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Francisco J. Ayala: Un ramo de obituarios en la época de la cancelación

Agustín B. Ávila Casanueva*

El pasado 4 de marzo, a una semana de cumplir 89 años, falleció el biólogo evolutivo español Francisco J. Ayala. Poco a poco, como hubiera sucedido con cualquier científico de cierto renombre, sus obituarios empezaron a aparecer en la prensa. Primero en la española —yo me enteré del deceso por un tuit del diario ABC el domingo 5—, y posteriormente en la estadunidense —su segunda patria—, para llegar a páginas tan exclusivas como las del New York Times o el Washington Post.

He de admitir que abrí estos textos motivado más por un interés periodístico que por uno científico. Finalmente, no se estaba anunciando algún avance o descubrimiento por parte de Ayala, y sus logros científicos los recordaba más o menos bien. Su formación fue poco ortodoxa, ya que primero se ordenó como sacerdote dominico en España, para después mudarse a Estados Unidos en 1961 donde realizó sus estudios sobre evolución. Ayala desarrolló estudios importantes sobre la malaria y el mal de Chagas, enfermedades tropicales desatendidas que atacan a cientos de millones de personas cada año a nivel mundial.

Ayala también fue uno de los testigos clave en un juicio de 1981 en el poblado de Little Rock en el estado de Arkansas en Estados Unidos. En el juicio se intentaba pasar un acta que requería a las escuelas de Arkansas que enseñaran la teoría de la evolución a también enseñar el creacionismo, de manera balanceada, es decir, dedicando el mismo tiempo de clase para ambas teorías. Ayala testificó sobre las evidencias científicas que sustentan que compartimos un ancestro común con el resto de los primates, y como el creacionismo carece de evidencia. El juez concluyó que no aceptaría la propuesta de cambio, y el creacionismo quedó fuera de las aulas laicas.

Ayala, preocupado por la educación y habiendo hecho una buena inversión en viñedos en California, su estado de residencia, decidió donar a diez millones de dólares a la Universidad de California en Irvine, donde era profesor.

En el 2018, Ayala fue obligado a renunciar a su puesto en la Universidad de Irvine por cuatro denuncias de acoso sexual realizadas por cuatro mujeres diferentes —tres colegas y una estudiante, motivadas por el movimiento #MeToo—. Amigos de Ayala, tanto hombres como mujeres, salieron a su defensa enviando cartas y haciendo peticiones, haciendo notar que sus acciones solo eran costumbres europeas malentendidas, como saludar con un beso en ambas mejillas. Pero la investigación realizada por la universidad —con más de sesenta testigos— descubrió que Ayala había realizado otro tipo de contactos físicos no deseados e incluso invitó a una colega a sentarse en sus piernas a la mitad de una junta y que continuó sus acciones a pesar de que directivos de la universidad ya le habían pedido previamente que desistiera.

Ese era mi interés periodístico. Estaba consciente de las acusaciones y renuncia de Ayala, pero en una época marcada por la cancelación —y tan cerca del 8M— ¿qué historia decidiría contar la prensa? Lo que encontré en casi todas las notas fue una versión más extensa de lo que aquí les presento. Es decir, todas las facetas, aciertos y errores. Es un buen recordatorio que el científico reconocido, el filántropo, también puede ser acosador. Un ejemplo —desafortunadamente poco frecuente— de que sin importar tu puesto o reconocimiento en la universidad habrá consecuencias. Con los obituarios de la prensa no queda cancelada la memoria del trabajo de Ayala, pero se muestra que tampoco será selectiva.

¿Y qué dijo la Universidad de California en Irvine? Escribiendo esta columna recordé otro juicio, mucho más famoso, de 1925. El estado de Tennessee acusaba al maestro John T. Scopes de enseñar la teoría de la evolución en una escuela del estado, lo cual era ilegal en esa época. El juicio inspiró una obra de teatro y cuatro películas, todas con el mismo título: Heredarás el viento. La frase es mencionada en cada obra y es una referencia que Ayala, quien mantuvo su fe religiosa hasta su muerte, seguramente conocía, un pasaje de la biblia, Proverbios 11:29: “aquel que perturbe su casa no heredará más que el viento”. En el 2018, la Universidad de California en Irvine retiró el nombre de Ayala de su biblioteca, de la escuela de ciencias biológicas y hasta el momento no se ha pronunciado de ninguna manera ante la muerte de su exempleado.

*Coordinador de la Unidad de Divulgación del Centro de Ciencias Genómicas de la UNAM y miembro de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia.

La otrora Biblioteca de Ciencias Francisco J. Ayala de la Universidad de Irvine en California. Ahora llamada simplemente Biblioteca de Ciencias. Fotografía: Universidad de California Irvine.

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