(Primera parte)
Hugo Carbajal Aguilar
La Dirección General de los Tecnológicos, TECNM ahora, elaboró un trabajo –“Modelo Educativo para el S. XXI”- en el año 2001 que sigue vigente y queremos criticar. No hay en esa exposición un planteamiento crítico con relación al Neoliberalismo. No se sitúa este Modelo críticamente ante ese panorama socioeconómico y cultural, simplemente lo diocomo un hecho ante el cual no nos quedaba más que acomodarnos. Podría esperarse –dado el nivel académico y cultural que, se supone, se maneja en nuestras instituciones universitarias- un planteamiento crítico de la sociedad actual, del funcionamiento de su economía, de su quehacer político, de su proyecto cultural…en fin.
Si se trata de un Modelo Educativo que responda a las exigencias de nuestro tiempo debemos exigirnos un diagnóstico de la sociedad, un análisis de la coyuntura en cuanto a la política cultural que se pretende impulsar, así como un análisis estructural que advierta la relación dialéctica entre la raíz económica y la supraestructura ideológica. Sólo así estaríamos en posibilidad de constatar algunas causas y consecuencias a la vez, de los grandes problemas nacionales: desempleo creciente, pobreza y marginación, migración al extranjero en busca de oportunidades, analfabetismo (elemental y funcional), manipulación de las masas populares por los Mass Media, por la Iglesia, por la Escuela y por los grupos de poder, deterioro de la tarea política en manos de vivales.
Con ese diagnóstico ya podría pensarse en un mejor discurso para involucrarnos en la elaboración de un Modelo Educativo responsable y comprometido.
Sin embargo, otro es el punto de vista. En su Enfoque “Estratégico” (p.12) se lee: “Ni los gobiernos ni sus instituciones controlan la economía; es el mercado”. Asegurando este enunciado como un axioma nos alejamos de toda reflexión crítica. Por lo menos podríamos plantear algunas preguntas: ¿Es así? Si lo es, ¿ha sido provechoso para la sociedad? ¿Cuáles han sido las ventajas de que el Mercado, ese ente plenipotenciario, sujete bajo su mando a toda la sociedad en su estructura económica, política, cultural? ¿Se advierten las consecuencias históricas y culturales de aceptar esta frase como la realidad sin más? ¿Dónde queda el papel del Estado como tal?
La respuesta, en la página 10: “En la cuestión económica, el país transita en la vía del cambio de un modelo de protección gubernamental…hacia la apertura internacional del mercado y el fomento a las exportaciones en un marco de limitación de la intervención del Estado en la economía”.
¿Encuentra usted aquí un planteamiento crítico? Es decir, ¿eso que se afirma ha sido bueno para la sociedad actual? ¿Es correcto que el Estado abandone sus responsabilidades y compromisos con la sociedad? ¿Cuáles han sido las consecuencias de esa decisión tecnocrática a lo largo de 36 años?
Sigue diciendo: “Esta transición, afectada por el actual panorama de la economía mundial, exige ahora el fortalecimiento de las redes económicas internas del país para disminuir los efectos de la dependencia internacional, y prepararlo para una interdependencia más justa y equitativa entre las naciones”.
Inevitablemente surgen más cuestionamientos: ¿De verdad, con seriedad, se piensa que podremos –así como vamos- disminuir los efectos de la dependencia internacional y preparar a nuestro país para una interdependencia más justa y equitativa entre las naciones?
Obsérvese ahora (pág. 25) el Programa Institucional de Innovación y Desarrollo del Instituto Tecnológico de Zacatepec 2001-2006: “La educación tecnológica en un escenario como éste ofrecerá un capital humano de calidad capaz de impulsar mayores niveles de competencia entre los productos y servicios que ofrece nuestro país y que a su vez, dichos productos y servicios cumplan con las normas y estándares internacionales”.
He aquí el problema. El punto de partida. El enfoque fundamental. Se insiste mucho en la necesidad de potenciar la educación, pero sólo para poder subsistir en este mundo globalizado y de mercados sin fronteras. Para ello las Universidades y los Institutos de Educación “Superior” tienen que proveer al Mercado-Patrón de mano de obra barata, flexibilizada, dócil y –por supuesto- certificada y competitiva. Veamos aquí la subordinación de la escuela al proyecto económico neoliberal:
“Las universidades son, cada vez más, meras productoras de capital humano para ser vendido en el mercado laboral. En la cultura de mercado, la emancipación por el conocimiento, vieja herencia de la Ilustración, se considera una idea obsoleta. Aproximar la escuela y la economía, poner la escuela al día, es decir, meterla en cintura, tal es la voluntad histórica de los modernizadores de la actualidad. No hay que olvidar la presión simbólica y política ejercida a escala mundial por las grandes organizaciones liberales como la OCDE, el BM, la OMC, la Comisión Europea, que no sólo unifican las reglas del comercio y la producción, sino que cuadran igualmente las políticas educativas y las mentalidades de los responsables”. (Christian Laval “La escuela no es una empresa”, Paidós, 2004).