Ivan Illich sabía leer en el silencio de los demás: Miguel Ángel Rubí
1ª. Parte.
Queridos lectores, aunque terminé ya con la entrevista hecha en tres partes a dos sobrevivientes del CIDOC, me sucedió algo extraño. Creyendo que ya dejaba atrás a Illich por un buen tiempo, me volví a encontrar con él días después, curiosamente sin buscarlo. Me explico. Estaba sentada en un desayuno de trabajo junto a la imponente barranca de Amanalco cuando de pronto mi amigo Miguel Ángel Rubí, me dijo: “Te acabo de enviar un trabajo de Illich acerca de la importancia del silencio, publicado en Alternavitas, uno de sus primeros libros. Te va a gustar”. Pero ¿y tú porqué lo tienes?, -pregunté intrigada.
Después me entero de que Miguel Ángel cuando estudiaba en la UAEM, Administración de Empresas, entra a los 21 años con Illich como auxiliar administrativo. Con el tiempo, duró seis años en esa institución, llegó a ser administrador general de CIDOC -no director- aclara, solo administrador. Yo conocía a Rubí por su experiencia en el sector turístico y por temas culturales y del medio ambiente pero nunca por CIDOC, lo que me indica lo poco que nos conocemos entre amigos.
Pero en ese desayuno me sigue platicando en voz baja: “Estoy leyendo lo que escribes en la Jornada acerca de Iván y te acabo de pasar también a tu correo la foto que le tomé yo mismo” que es la que aparece en este artículo. Y queridos amigos, cuánto me mencionó el título, casi se me fue la respiración: La Elocuencia del Silencio, porque lo que manifiesta esa frase hace perceptible lo que era Iván Illich y creo, sin temor a equivocarme, que se esté o no de acuerdo con sus ideas o su anarquismo, ese sacerdote fue no solo un gran místico y un profundo pensador, sino un gran conversador que a la par, “sabía guardar y leer el silencio en los demás a favor de la libertad y del humanismo”, como me diría Miguel Ángel.
Como ustedes recordarán, Illich realizó una fuerte crítica a la sociedad de su tiempo sobre todo en los rubros de medios de transporte, hospitales y la enseñanza y dejó en claro que sus ideas no eran una utopía normativa ni ideológica, sino una búsqueda de opciones para reinstalar al hombre en su justa dimensión en armonía con su medio y con sus habilidades intelectuales en plenitud.
Y no se asusten queridos lectores, pero si realmente quieren leer algo de Illich y disfrutarlo como me lo han manifestado varios de ustedes, hagan a un lado lo tradicional ya aprendido y dispónganse a recibir altas dosis de ideas subversivas. Les pongo un ejemplo de una: su denuncia y rechazo de que no hay salvación ni poder fuera de la escuela, conceptos que Illich tira por la borda. Los títulos para él eran meras cartulinas bien cortadas. Pero bueno, ahí les va una síntesis de su texto: La Elocuencia del Silencio.
Va: “La lingüística nos ha provisto de nuevos horizontes para la comprensión de las comunicaciones humanas. Un estudio objetivo de la manera cómo se trasmiten los significados ha demostrado que es mucho más lo que un hombre retrasmite a otro a través del silencio que a través de las palabras. Estas y las cláusulas están compuestas de silencios mucho más significativos que los sonidos de las mismas. Se puede decir que las pausas entre los sonidos y las articulaciones pasan a ser dominios luminosos en medio de un vacío increíble, como los electrones en un átomo o los planetas del sistema solar. El lenguaje es una cuerda de silencios, los sonidos son los nudos. En Confucio podemos ver el lenguaje como si fuera una rueda donde los rayos convergen hacia un centro, pero son los espacios vacíos los que hacen la rueda”.
“Es así que lo que debemos de aprender de otra persona para entenderla no son sus palabras, sino sus silencios, ya que nos hacemos entender mediante las pausas. El aprendizaje de una lengua radica mucho más en el aprendizaje de sus silencios. Entre los hombres de todas las épocas, el ritmo es una ley mediante la cual nuestra conversación se convierte en un “yin – yang”, (conceptos del taoísmo que significan oscuro-brillante), silencios y sonidos. De ahí que aprender una lengua de una manera humana y madura consiste en aceptar la responsabilidad de ambas expresiones. Se requiere más esfuerzo, tiempo y delicadeza para aprender el silencio de un pueblo que para aprender sus sonidos. Algunas personas están mejor dotadas que otras para esto. De ahí, quizás, que algunos misioneros, a pesar de sus esfuerzos, nunca llegan a hablar otra lengua con propiedad, esto es, a comunicarse delicadamente mediante silencios. Y aunque “hablen con los acentos de los nativos” siempre están a miles de kilómetros de los mismos. El aprendizaje de la gramática del silencio es un arte mucho más difícil que el aprendizaje de la gramática de los sonidos porque el silencio tiene sus pausas y sus vacilaciones; sus ritmos, expresiones e inflexiones; sus duraciones y sus tonos; sus razones de ser y sus fuera de lugar. Así como con nuestras palabras, hay también una analogía entre nuestro silencio con los hombres y con Dios. Para comprender el significado completo de uno, debemos practicar y profundizar en el otro…”.
Y seguimos el próximo.
Ivan Illich. Foto: Miguel Ángel Rubí.