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Llego la Navidad en tiempos violentos en Mexico. Un tiempo asociado con la paz, la esperanza, el gozo y el amor se vive hoy con incertidumbre, con dolor, en muchas partes de nuestro país. Los hombres y las mujeres de buena voluntad parecen ser una especie en extinción. Hemos vivido sexenios sangrientos, y este -que nos generaba esperanza por el supuesto cambio de régimen político con la izquierda gobernando- ha sido una decepción en materia de seguridad pública.

Todos hemos vivido tiempos difíciles y hemos pasado alguna Navidad triste, las situaciones personales siempre se dan, la vida no es fácil. Pero cuando se pasan navidades tristes por cuestiones políticas o sociales, porque el “alma colectiva” esta enferma, no una persona sino muchas son las que sufren.

Un triste ejemplo más se da con los 11 jóvenes asesinados en Salvatierra, Guanajuato. Pocos meses antes, no lejos de ahí, cinco jóvenes en Lagos de Moreno, Jalisco desaparecieron y fueron presuntamente obligados a matarse entre ellos mismos. Podríamos hacer una larga lista de muchas tragedias donde jóvenes mexicanos están siendo las víctimas.

No entiendo -y de verdad lo digo con sinceridad porque tuve la oportunidad de conocer personalmente al Presidente- porque negarse a reconocer una realidad que ya nos rebasó a todos. Ese reconocimiento, sería el inicio del replanteamiento ya no de la estrategia, sino del cabal cumplimiento de las obligaciones legales de todos los funcionarios públicos en todos los niveles de gobierno. La Guardia Nacional es un fracaso, las Fuerzas Armadas son un fracaso, las policías estatales y municipales lo son aún más, los mexicanos estamos expuestos ante la delincuencia porque no hay policía que sirva en este país, salvo contadas excepciones.

Lo he dicho en otras columnas, y lo digo en todas partes del país donde promovemos nuestra actividad social y política, el peor cáncer de nuestra sociedad es la impunidad. En México, se pueden cometer delitos sin que se pague por ellos, ya sobra otra vez citar todos los datos y las estadísticas a las que no nos debemos acostumbrar. Lo cierto es que la Fiscalía General de la República y las fiscalías estatales son todas un rotundo fracaso, nadie investiga, y los que lo hacen, lo hacen poco y mal.

Del hoy tan alabado y tan denostado Poder Judicial, depende de quien opine, tenemos que ser claros: no sirve para nada. Ni justicia, y mucho menos pronta y expedita. Son un fiasco convertidos hoy en actores políticos. Si, muy bien sirvan como contrapeso político, sirvan como defensores de la constitución, no se sometan, todo eso está muy bien, pero también hagan justicia a millones de mexicanos que la esperan. Juzguen a los criminales, no les permitan más abusos con sus víctimas, no permitan más asesinatos, más despojos, más cobros de piso, más extorsiones. Los jueces tienen como principal papel impartir justicia y no lo están haciendo. Esa es la realidad y no hay otra.

En la política las opiniones divergentes son normales e inevitables. La pregunta es cómo en una sociedad racional las diferencias políticas influyen en nuestras celebraciones, estos tiempos deberían ser tiempos de tregua. La intersección entre fiestas decembrinas con la política nos obliga a balancear entre nuestras convicciones individuales y un espíritu de unidad. Si nos enfocamos en nuestros valores comunes, promovemos la empatía y el diálogo constructivo podríamos asegurar que estos tiempos sean de celebración, reflexión y, sobre todo, de esperanza colectiva.

La Navidad, en medio de una precampaña presidencial, se desarrolla en un ambiente de polarización social. Justo debería ser lo contrario, vivir uno de los valores más importantes: la bondad humana. A pesar de nuestras diferencias, debemos promover una armoniosa celebración que tenga su fundamento en una sociedad que entienda nuestros problemas con mas compasión. Dejar atrás nuestras diferencias y encontrar valores comunes como el amor y la generosidad para los que menos tienen y los que están en tiempos de sufrimiento. Esta temporada navideña, debería servirnos como un recordatorio que mas allá de nuestra afiliación política, tenemos aspiraciones similares: vivir en un mejor México, con paz y prosperidad.

Mientras que la Navidad para los cristianos es la celebración del nacimiento de nuestro Salvador, de nuestro ejemplo de vida, y a quien celebramos por su humildad, amor y sacrificio. Dios encarnado que nació, vivió y murió entre los humildes. Es una oportunidad única para pensar, reflexionar y pasar tiempos en familia. Pero hoy no solo es una reflexión individual y familiar sino también como colectividad, como comunidad, como nación. Con empatía y mente abierta puede ser una oportunidad para conversar y promover la unidad, la paz entre nosotros.

Esta oportunidad debe empezar por nuestros líderes, el cuerpo social tiene cabeza y debemos aceptar los problemas que enfrentamos como sociedad. Violencia, injusticia social, desigualdades económicas, disparidades políticas, problemas medio ambientales, discriminación a muchos sectores sociales, en fin, esta temporada debería de llevarnos a pensar cómo colectivamente contribuimos al cambio positivo, a la verdadera transformación. Respeto y buena voluntad para escuchar, para escucharnos; valores compartidos y metas comunes pueden ser un puente, impulsando una nueva atmósfera social donde nuestras diferencias contribuyan a un diálogo constructivo en lugar de división, polarización y enfrentamientos.

Lo digo con nostalgia añoramos los tiempos en que convivíamos en las posadas con nuestros vecinos, o cuando podíamos convivir en paz con la familia, con esperanza de futuro y divertirnos sin tener que tener miedo. Las cosas han cambiado, no podemos seguir viviendo con tanta violencia, impunidad y tristeza. Otra vez son nuestros jóvenes los asesinados. Debe dolernos a todos. Por favor, ya deben el gobierno, el poder legislativo y el judicial hacer algo, no pueden seguir viviendo con tanta indiferencia.

Unos vivirán otra vez una amarga Navidad, otros la sobrevivirán, algunos más celebraran, mientras que varias regiones de Mexico siguen languideciendo en este mar de sangre y de tristeza. ¡Ya párenle! No pueden seguir dañando con tanta maldad. Denles una tregua a todos los mexicanos permitan que el verdadero espíritu navideño inunde nuestros hogares, incluyendo los suyos. No más tristeza, den una tregua por favor. No maten a más jóvenes. No generen más violencia. No traigan más tragedia y tristeza. Tregua navideña es lo que esperamos.

Gracias Dios por mandar a Jesús como ejemplo, ojalá (significa Dios quiera) millones de mexicanos decidamos seguir su ejemplo y ofrecer una ofrenda de paz, fraternidad y amor en esta Navidad.