Andrea Álvarez Sánchez
Antes no toleraba el desorden. Sentía que estaba atrapada en una montaña de obstáculos que me impedía llegar a donde yo me proponía. Entonces me refugié en el orden, para tener el control al menos sobre mi espacio.
El orden contribuye a la eficiencia, facilita la concentración e impulsa a las personas a alcanzar altos niveles de productividad. Sin embargo, la obsesión por el orden se convierte en un problema:puede provocar un estrés excesivo, afectar las relaciones interpersonales, así como limitar la capacidad de adaptación y flexibilidad de la gente. En lo personal, fui a terapia para analizar minecesidad de orden, pero de manera inesperada hallé por otro lado el remedio: la penicilina.
La historia de cómo Alexander Fleming descubrió la peniciliname condujo a una reflexión existencialista que me permitió superar mi angustia por el caos. Nunca habría imaginado que este notable científico fuera desordenado. Tenía la idea de que los científicos eran rectos, limpios, inmaculados… perfectos.
Fleming, científico y médico escocés, descubrió la penicilina en 1928, de manera fortuita. Cuando trabajaba como investigador en el laboratorio del Hospital St. Mary en Londres, dejó restos de comidaen su escritorio, cerca de una placa de cultivo de bacterias y se fueunos días de vacaciones. Durante su ausencia, la placa de petri en la que llevaba a cabo el experimento se contaminó accidentalmente con esporas de Penicillium, un hongo que crece en el aire, el suelo y alimentos. Al regresar, notó que la presencia de materiales orgánicos en el ambiente del laboratorio había servido como fuente de nutrientes para el crecimiento del hongo Penicillium. Pero para su sorpresa observó un fenómeno dentro la placa: no crecieronbacterias alrededor de las colonias de hongos. Fue así como Fleming descubrió las propiedades antibacterianas de la penicilina.
El descubrimiento de Fleming fue uno de los avances médicos más importantes del siglo xx, pero el proceso para convertirlo en medicina tardó años. No fue sino hasta la década de 1940, con el trabajo de los científicos Howard Florey y Ernst Chain, que se logró purificar y producir en grandes cantidades la penicilina para su uso en pacientes.
Gracias a esta azarosa casualidad nacida del desorden, la penicilina ha salvado innumerables vidas y ha permitido el tratamiento efectivo de infecciones bacterianas graves. Por esto, Fleming, Florey y Chain recibieron el Premio Nobel de Medicina en 1945.
De esta manera fue que mi idea de los científicos perfectos se derrumbó. Fleming me permitió reconciliarme con el desorden: tal vez no logre tener el control total de mi vida, pero eso es parte de su misterio y encanto. Lo que sí conseguí fue resignificar mi rechazo al caos, comprendí que forma parte de la vida y es tan importante como el orden.
Parra honrar a Alexander Fleming escribí el cuento «La caja de Petri» que narra el descubrimiento de la penicilina desde el punto de vista de un objeto. Se encuentra en mi libro Fábulas cósicas.