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De una entrevista con Ernesto Cardenal

 

Cuando no tengas respuesta, mira las estrellas

(las estrellas que están en tu retina)

EC

– A usted lo han llamado revolucionario. ¿Qué es ser revolucionario?

La Biblia es revolucionaria. Es un libro en el que está condenada la esclavitud, por ejemplo. Ningún otro libro en la antigüedad condenaba a la esclavitud y la Biblia sí. ¡Eso es revolucionario! ¿no? Y cuando los profetas de la Biblia denuncian las injusticias sociales de aquel tiempo están siendo revolucionarios, también, extremistas. Eso fue retomado por Jesús de Nazareth, con un mensaje también muy revolucionario de que había que cambiar al mundo, ponerlo al revés de cómo estaba, porque estaba al revés… Mejor dicho, poniéndolo al derecho: “Que los últimos fueran los primeros” más revolucionario que eso no puede haber. Ni el comunismo oficial lo es tanto como ese mensaje de Jesús, que es el mensaje del actual Papa latinoamericano que tenemos, el Papa Francisco, de que las cosas son debieran ser al revés de cómo son, que los últimos debían ser los primeros, eso es bien revolucionario también.

– Usted ha dicho que se hizo revolucionario en México.

Sí, cuando vine de estudiante, a los 18 años. Estuve cuatro años en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de México, de 1942 a 1946. Allí me hice revolucionario. Luego lo aprendí de monje y se puede decir que me hice más revolucionario cuando viví en Cuernavaca, porque cuando estaba de estudiante en México todavía tenía muchas cosas de anticomunismo, lo que leía yo era la propaganda capitalista y eso me había lavado el cerebro.

– Hablando de Cuernavaca, usted ha tenido una relación muy cercana con esta ciudad. En 1959 vivió en el Monasterio Benedictino de Santa María.

Sí, yo estuve allí dos años, pero no propiamente en la ciudad sino en el monasterio de los monjes benedictinos de Nuestra Señora de la Resurrección, como a 20 minutos de la ciudad, en el campo. Algunas veces me tocaba venir a la ciudad, pero no era frecuente que viniera.

– ¿Y cómo recuerda esa época?

Muy bella, me gustaba mucho Cuernavaca. Entonces era una ciudad más pequeña, muy grata. ¡Debe ser grata siempre! ¿no? Pero entonces era más grata porque tenía menos tráfico. Viví muy tranquilo, retirado. Yo estuve allí porque me pusieron a estudiar para el sacerdocio y los primeros estudios fueron de filosofía, con los benedictinos, después ya pasé al Seminario de Cristo Sacerdote en Colombia, para estudiar la teología propiamente. Aquí en Cuernavaca, teóricamente, estudiaba filosofía, aunque en realidad no la estudiaba porque el profesor, que era un monje benedictino, tampoco estaba interesado mucho en la filosofía. Nos hizo leer un libro y algunos días a la semana lo comentábamos. Esos fueron mis estudios de filosofía, en Cuernavaca. Yo me pasaba leyendo y escribiendo, y escribí un poema sobre Cuernavaca. Se llama “Valle de Cuernavaca / Desde el monasterio”. Así dice el título y es porque hay una vista muy bella desde ese lugar del monasterio, una vista muy bella de todo el valle con el Popocatépetl de fondo, y eso me inspiró este poema que es como de unas cuatro o cinco páginas sobre el paisaje de Cuernavaca.

Titilan a los lejos las luces de Cuernavaca;

y más lejos las de Cuautla, ya casi en el cielo

pequeñitas y apiñadas, casi entre estrellas.

En el campo hay un radio cantando un corrido.

Un millón de grillos cantan en el pasto.

Cantan y se callan y vuelven a cantar.

¿Nunca duermen los grillos?

Y los cocuyos

brillan como las estrellas y como Cuautla

y como Cuernavaca.

Un hombre mayor con lentes

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Foto: Natalia Correa Márquez