y en particular le relata el zafarrancho que ocasionó la aparición de Carlos Fuentes en el auditorio de Ciencias Políticas de la UNAM, atestado de jóvenes belicosos que no desaprovecharon la oportunidad para encarar a Fuentes y echarle en cara su oportunismo: “Rosario querida: ha sido esta una experiencia de lo más reveladora para mi. He llegado a la conclusión, después de beber en las “turbias” fuentes primigenias, de que soy tuerto en tierra de ciegos y que, de veras, soy tan diferente a toda esa mafia, que casi merezco ufanarme de ser digno amigo de la Castellanos. El sainete ha sido de tales dimensiones que acabé materialmente asqueado. La Sontag, que procurará buscarte cuando vaya a Israel (porque, claro está, le hable de ti como es debido, y hasta le regalé tus obras completas para que viera que no todo en México son tortas y pan pintado y que hay gente como tu, como Rulfo y como Elizondo), estaba materialmente indignada ante la deshonestidad de los “intelectuales” mexicanos, amén de asqueada por la científica operatividad de la mafia”.

La esencia de Rosario Castellanos está en sus novelas, sus cuentos, su poesía y en ese periodismo que encaminó para expresar sus creencias y su insistencia en analizar el lugar de la mujer en la sociedad. Pero esta correspondencia, sin duda, es una manifestación plena de su ser. Es, también, buen momento para conocer el lugar de Raúl Ortíz y Ortíz en la literatura mexicana, su importancia más allá de su labor como traductor.

Este libro contó con distintas formas de apoyo para su publicación. Entre los cómplices, está el poeta Ángel Cuevas, amigo y muy cercano colaborador de Raúl Ortíz y Ortíz, quien se encargó de la coordinación editorial y de las azarosas gestiones que llevaron, finalmente, a su publicación.

* Cartas encontradas (1966-1974) México : FCE, 2022

282 pp. Colección TEZONTLE

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