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Una mujer recorre Lyme Regis: es la mujer de los fósiles*

 

En las costas de Lyme Regis está la estatua de una mujer con su perro. Está ataviada a la usanza decimonónica inglesa: lleva un largo vestido, un chal sobre los hombros y un sombrero de tela. En el antebrazo derecho carga una canasta, en la mano izquierda sostiene la concha fosilizada de un amonite y en la derecha, un martillo. Es Mary Anning. Una mujer que nació en Lyme Regis en 1799 y que hizo lo que hasta entonces parecía imposible: que una mujer (pobre y de clase trabajadora) tuviera aportes significativos a la paleontología; aunque desafortunadamente nunca recibió reconocimiento ni el crédito por sus descubrimientos.

La estatua —por cierto— es muy reciente; apenas hace un año que se colocó el día del natalicio de Mary: el 22 de mayo. A pesar de la importancia para la paleontología, no había un solo monumento de ella hasta que Evie Swire, una escolar de 11 años inició una campaña en 2018 para reunir fondos y autorizaciones para construir y colocar la estatua (La historia completa de esto la pueden encontrar en la cuenta de Instagram “maryanningrocks”).

Mary Anning es considerada la primera mujer paleontóloga. Desde niña acompañaba a su padre en caminatas por las llamadas costas jurásicas buscando fósiles para venderlos. Aunque no recibió educación formal, Anning tuvo una inteligencia y perseverancia tal que logró encontrar fósiles de especies desconocidas. Por ejemplo, descubrió los primeros esqueletos de plesiosaurio (un reptil acuático que se parece al animal de la leyenda del monstruo del Lago Ness), un pterosaurio (reptil volador) y un ictiosaurio, ser acuático ahora extinto que parece pez, pero que en realidad es un reptil que evolucionó hasta parecerlo.

Stephen Jay Gould dice que estos reptiles son su ejemplo favorito de evolución convergente: “Convergieron tan fuertemente con los peces que de hecho evolucionaron una aleta dorsal y caudal justamente en el lugar correcto y justamente con el diseño hidrodinámico correcto. Estas estructuras son aún más notables porque evolucionaron de la nada, el reptil terrestre ancestral no tenía ninguna joroba en su espalda o una paleta en su cola que sirviera como un precursor”.

Las características más curiosas que tienen están en la cabeza: poseen una mandíbula alargada con una espectacular hilera de dientes y tienen un hueso esclerótico, un hueso dentro del ojo que parece una rebanada de piña. Este curioso rasgo lo usó Dean Lomax para un post en el Fossil Friday. Dean, por otro lado, es un paleontólogo inglés que lideró la excavación que encontró un ictiosaurio gigante, el más grande que se ha encontrado en Reino Unido, de 10 metros de largo.

Este ictiosaurio es tan grande como los que aparecen en Prehistoric Isle, un videojuego de arcadia (maquinitas) de 1989 en el que el jugador debía pilotear una avioneta y disparar sin parar contra los dinosaurios, bichos prehistóricos y neandertales que aparecían. Aunque está lleno de imprecisiones sobre los animales, el juego tiene un gran mérito: fomentar la curiosidad y el asombro por bestias extintas. Además, retoma el tópico del mundo perdido, muy frecuente en la literatura y el cine fantásticos que aparece desde Julio Verne con el Viaje al centro de la Tierra, pasando por Conan Doyle con su El Mundo Perdido, hasta la Era de Hielo 2, Kong: la isla calavera y un enorme etcétera. Al final, todos parten del supuesto de la existencia de un mudo prístino, en el que habitan bestias extintas y hasta desconocidas, un lugar bajo la tierra o en un lugar remoto, un gran otro que espera por nosotros.

Ese gran otro puede estar ahí, en los descubrimientos de la ciencia, esperando ser encontrado. “No sé cómo lo cuente, ver cosas nunca oídas, ni vistas, ni aún soñadas como veíamos”, diría Bernal Díaz del Castillo al conocer América.

*publicado el 27 de junio, 2023

**Comunicador de ciencia. Twitter: @Desertius