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Jaime Chabaud Magnus*

Los abrazos de Lucio Espíndola eran como el más delicioso de los refugios, donde uno podía sentirse seguro y apapachado. Abrazos de oso bondadoso, y perdóneseme el ripio. Su sonrisa y calidez hacían sentir cómodo a cualquiera, provocaban esa sensación de estar de retorno en casa. Lucio sabía escuchar, cualidad que suele ausentarse en casi todos aquellos seres humanos que estando bajo la luz de un reflector se marean. Lucio Espíndola nació para hacer felices a quienes le rodeaban y, principalmente, a quienes dedicó su vida y arte de titiritero: las niñas y los niños. 

​Lucio nació en Neuquen, Argentina, en 1935 y murió en Ciudad de México en diciembre de 2022, dejándonos el corazón en los huesos a quienes le conocimos. Llegó a México en 1975, año en que inician en su país natal los días de la oscuridad bajo la bota militar del general Jorge Rafael Videla que a tantos compatriotas suyos llevaría a la muerte y/o a la desaparición forzada. Llegó exiliado por el horror y pronto hizo de Cuernavaca su lugar de residencia. Se incorporó al grupo Mascarones que dirigía el legendario Mariano Leyva. Cuando se terminó el matrimonio entre Mariano y Lourdes Pérez Gay, Mascarones ya tenía una línea de trabajo de teatro para niños. Ahí se insertó el titiritero Lucio Espíndola que había sido invitado por el grupo-comuna a Cuernavaca para dar un curso de marionetas y al poco tiempo se unieron Lourdes y él en una relación que les duró toda la vida, hasta diciembre pasado. Desde ese 1975 fundaron un nuevo Marionetas de la Esquina y una entrañable historia de amor.

​En 1974, todavía en Argentina, funda Marionetas de la Esquina y un año después recibe el Premio “Vito Cantone” del Fondo Nacional de las Artes poco antes de que la dictadura lo obligue a salir del país. El también titiritero Leonardo Kosta nos cuenta en una revista PASODEGATO de 2015 que “El colega que escribe estas líneas asistió de manera tangencial a los últimos días del grupo Mascarones, que fue el que más se interesó en el trabajo teatral de los chicanos, sobre todo en el del Teatro Campesino de Luis Valdez. Por esos años llegábamos desde América del Sur los exiliados sociales y políticos, unos por propia voluntad, otros empujados por la criminalidad desatada por las dictaduras militares, entre las que destacaban las de Chile, Uruguay y Argentina, de donde llegó Lucio Espíndola con su cargamento de marionetas.”

Ya establecido en México y con nueva familia (porque Lucio trató como hijos a los de Mariano Leyva y Lourdes Pérez Gay), y separados del Grupo Mascarones, se fueron a probar suerte en 1978 a la gran capital, en el D.F. La versión mexicana de Marionetas de la Esquina permitió a Lucio, poco a poco, no sólo vivir de los títeres sino plantearse una redignificación del oficio que en México era visto como de tercera por los propios artistas de la escena. No existía formación al respecto y por supuesto no existía en la currículade las escuelas, como hasta ahora.

En palabras de Kosta: “Desde los tiempos de los Rosete Aranda no se hablan construido marionetas tan bien manufacturadas como las de Lucio Espíndola que, inmediatamente, fundó con Lourdes Pérez Gay el grupo Marionetas de la Esquina. Con esa tropa de personajes de madera se reinstaló la tradición de las marionetas de hilos, que reposaban casi en el olvido desde la época de Carlos Espinal cuando, en un intento por llevar adelante la gloria de los Rosete Aranda, incursionaron en la incipiente televisiónde entonces. Mientras los actores del teatro de muñecospreferían el guiñol, las marionetas se retiraban a las ferias populares, al tiempo que el INBA se daba a la tarea de rastrear y restaurar lo que aún quedaba de los Rosete Aranda y los Espinal. Pero reinstalar la tradición no es cosa de decir ya llegué y aquí estoy, es cosa de poner en juego todo el tesón, la alegría y el instinto para encontrar el lugar que les corresponde a los actores de madera, papel maché o trapo. ”

​En el año 1980 Lourdes y Lucio, con José Mariano y Amaranta Leyva aún pequeños, regresan a Cuernavaca para trabajar el arte de los títeres en todos los rincones de Morelos con una enorme disciplina, capacidad de organización y trabajo. Amén de que fueron años esplendorosos creativamente y de mucho esfuerzo en lo económico y en la gestión, los nueve años que permanecen en el estado se dedican también a formar titiriteros que hasta hoy son quienes hacen la labor en este territorio o bien, las nuevas generaciones, han abrevado de quienes fueron sus aprendices. 

Entonces [Lucio] incrementó su bregar y quehacer por la profesionalización y el reconocimiento del oficio. Encontrar o crear espacios para el arte del títere y convencer de que es una forma de teatro, no su hermano menor. Hacer talleres, muchos talleres para profesionales, para maestros, o para cualquier interesado que viera en los teatrinos algo más importante que un simple trabajo. Así el nivel artístico deseó ser riguroso en Marionetas de la Esquina e impuso su disciplina: hacer de los títeres la vida, no sólo parte de ella, y estableció una noción: el arte dedicado a los niños no debe ser ni pueril ni improvisado”, nos cuenta Lourdes Pérez Gay.

Ante la violencia creciente en Morelos con secuestros y balaceras -y no poca grilla de colegas-, Lourdes y Lucio mudaron su residencia definitivamente a la Ciudad de México en el año 1999 y fue el momento en que Marionetas de la Esquina despegó a nivel nacional e internacional, con una carrera impresionante que ha marcado un cambio en la mentalidad de quienes hacen teatro para las infancias en México. Son un referente obligado y su capacidad de trabajo se demuestra en la siguiente aunque muy resumida numeralia: cuentan con la realización de alrededor de 11,000 funciones, cerca de 600 talleres, seminarios, cursos y diplomados, 2 festivales nacionales y 10 internacionales, la elaboración de más de 5,400 paquetes “Manos a los títeres” para promotores rurales de zonas marginadas, la impresión de 3 libros sobre el tema y la construcción del Centro Cultural LA TITERÍA, Casa de las Marionetas, en Guerrero N° 7, Colonia Del Carmen, Coyoacán, en la capital. México y Morelos le deben mucho al gran artista de los hilos mágicos, al gran titiritero Lucio Espíndola.

* Dramaturgo, periodista, director de la Editorial Paso de Gato.

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