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Por Raúl Silva de la Mora

“El feminismo no es un auténtico feminismo si no cuestiona las estructuras sociales, históricas y políticas en las que estamos inmersos”

Sylvia Marcos

La vida son instantes. Nada es eterno, aunque conviene sentir los instantes como eternos. Sylvia Marcos guarda en su memoria un instante de amor eterno. Tenía un año y medio cuando vio a lo lejos, a la orilla de un río, cómo sus padres se abrazaban y reían, muy encariñados. “Después de eso ya fue otra cosa”, recuerda Sylvia, y quizá ese asombro primigenio ante el amor fue lo que le hizo tener un recuerdo tan temprano, siendo que lo normal es la memoria de la infancia a los 4, 5 años. Ese instante de eternidad marcó su vida. “Quizá lo recuerdo porque después fue una triste historia en la familia”. Ese recuerdo feliz actuó sigilosamente como un mensaje que inspiro su ideal de lo que debía ser una pareja, un ideal de lucha compartida, un feminismo que desborda lo individual: “Este querer creer, y vivirlo, porque lo he vivido, que se puede dar la pareja amorosa que se apoya y que dura. En ese sentido muy amplio yo nunca he sido una feminista anti-varón, nunca contra los hombres. Yo recuerdo que en los 80´s, en mis primeros años feministas, había un mandato de tener una relación con una mujer porque los hombres eran todos deleznables. Para mi había que talonearle al lado del varón, y por eso me encantan las zapatistas, que nunca se han tragado eso de estar contra los hombres.

A Sylvia Marcos le tocó vivir un patriarcado terrorífico y lo padeció al servicio de su padre y sus hermanos. No debía estudiar una carrera en la universidad, simple y sencillamente porque era mujer. De manera que la mandaron a una escuela de niñas que aprenden a bordar y a tejer con las monjas, y a cocinar para ser una buena ama de casa. Pero esa, de ninguna manera, representaba una opción, y entonces decidió hacerse cargo de su vida, para convertirse en una mujer de saberes. Enumerar ese caminar es internarse en un bosque pleno de todo tipo de naturalezas: universidades, libros, revistas, conferencias, foros, países, diálogos, vuelos incesantes de una vida al servicio de la imaginación pensante.

II

“Me seducía el deleite de las calles, en especial por la perfumada, vaga, vibrante y vulnerable vida urbana”

Jean Robert.

El encuentro de Sylvia con Jean Robert fue la comunión de dos almas que, como Horacio Oliveira y La Maga: “Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos”. Mi recuerdo de ellos contiene una memoria de aquella Cuernavaca que durante unos cuantos años construyó su Parnaso, sitio de convivencia con la sabiduría iconoclasta de Iván Illich, con el espíritu visionario de Gregorio Lemercier, con el ideólogo de la Teología de la Liberación, Sergio Méndez Arceo, o con las propuestas audaces de Franco y Franca Basaglia en pro de la anti-siquiatría. Cuernavaca fue un faro que ha dejado una estela luminosa y pródiga en esos saberes que Sylvia y Jean fueron compartiendo como quien hunde la mano en la tierra para sembrar semillas.

Al igual que Sylvia, Jean Robert construyó con su vida un bosque pleno de todo tipo de naturalezas: libros, viajes, diálogos, debates, conferencias, vuelos de todo tipo, pero sobre todo una inmensa curiosidad por el otro, por la otra, por los otros y las otras. El silencio del que sabe escuchar fue siempre el mejor antídoto que Jean Robert aplicó para silenciar su yo. La ironía fue otro de sus bastiones. Detrás de ella, una profunda sabiduría que jamás enarboló para satisfacer su ego.

Encontrarse a Jean y a Sylvia caminando por las calles de Cuernavaca era una forma de celebración. Una imagen que concentraba distintas formas del amor y la certeza de que se puede ser libre. Para lograrlo, me imagino, hay que asomarse al pozo de los deseos imposibles, sabiendo que el Don de la vida nos pertenece.

El próximo 7 de junio será inaugurada la Catedra Sylvia Marcos, en el auditorio de la Facultad de Artes de la UAEM, a partir de las 11 de la mañana. “Feminismos, Epistemología, Mesoamérica y Espiritualidad”, serán los ejes de esta convivencia, que a la vez será un homenaje y una celebración a ese doble legado que entraña la vida y la obra de Jean Robert y Sylvia Marcos.

Fotos tomadas de: blog Catedra Jean Robert.

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